Capítulo 9

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Las dos mujeres se quedaron sentadas tomando el té en silencio. Mina no sabía cómo sacar el tema, estaba realmente nerviosa por tener a aquella mujer a su lado mirándola en un silencio sepulcral.

—Señora, siento haber llegado sin avisar. Debí decirle a mi esposo que al menos le mandase una carta advirtiéndole de mi presencia. Comprendo que se enfadase usted conmigo.

—Sabes mi Kunzite siempre es muy reservado cuando habla conmigo. Cuando te dije eso estaba más enfadado con él que contigo.

Kunzite entró en el salón y se quedó mirando a las dos mujeres. El conde miro mal a su madre mientras que se sentaba al lado de su esposa. Ella estaba más tranquila y eso podía notarlo él. Durante el rato que estuvieron allí su madre le dijo que su hermano había dicho que llegaría en un par de días. Después de eso su madre se retiró a descansar.

—¿Qué te ha dicho? – Preguntó Kunzite en tono serio.

—Me ha pedido disculpas por todo lo que dijo ayer – Mina apoyó su cabeza en el hombro de Kunzite-. Querido, después de lo que pasó ayer, creo que aún no estoy preparada para esto.

—Mina, sé que por culpa de lo que te dijo anoche te deprimió, pero sabes una cosa tu eres muy fuerte. Lo que pasó ayer es normal que te afectase, crees que no me sentí igual cuando te lo dijo. El que te duela no significa que no esté preparada, es normal que aún te afecte.

El conde la abrazó de manera sobreprotectora. Mina lo abrazó y no lloró simplemente se quedó ahí con él. El corazón de Mina palpitaba desenfrenadamente al estar en los brazos de su marido. Amaba a ese hombre, realmente se había dado cuenta de que lo amaba. La rubia se separó acercándose a los labios de su esposo besándolo y sosteniéndolo cerca de ella con las manos en las mejillas. La joven realmente se encontraba feliz de tenerlo como esposo.

—Kunzite sé que al principio me comportaba de manera difícil, pero he de confesarte que durante todo este tiempo me he dado cuenta de que no eres el hombre que yo pensaba al principio. Eres mucho más atento de lo que yo creía y eso ha provocado el nacimiento de un sentimiento sincero hacia ti– al mirarlo y ver que la miraba perplejo-. No debí decir nada, para ti esto es solo un trato comercial.

Mina se levantó sintiéndose realmente humillada. Se alisó el vestido y salió del salón en dirección al jardín, quería estar sola porque verlo sólo lo haría sentir más humillada. Se fue al lugar más alejado del jardín en el que había unos rosales hermosísimos y una banca enfrente donde podía sentarse.

¿Cómo había sido tan tonta y haberse confesado de esa manera? Ahora él si que se iba a buscar otra esposa y la iba a dejar en la estacada. Se reprendía a sí misma haber sido tan sincera, ya que a ella no solían importarle esas cosas y nunca le decía sus sentimientos a nadie. ¿Tanta confianza le tenía a él como para que se le abriese de esa manera? Seguramente esa sería la razón por la que conseguía a tantas mujeres.

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Durante los siguientes dos días, Mina lo evitaba. Pasaba todo el día evitándolo y por la noche siempre se acostaba antes que él y fingía estar dormida. Le costaba volver a verlo a la cara por lo que le había dicho, hacía dos días.

Iba caminando por uno de los pasillos de la casa cuando se chocó con un hombre, y enseguida pensó que ya se había acabado el huir de su marido, pero al levantar la vista vio a un hombre parecido a su marido sólo que era un poco más joven y bajo. Ese era el hermano de su marido.

—Siento mucho haberme chocado con usted – dijo ella haciendo una ligera reverencia-.

—Y, ¿quién es usted bella dama? - Preguntó haciendo una ligera reverencia.

—Soy la condesa Lexington– contestó viendo como la sonrisa coqueta se borraba ligeramente de los labios de él-.

