Enseñándole lo que es el Amor (Amor en Boston #1)

Capítulo 27: Grace

Ha pasado una semana desde que Rebecca me empujó por las escaleras, causándome un golpe tan severo que tuve que ser operada de urgencia. Estoy bien o al menos eso es lo que dice mi doctor de cabecera. Puedo ser dada de alta al fin y no puedo estar más feliz por la noticia.
No puedo mentir, ha sido una semana llena de emociones y un poco – quizás más de la necesaria – de diversión. Tener a los Ainsworth conmigo todos los días hizo de mi estadía en el hospital un montón más feliz, más amena, a pesar de la situación que nos convocaba. ¿Matt? Matt había sido un ángel. Había llegado al hospital cada día con flores diciendo que jamás le había dado flores a nadie y que era mejor que no dijera nada si no quería ser abandonada allí. No sabía si sentirme emocionada y halagada, divertida o qué. Él había estado todos los días conmigo, al igual que sus hermanos, saltándose por completo el hecho que tenía que trabajar, alegaba que era su propio jefe y que podría tomarse una semana de descanso. Como la listilla que era, le había preguntado que a dónde tenía planeadas sus vacaciones. Él solo me había mirado con malicia y había que dicho a dónde yo quisiese ir.

Me habían dado el alta justo para el cumpleaños de los gemelos.

El doctor había dicho que debía tener cuidado con los seis puntos de sutura que tenía en la parte trasera de mi cabeza, que debía tener extremo cuidado con tirar de mi cabello o amarrarlo, podía mojarlo siempre y cuando lo secara con cuidado después. Debía cuidarme excesivamente de movimientos bruscos, levantar la cabeza con rapidez o ir en algún vehículo en movimiento rápido. Y por esa misma razón, cuando me subí al auto de Matt, con ayuda de él y Ashton, no podía dejar de quejarme por la velocidad con la que él manejaba. 

—Jesús, la policía nos detendrá solo por ir muy bajo del límite permitido de velocidad. Acelera el maldito auto, Matt. – él me dedicó una mirada de soslayo que indicaba molestia. 

—No aceleraré a menos que tu vida esté en real riesgo. 

—Matt, un viaje de diez minutos lo has convertido en uno de veinte. Ahora, presiona el acelerador antes que me tire con el auto en movimiento. – Él entrecerró los ojos en mi dirección y Ashton se rio en el asiento de atrás. 

Matt aceleró lo suficiente para ir a cincuenta kilómetros por hora y, para mi sorpresa, nos dirigíamos a su casa en el distrito de South End. 

— ¿Por qué vamos a tu casa? – Quise saber, curiosa. 

—Porque es el cumpleaños de los gemelos, tendremos una pequeña fiesta para celebrar el cumpleaños y tu salida del hospital. Tu tía dio el consentimiento de traerte aquí y que pasaras la noche. 

— ¿Pasar la noche? – Matt sonrió con malicia.

—Claro. 

Me mordí el labio y asentí en silencio.

Matt me ayudó a bajar del auto mientras Ashton bajaba mi mochila con mi ropa y cosas varias. Al menos tenía una muda de ropa limpia en esa mochila aún. De otro modo, me hubiese negado a pasar la noche. 

Subimos al segundo piso y mi estómago se revolvió cuando él me dirigió a su habitación, nunca había estado en ella y medio me causaba curiosidad ver qué tenía en ella además de la cama. Claro. Medio me esperaba ver una de esas habitaciones lujosas de hotel. Descarté la idea de eso cuando recordé que Matt no era para nada tan ostentoso como para eso.

En cambio, su habitación sí era enorme, pintadas de blanco y gris oscuro, todo con detalles en color café claro y mostaza. Era increíblemente moderno. Las paredes estaban llenas con cuadros minimalistas en blanco y negro, también había un montón de fotos de la familia en una cómoda justo debajo de la televisión colgada en la pared. Había uno de esos sofás otomana gris al final de la cama, cama que estaba decorada con la misma gama de colores. Guau. Tenía un baño y un closet gigante que pude ver a través de las puertas dobles abiertas. Bueno, quizás sí era un poco similar a esas habitaciones de hoteles de cinco estrellas que había visto por televisión. Un poquito.