Capitulo 2

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-Buenas tardes tenga usted en este maravilloso día soleado, me he tomado la molestia de acudir a ofrecerle mi ayuda, está sola, sin nadie que se muestre amable con usted, permítame hacer el honor de ayudarle en sus compras - le dije con una voz suave y amable

-Buenas tardes tenga usted también caballero- me respondió Amelie- agradezco su amable ofrecimiento, pero no me gustaría aprovecharme de su amabilidad, vera, son demasiadas compras las que tengo aquí y este peso no lo debería llevar usted.

-Permítame contradecirla señorita, pero yo no podría permitir que una dama, tan frágil y bella como usted llevara por si sola todo este peso, permitame ayudarla- dije tomando sus compras 

-Le agradezco su amabilidad caballero- me agradeció acompañada con la sonrisa más hermosa que hubiera visto jamás- y si no es ninguna molestia, podría conocer su nombre?

-Por supuesto, no es ninguna molestia, mi nombre es Jev Cipriano.

-Jev Cipriano, mucho gusto caballero- respondió con una sonrisa- permítame presentarme, mi nombre es Amelie Valois

 ...

Ayude a Amelie con sus comprar, en el camino hacia su hogar tuvimos una muy interesante conversación, por lo que pude notar, ella disfrutaba el pasar el tiempo conmigo, de la misma manera en la que yo lo hacía. 

 ...

Durante un tiempo, Amelie y yo seguimos frecuentándonos, yo la observada de lejos procurando que nada malo le sucediera y en el momento que me parecía mas apropiado me acercaba a ella y pasábamos la tarde juntos, otras veces le ayudaba con sus compras y otras simplemente la acompañaba a sus casa.
Paso un semana, dos, tres semanas, un mes entero, en los cuales todos los días frecuentaba a Amelie, durante todo este tiempo procure ser muy cuidadoso con mis encuentros con ella, al menos eso fue lo que creí.

-Hasta la próxima vez que nos veamos bella dama, os pido que conserve esa hermosa sonrisa en su rostro, odiaría saber que por alguna razón usted, bella dama, no está sonriendo.

Y con estas palabras me despedí de ella, sin saber que estas palabras serían las últimas que alguna vez le diría a mí amada, ¿amada? ¿Acaso la amo? No, no puedo amarla, si los arcángeles se enteraran de esto me desterrarían del cielo.

...

En mi camino hacia el bosque sentí una presencia fuera de lo común, me puse alerta, seguí avanzando con cautela hasta que a lo lejos pude distinguir una figura, ¿un hombre? No, una mujer, pero no cualquier mujer, era un ángel, un ángel de la muerte. 

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