Cap. 8

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Un rayo de sol, se cuela a través de las cortinas de seda rojas, muy propias de la mansión de Stephan, me incentivaron a entreabrir mis ojos. Caí rápidamente en cuenta del lugar dónde acababa de despertar, y no pude evitar suprimir una sonrisa al recordar aquel evento que desordenó mi razonamiento y ahí estaba yo, despertando desnuda en una cama que no era la mía. Pero sin embargo; no me arrepentía de eso.

—Ah, luz. —Me quejé al abrir de una vez por todas mis ojos, levantándome de golpe, y volviéndome a acostar con mi mano en la cabeza, ¡auch! bebí demasiado anoche.

Cerré mis ojos recordando todo anoche, Oh mierda, Stephan. ¿Dónde estaba?

Recordé una vez más al hombre que durmió conmigo, y me di cuenta que no estaba durmiendo, y eran las... 8:00 am.

Volteé a ver a todos lados y no lo divisé en la habitación, ¡ja!

Sabía que pasaría, despertaría sola, sin conocimiento en una casa desconocida para mí y con una terrible migraña latigando mi cabeza. Luego uno de sus chóferes me diría: El estimado señor Villanova, me pidió llevarla a casa. Dejó dicho que la llamaría.

Y entonces, nunca llamará, y en el trabajo me ignorará. Al diablo, dejaría de pensar en eso.

Con la sábana blanca cubriendo mi cuerpo totalmente desnudo, me levanté, con algo de incertidumbre, apunto de tomar el pomo de la puerta me detuve.

—No puedo salir así, ¿y si hay gente ahí? de servicio, o no sé, dudo que viva sólo.

¿Dónde estaba mi ropa? Mierda, fui a por mi teléfono y busqué el número de Stephan pero ¡ah! grandioso, no se lo pedí, pero miré a la mesa de lado de la cama y veo que estaba ahí su móvil, osea que él estaba aquí, pero ¿dónde?

Caminé al baño, y no estaba, el inmenso closet, tampoco estaba ahi, su habitación de juegos, salí al balcón donde se encontraba un pequeño jacuzzi y ni rastros de él, bueno todo esto sin salir de su "pequeña" habitación, seguro debía estar afuera.

Esperando y esperando a ver si entraba se me pasaba la vida entera, hoy era domingo y no debía trabajar pero ya quería mi espacio, no estaré aquí encerrada toda una vida.

Mirando en un rincón de la habitación, visualice ropa interior de él, pero tampoco estaban allí mis bragas. Curiosidad mía, me dio por tomar su bóxer ‘Calvin Klein’ de hecho muy propias de él. Una sonrisa de obviedad se asomó en mi cara, mientras observaba la tela en mis manos. Y sí, en esa acción realmente estúpida entró Stephan a la habitación de pronto, y me hizo dar un respingo y soltar de golpe su ropa interior, lanzándola al suelo, sin poder evitar que la sangre corriera hacia mis mejillas. Y mis músculos se contrajeran por mi alta vergüenza. ¿Por qué tuve que coger los jodidos bóxers?

—¿Tú... estabas? —Dijo señalando sus bóxers y haciendo una cara de burla e interrogación.

—Solo la quería apilar en tu cesto de ropa sucia, había un pequeño desastre en esa esquina. —Mentí.

Me miró expectante. —Pero mi canasto de ropa sucia no está aquí en la habitación. —Concluyó y continuó su burla con obviedad.

—Y, eso es lo que yo no sabía. —Admití encogiéndome de hombros y realmente apenada por qué siempre debo hacer estupideces innecesarias.

—Está bien, pequeña pervertida. —Comentó socarronamente. Luego se dirigió a el balcón, haciendo una seña para que lo siguiera y así lo hice.

Ya en el balcón, lo miré y el se sentó a tomar una copa de whisky en la otra esquina.

—Al menos me podrías decir ¿dónde carajos está mi ropa? —Lancé un pequeño grito para que me escuchara desde dónde estaba y alcé mis brazos reclamándole, ya que aún me encontraba desnuda con sólo unas sábanas cubriéndome, en las puertas de su balcón, el sol de la mañana me golpeó placenteramente la piel.

Una pasión a escondidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora