Capítulo 11

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Capítulo 11

—Mila —Llamó mi amiga con la boca llena, sacándome de mis más ridículos pensamientos. —Sé que dije que no sería intensa, pero ¿cómo fue qué llegaste a acostarte con Gillard?

—Yo no me —Apreté mis labios, apunto de decir algo que me jodería la mentira. Me dí una bofetada mental por ser tan tonta, no sabía si esa mentira pudiera soportar tanto.

—¿Qué?

—Perdón —limpié mi boca con una servilleta, intentando actuar casualmente. —Digo... yo no sé como pasó fue algo tan repentino y simple, fue inesperado, no tengo palabras para describir lo grandioso que fue, el sexo, oh Dios, Santísimo sexo. —En esa parte al menos no mentí, no fue con Francoise pero el sexo si fue excelente.

—Por la forma en que lo describes, tuviste una gran noche.

—La tuve, créeme. Pero fue cómo un puñal de emociones, me divertí, me enfade, luego me volvió a seducir y volví a caer. Me sentí débil ante él pero no fue culpa mía, fue la dulce y delineada curva en su nariz, cómo una delicada obra de arte hecha con un fino cincel y luego pintanda al óleo con un pincel hecho con las alas del talón de Hermes. Una fina obra de arte hecha con el material más resistente y fuerte que pudiera existir, diría que de hierro y fuego, cómo si el mismísimo vulcano lo hubiese moldeado con su indeleble martillo. —Y al terminar mi respectiva y bastante extendida descripción de Stephan, suspiré y también tragué saliva al notar lo estúpida y descriptiva que había sido, me abofeteé por segunda vez. —Sí, fue una noche invaluable e intensamente pasional. —dije rápido y para terminar. Estaba actuando tan ridícula y extraña.

Acababa de describir a Stephan de la más increíble forma, sin darme la mínima cuenta. Creo que me pasé de la línea, pareció una línea de un ensayo sobre los poemas épicos de Homero.

—Mierda, eso suena tan... Vaya, ¿acaso te acostaste con un Dios? o ¿que carajos fue eso? —soltó un grito de pura sopresa y emoción. —Mientras lo describes siento que hablas de un ser divino, lo pusiste en un pedestal de oro amiga, hasta parecía que recitabais un jodido poema. —Pasó su mano por su cabello aún sin poderse creer todo aquello, ella estaba contenta por mí, siempre era así. —Milangela, ¿qué rayos te hizo ese tío? —preguntó zarandeándome y mirándome a los ojos, sin poderse aguantar la risa.

—Oh no, no querrás que te pase. Es como un maligno sacrilegio de la mierda, no querrás eso. —Dije yo negando y haciendo círculos a la isla de la cocina con mi dedo índice.

—¡Qué si! quiero eso, quiero sentirme así, quiero tener un Dios en la cama también. —Chilló como una cría de siete años.

—No empieces con eso, Tiana. No estuve con ningún Dios.

—Dios mío, obvio sí estuviste. —rodó los ojos —Que suerte tienes amiga. ¡Te adoro! me encanta que lo hayas pasado tan bien anoche con Francoise. —Y con solo el pensar que me acosté con Francoise me revolvió el estómago, nisiquiera me gustaba ese tío, me daba vergüenza que Tiana creyera que me acosté con él. Creo que de hecho, es casado. Aparentemente Tiana no sabía eso.

Entre risas y excesos de detalles, terminamos de comer, y nos dirigimos a mi habitación a ver una película, Tia se lanzó en mi cama y se acomodó con varias almohadas acaparando mitad de esta.

—Hey, dejame un espacio ¿quieres?—protesté mientras seguía buscando algúna película, algo que no hubiéramos visto aún.

—Mira, sabes que me gusta mucho ver cómodamente las películas, pero, como soy buena amiga, haré una excepción —Señaló un pequeño espacio a su lado con sus manos. —aquí tienes tu espacio, tú privilegiada zona a mi lado. —Yo sólo me reí de eso y volví a buscar un filme.

Una pasión a escondidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora