Capitulo 5

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No sé por cuanto tiempo me quede en aquella casa con el cuerpo sin vida de Amelie entre mis brazos, lamentándome lo estúpido que fui, y llorando por la pérdida de mi amada.
Pasado un tiempo, realmente no puedo decir cuánto tiempo fue, comencé a escuchar murmullos afuera de la casa de Amelie, no podía permitir que las personas del pueblo me vieran ahí, pensarían que yo fui el causante de esta tragedia, así que coloque con mucho cuidado el cuerpo de Amelie en el suelo, bese con delicadeza sus labios y su frente y me fui de ahí.

Camine sin un rumbo fijo por lo que parecieron horas, llegue hasta un acantilado que se encontraba en lo más profundo del bosque. Me asome y pude distinguir las olas golpeando las rocas del acantilado, me deje caer sobre mis rodillas, podía sentir las gotas de las olas llegar a mi rostro, cerré los ojos vislumbrando la imagen de Amelie en mi mente.

-Perdóname amor mío, todo ha sido culpa mia.

Me repetía esto una y otra vez. De pronto se escuchó un relámpago y una fuerte e inesperada lluvia cayó sobre la tierra, mas relámpagos seguían iluminando el cielo oscuro. Esta era una señal, una señal de que los arcángeles ya venían por mí, y yo no haría nada para impedirles que me dieran mi castigo. Puede sentir una presencia a mis espaldas, no me moleste en girar para ver quién podría ser, ya lo sabía, un arcángel. Decidí facilitarle el trabajo. Levante mi cabeza viendo al cielo, coloque mis dos brazos a los lados y el arcángel pareció entender mi mensaje. Se acercó a mí, sentí como colocaba sus manos en una de mis alas, jalo fuertemente hasta que se desprendía una de mis alas, sentía un enorme dolor, sentía como la sangre recorría toda mi espalda, sentía... sentía... ya no sentía nada. No pude distinguir en que momento el arcángel tomo mi otra ala, ya no sentía dolor, no sentía las gotas de lluvia golpeando contra mi cuerpo, ya no sentía la tierra debajo de mis rodillas, ya no sentía nada.

-Arcángel Cipriano, tus acciones en la tierra han causado tu destierro de tu posición como arcángel, así como tu destierro del cielo; nunca más, por toda la eternidad, se te dejara volver a ser parte de la raza de los ángeles, no usaste tu poder para el bien, al contrario, te involucraste sentimentalmente con una humana, lo que ocasiono la perdida de tus alas y a ella la muerte. Jev Cipriano, se te condena a vivir toda la eternidad en la tierra, sin la oportunidad de volver a convertirte en un ángel. Llevare conmigo una de las plumas de tus alas, con esto, en cualquier momento yo y los demás arcángeles podremos condenarte a toda una eternidad en el infierno.

Y con estas palabras desapareció de la misma manera en la que Dabria lo había hecho. Sin pensarlo dos veces me deje caer por el acantilado, mi cuerpo se golpeaba contra las rocas, sangraba, pero yo no podía sentir ningún dolor físico, el único dolor que sentía era en mi corazón. Mi corazón sufría por Amelie.   

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