—Soy Yaten Lexington– volvió a hacer una reverencia mientras que la miraba-. No me has dicho tu nombre.

—No necesitas saberlo – contestó Mina de mala forma y pasó por al lado de él en la misma dirección en la que originalmente iba-.

Mina caminó hacia el despacho de su esposo, quería verlo. Y en parte realmente lo necesitaba. Entró en el despacho sin haber llamado a la puerta y cerró tras ella echando el pestillo. Kunzite la miró, la vio acercarse hacía él y sentarse en su regazo. Comenzó a besarlo muy dulcemente, él por supuesto le correspondió enseguida y la atrajo más hacía él. El beso cada vez se intensificaba más, ella iba pasando las manos por su torso y desnudándolo poco a poco mientras. Al igual que ella, él comenzó a acariciarle las piernas mientras le subía el vestido.

Antes de que ella pudiese darse cuenta la había levantado y la llevaba hasta uno de los sillones del despacho, mientras aún seguían besándose pasionalmente. Estaba claro que los dos se había echado de menos mutuamente. Kunzite la dejó acostada mientras se desabrochaba el pantalón y volvía a ponerse encima de ella.

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Después de dos maravillosos orgasmos, Kunzite cambió el sitio a Mina. Él se acostó en el sofá y ella quedó acostada encima de él descansando mientras él la acariciaba a ella y ella acariciaba su pecho desnudo. Ambos se encontraban tapados con una manta que había en el sillón. El conde acariciaba tranquilamente la espalda de su esposa.

—Querida yo también me siento cómodo estando a tu lado – dijo bajo mientras que la abrazaba-.

—Tengo que decirte algo. Cuando venía hacía aquí vi a tu hermano en el pasillo y se me insinuó. Lo he ignorado, pero no sé lo que sería capaz de contarte él – dijo ella mirándolo y viendo que él también la estaba mirando-.

—Como te ponga un dedo encima se enterará – contestó acercándose a besarla-.

—Soy tu esposa y no permitiré que me toque – Mina sonrió dulcemente mientras se acurrucaba de nuevo-.

Permanecieron así hasta que un sirviente les avisó que era hora de comer y que los esperaban. Ambos se vistieron enseguida, Mina se peinó con los dedos y contempló a Kunzite echándose el pelo hacía atrás. Ella se acercó y cogió las manos de su esposo apartándolas de su cabello.

—Me gusta que lo lleves al viento, de manera salvaje - pronunció ella para después morderse ligeramente el labio-.

Kunzite no se pudo aguantar y la beso de manera impulsiva y pasional, dándole un ligero bocadito antes de separarse.

-—El único que puede morderte el labio soy yo – dijo observando la sonrisa que se formaba en los labios de Mina al decir eso-.

—Si es así como vas a reaccionar me lo morderé más a menudo – contestó ella sonriéndole-.

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Una vez sentados a la mesa. Su madre la presidía Kunzite y Mina estaban a su derecha y Yaten a su izquierda. Los sirvientes comenzaron a servir la comida. Mina estaba hablando con la madre de Kunzite mientras que Yaten miraba a Mina de manera lasciva y el conde se daba cuenta de cómo lo hacía y lo miraba con verdadero odio, pero estaba claro que no podía saltar durante la cena con algo así. Por supuesto, ninguna de las dos mujeres se daba cuenta de lo que estaban pasando a su alrededor.

Comieron de manera tranquila conversando, pero Kunzite notaba claramente las intenciones de su hermano menor y no iba a permitir que mancillase a su Mina. Su esposa era sagrada y no iba a dejar que Yaten la tocase. Mina sí que se había dado cuenta de cómo la miraba el joven, pero hacía como si no se estuviese enterando de nada en absoluto.

—Si me disculpan, me encuentro un poco cansada – dijo la rubia levantándose de la silla y caminando hacía la puerta, para ir a la habitación que compartía con su marido-.

Cadena Del Amor (Adaptación Mina/Kunzite) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora