Francamente no quería parar de bailar, pero aquel sujeto misterioso me hacía recordar a la noche en que me encontré con Stephan en ese bar. Y entonces sólo pensamientos de él abordaban mi mente en esos momentos, que de pasar a ser fogosos y llenos de deseo insertados en unos simples movimientos sensuales, se volvieron recuerdos de una pasional noche que no concluyó bien al otro día. Y ahora que lo meditaba, pude sentir mi bilis fuera de su lugar, la sentí subir a mi garganta ingratamente. Por eso me detuve y volteé a ver aquel tipo desconocido que ya lo suficiente me había manoseado por esa noche.Y, me paré en seco... Al ver su tallado rostro y su cuerpo de piedra de pie frente a mi. Creí que me infartaría, eran demasiadas emociones fuerte de un golpe.
Enserio que debía ser una broma.
Maldición. Eso es, una maldición, una plaga despiadada que no me dejará en paz jamás, lo supe desde que lo conocí en la sala de juntas, desde que estreché su mano, y ese descarado calor invadió mi cuerpo subiendo desde mis palmas hacía mis hombros, que se tensaron con sólo apreciar su vil mirada de...
¡Inútil ególatra!
Un grandísimo error, que desgraciadamente me gustó. Era innegable que me gustaba, me revolvía los sesos y a la vez me agradaba estar cerca de él, pero era un odiable tirano que se atrevió a humillarme, y cuándo pude creer que sólo fue un malentendido, lo vi reírse claramente sin decir palabra alguna y me fascinaba ¡claro que sí! Era extremadamente sexy, es mi maldito sueño, mi bendito affair de una noche cuyo no podía sacar de mi cabeza. Pero no podía dejarlo hacer conmigo lo que a su ego le apetecía.
—¿Qué? Dios, no. —Pasé mis manos por mi cabello, angustiada. Eso sentí, angustia. Ya no quería tenerlo cerca, si teniéndolo lejos no podía sacármelo de la cabeza, teniéndolo cerca sería aun peor.
—Déjame explicarte. —Me miró con una expresión que simplemente no decía nada, era nada.
—No quiero nada de ti, ni tus explicaciones, ni tus opiniones, no quiero volver a aceptar acercarme a ti, no quiero tocarte, no quiero verte, porque tú sabes lo que provocas con esa mirada de inocencia, pero que yo bien conozco de inocencia no tiene nada. ¿Sí entiendes? no quiero, no deseo que desordenes nada en mi vida, la quiero así, quiero mi espacio seguro intacto y sobretodo ¡no te quiero en mi espacio! ¿está bien? —Grité en un tono de voz exhausto, sentí rabia. Estaba delante de él con esa mirada sobre mi, pero que no permitiría me intimidase.
—Sé que quieres tú zona de confort, nada de locuras ni procesos amorosos, yo también quiero eso ¿lo ves? Allí estamos de acuerdo, estamos progresando. —Bromeó haciéndome torcer los ojos, no quería soportarlo y mi orgullo no quería saber de él. —Pero no quiero saber qué piensas así de mi, nisiquiera pensar que crees que fue un plan macabro de mi parte, que mi mejor amigo te viera así, si pudiera haber evitado que eso pasara lo haría, porque yo... soy —Se detuvo, estando extrañado cómo si estuviese analizando y retractándose de lo que sea que estuviese por decir. Pero me picó el insecto de la curiosidad, y me fue inevitable dejarlo pasar.
—¿Eres qué? —Me crucé de brazos y doblegue los ojos con determinación, esperando su ridícula explicación, aunque la parte orgullosa no quería seguirlo escuchando. La parte no racional exigía seguir escuchando aquello que tenía por decirme.
—Yo, soy muy posesivo. —Desencajó su mandíbula, mirándome firme y sin titubeos, algo que hizo que cada vello de mi piel se erizara y mi corazón galopara cómo si hubiese corrido una especie de maratón. Noté como sus manos se empuñaron y sus nudillos cogieron un color blanquecino por la fuerza que aplicaba al apretar, aquello me hizo pensar. No entendía que le sucedía y ni el porque de esa actitud.
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Una pasión a escondidas ©
Romance-El amor no es cómo lo pintan-. No nos enamoramos de la sencillez, de la tranquilidad, de lo sereno. Nos enamoramos de lo prohibido, de las emociones fuertes, de quién nos hace morir y vivir, de quién nos arranca de nosotros mismos, quién nos lleva...