El arte de la exactitud.
Es como lo había denominado en su cabeza y la razón por la que gustaba de la fotografía, porque todo parecía tener un orden fijo cuando se grababa una imagen, congelandose en un momento cuando presionaba un botón. Pese a que muchos relataban sobre los complicados sentimientos tras una simple foto, él nunca pudo persibirlos, para él solo tenían una belleza estética, plasmada tras rigurosas observaciones.
Una simple imagen que se luce egoísta y hermosa.
O eso pensaba hasta ese día…
Porque aquella imagen que observaba tenía aroma y un sonido, acompañada de una catarata de emociones que se mecian melancólicas y presumidas en una perfecta paleta de colores cálidos que se posaban en una tarde: en una boba canción sin sentido perdiéndose entre la límpida caída del sol;
Era una belleza que haría a los paisajes del mundo temblar de envidia.
Y pertenecía a una persona.
Una persona que, haciendo honor a la belleza que pudo apreciar, le sonrió haciendo a sus ideales desmoronarse. Pertenecía a una persona que siguió cantando en la llegada de una tormenta imprevista que altanera creyó que podía atrapar ese momento en un torbellino, porque una simple imagen no podría capturar aquella belleza que amable, pura, egocéntrica y tenaz se había posado a cantarle, haciendole aún más difícil el respirar. No conocía la canción con la que desde ese momento definiría las tardes, la letra era boba y sin sentido marcando lento mientras el hombre mantenía los ojos cerrados y una mano en su pecho.
Estaba completamente embelesado, pues una canción nunca se le había hecho tan hermosa y una simple persona jamás había hechizado de tal manera su ser. Estaba cautivado. Arrobado. Extasiado con todos los sentimientos que habían explotado en su pecho esparciendose por su cuerpo hasta causarle escalofríos incluso en los dedos. Estaba absorto por una voz que decidió, altiva y amable, seguir regalandole su melodía. Hechizado por una risa que apenas si había escuchado pero se repetía en su mente como marcandole el ritmo a esa grave y delicada voz. Fascinado por aquella sonrisa que casualmente se posaba en sus labios dándole más de esa gracia sincera y deslumbrante digna del abatimiento de primavera.
Y estaba maravillado... por aquello que hasta ese entonces no sabía que podía sentir.
Fue egoísta de su parte pensar que aquello cabría en una simple foto.
Si analizaba racionalmente lo que acababa de pensar parecería descrito como una afirmación, y eso era extraño, puesto que él no había visto la foto. No la había arreglado y para ser sincero no quería hacerlo, pues no creía haber capturado aquella belleza en su extensión. Por el otro lado, el simple hecho de tocar aquella imagen, enturbiar su naturaleza, sería servir a un pecado.
— No sabía que tenía público. —Ese comentario con tono grave lo descolocó, seguido por una suave risa que barrió con los pétalos del ambiente.
Por lo menos supo que su suposición había sido acertada: tenía una voz grave, seductora y atrapante, pero a la vez, suave y delicada, ¿podía una tormenta arrasar con las copas de los árboles sin hacer ruido? Así es como describiria la voz de aquel extraño.
— La canción se llama Scarborough Fair, —continuó hablando, más para si mismo que para él— hay muchas versiones de ella, pero a mi me gusta la de Simón y Garfunkel. —Comentó para seguir en su labor, la simple pero bonita tarea de envolver los perfumes.
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Parfum de printemps. (Soukoku, BSD)
FanfictionEn una primavera de colores pálidos un joven y nada apasionado fotógrafo se encuentra en Okinawa: un viaje de descubrimientos a un precioso lugar lleno de imágenes para plasmar; donde la fotografía más hermosa resultó ser la de un risueño hombre en...