- Cero -

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Dos adolescentes, cuyos corazones latían fuertemente, se encontraban sentados en la orilla de la cama de aquella silenciosa habitación.

El chico tragó saliva antes de acomodarse de tal manera en la que, quedara frente a la muchacha de cabellera negra y aspiró fuerte, tomando valor para extender sus manos a las de ella y tomarlas con la poca seguridad que le quedaba.

—Lo siento.

La chica apretó los dientes y bajó la mirada hacia las manos unidas.— ¿Por qué te estás disculpando?— la pelinegra sintió un poco de alivio cuando su voz sonó clara y no temblorosa, justo como se sentía.

—No puedo seguir, no está bien.

La muchacha podía jurar que nunca le había dolido el corazón como lo hacía en ese momento. Sus labios temblaron y cerró los ojos con fuerza al sentirlos lagrimear.

—Entonces, ¿Qué haremos ahora? ¿Seguir como antes? Regresar a lo que éramos antes de…¿esto?— preguntó con la mirada perdida en aquel par de manos grandes que escondían las suyas.

—En serio lo siento, yo no quería…

La pelinegra alejó sus manos de las contrarias bruscamente y se puso de pie.—Bien.

—No, espera.

Aún cuando escuchó la petición, ella siguió con su camino hacia la puerta de la habitación; quería irse lo más pronto posible.

—Soomin.

La pelinegra mordió sus labios al escuchar sus pasos detrás de ella ¿Por qué la seguía? Solo, debía dejar que se fuera.

Bajó las escaleras lo más rápido que pudo y el muchacho la imitó.

—Espera un momento.

Soomin se colocó sus zapatos escolares como pudo y mal colgó su chaqueta sobre sus hombros. Cuando estuvo segura de que no dejaba nada, extendió la mano hacia el picaporte de la puerta y cuando la abrió una fuerte ventisca acompañada de agua golpeó su rostro y aún así ella dio un paso para salir.

—¡Está lloviendo muy fuerte! ¡Espera que se calme!— el chico extendió la mano para detenerla, tomándola de su mano libre.

Ante esta acción Soomin chasqueó los labios y se zafó del agarre del muchacho.— ¿Porqué importa? No es como si viviera del otro lado de la ciudad.

—Podrías resfriarte, así que, por favor.— el muchacho volvió a tomarla de la mano.— Espera un poco.

—No quiero.

—Soomin.

—Déjame en paz.

—Aún somos amigos.— el muchacho tragó saliva y quiso ver el rostro de la pelinegra pero ella solo le daba la espalda.— ¿Cierto?

Soomin alzó la mirada hacia el cielo nublado y las gotas de lluvia cayeron sobre su rostro.— Deberías cerrar la puerta, tu piso se está mojando.— dijo al soltarse del agarre del chico y sin más, avanzó hasta el portón de la residencia.

La cabellera negra del chico se volvió húmeda al quedarse parado en el portón de su casa. Había querido ir detrás de ella y decirle que regresara y se quedara con él pero no pudo hacerlo. El portón solo estaba de adorno y aún así, él quería convencerse de que aquel pedazo de metal se había interpuesto en su camino.

Lo cierto era que, él no había querido cruzar el portón para ir detrás de Soomin. Tuvo miedo, porque para él, Kang Soomin no era una simple chica, era tan importante para él que temió de él mismo.

Solo era un chico de preparatoria, dejando ir algo preciado debido a sus miedos  e inseguridades.

En ese momento, para él fue la mejor decisión, pensó que era lo mejor para ambos.

Pero quizá, más adelante, se arrepentiría de ello.

Pretender que estaban bien frente a sus amigos fue la mentira perfecta, ninguno se enteraría de lo que había pasado y estaba bien, de todas formas, aquello había sido la causa de su decisión.

Él intentó convencerse de que su decisión no había sido errónea, que terminar con ella había sido mejor que seguir escondiéndose o en su defecto contarle a sus amigos, pero perder lo que tenían le daba miedo; sobrepuso la amistad sobre sus propios sentimientos.

Ella intentó tomarlo de la mejor forma posible, aunque insistió en que no había necesidad de terminar, al final no pudo hacerlo cambiar de opinión y se dijo a ella misma que estaba bien, que aunque se seguirían viendo, haría su mayor esfuerzo para pretender no sentir nada más allá que simple afecto hacia un amigo cercano.

Pero no terminó ahí. Por las noches, algunas veces en la madrugada, él pensaba seriamente mientras miraba el contacto en la pantalla de su móvil.

“Te diré algo que debes saber, no es nada que pueda decir por teléfono, te lo diré pero tengo que estar frente a ti” .

Eliminando el mensaje antes de ser enviado, bloqueaba el aparato para después esconderse debajo de su cobija.

-“Eres lo que más extraño”.- murmuraba con los ojos cerrados, odiándose por haberla alejado, por temer de algo que, se le había asegurado nunca pasaría, pero ahí estaba, lamentándose en la oscuridad de su habitación.

Tal vez era egoísta de su parte quererla de regreso.

Pero después de esas noches solitarias llenas de arrepentimientos y lágrimas, el tiempo transcurrió con normalidad.

Él no hizo nada para tenerla de vuelta y ella no volvió a mirarlo como solía hacerlo; después de todo él se lo había pedido.

No soportaba el hecho de que lo mirara de aquella forma y no pudiera pellizcar sus mejillas o abrazarla como solía hacer cuando estaban solos.








~Love Maze 💜

19/09/2019

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