Capítulo 6

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Capítulo 6

Ahora sí ¿de qué me había perdido?

Stephan Villanova queriendo entablar una conversación y no sabía a que se venía eso, pero me daba la sensación de que no era nada bueno. No entendía aquel cambio en absoluto, no entendía desde que lo vi venir sólo para acercarse a mi. No tenía sentido razonable para venir hasta mi de esa manera, como si nos conociéramos o como si al menos nos fuéramos presentado de una manera agradable. Sí, nos dimos la mano en la oficina pero eso fue algo formal, algo que repercutía dentro del área de trabajo. ¿Qué si hizo falta una presentación informal? Quizás si, al menos sí era un requisito para que me saludase ésta noche de esa forma tan casual y de esa manera yo no me habría sentido tan confundida por su extraña actitud repentina. Todo eso, si no se hubiese comportado como un ególatra indiferente esa misma mañana.

—Espera, no sé exactamente a que te refieres con eso. Te aclaro qué, eres un desconocido para mi. —Repliqué mirándolo fijamente, definitivamente sin ninguna expresión en mi rostro. —Me causa gracia que llegues así y me saludes como si fueras mi amigo de años —sopesé duramente con un gesto realmente odioso en mi rostro, incluso para mi.

—¿Sufres de algún trastorno que no te permite recordar cosas, hermosa? —Dijo riéndose de mi. ¡por un demonio! Estaba siendo un idiota. Obvio bromeaba pero odié esa insolencia, aún más esa forma de dirigirse a mí... Esa extraña confianza que parecía tenerme y que claramente yo no le había otorgado.

—¿Y tú sufres de una deficiencia motriz? Simio troglodita. —Ataqué, volteé mis ojos y le dí la espalda. No sé de dónde había sacado ese insulto, pero me importó un rábano esa tontería, solo busqué improvisar entre mi pequeño diccionario de insultos.

—Estamos avanzando —lo escuché decir en un tono de voz alto detrás de mi.

Caminé lo más lejos y rápido posible de él y llegando a la barra una mano rodeó mi cintura. Eso me hizo voltear los ojos e inquietarme, pero había de admitir que fue un toque imprevisto y atrevido de su parte que no me dejó indiferente, sin embargo.

—¿Tú otra vez? Llamaré a seguridad, eres cómo una... —me pensé bastante que cosa decir, no era muy buena en eso de los insultos como dije anteriormente —pequeña sanguijuela. —Oh sí, exacto. Un deliciosa sanguijuela que estaba buenísima y que quería que me chupase toda la sangre.

—No soy una sanguijuela, pero podría serlo. —Expresó con malicia en su cara, era seguro que el doble sentido venía ajustado a esa oración.  —Y ya sabes lo que hacemos las sanguijuelas... —Dijo recargándose a la barra de tragos con ese aire suficiente y seguro que lo caracterizaba. Y esa sonrisa que gritaba: victoria. Me sacó de quicio, esa actitud tan ¡argh!

—Sí, sí. Ya sé lo que hace una sanguijuela —le interrumpí para no continuar ese morboso juego de pensar que él hiciera de sanguijuela conmigo, era muy raro pensarlo. —Tú...solo aléjate de mí —Tartamudeé con nerviosismo sobre mis palabras. —Eres un atrevido. —Completé para que asi él terminase por notar mi nerviosismo, me hizo trizas la firmeza con ese estúpido comentario. Mierda, ¿y a quien no? Con lo bueno que estaba.

—Te dejaré tranquila. —Dijo en son de paz y yo me alivié al instante ya no tendría que lidiar con ese lunático.

—Esta bien, gracias —le día espalda, pensando en que había terminado la sesión de fastidio del señor Stephan.

—Sí, te dejaré en paz. —soltó volviendo su rostro a mi y supe que no, aún no había acabado. Es más, apenas empezaba —pero con una condición. —Oh mierda, pensé. Con que narices saldría ahora.

Una pasión a escondidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora