Capítulo 4: Lo metafórico.

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El constante golpeteo de una pluma contra una superficie de madera producía un eco encantadoramente cansino, pero, al mismo tiempo, era la única prueba de que la persona al otro lado de la línea no le había cortado. Le había explicado a Odasaku lo sucedido desde su llegada, era su fiel amigo y confidente despuésde todo, además de la persona que lo estuvo ayudando emocional y económicamente desde que escaseó su trabajo. Más también, sabía que contaba con una crudeza y sinceridad que solamente eran igualadas por su amabilidad y nobleza.

— Déjame ver si lo entendí todo correctamente. —Pidió, con el golpeteo de su pluma como ruido de fondo. Osamu no quiso recriminarle por ello pese a que le estaba colmando la paciencia, no tenía tal derecho.— Llegaste apenas al lugar, te encaprichaste de un alfarero, quieres usarlo para la presentación y no piensas hacer ninguno de los recorridos que te he marcado, ¿estoy entendiendo todo? —Preguntó, y el castaño notó la molestia en su voz.

— Si… Más o menos todo eso. —Decidió omitir la parte en la que realmente no había siquiera iniciado con alguno de los recorridos, pues no era hora de agregarle leña al fuego.

— Osamu, —llamó, sonando como si necesitara juntar aire para hablar—sabes que te quiero, aprecio, admiro y apoyaría la mayoría de tus ideas. —El castaño lo escuchó atento, preparándose para el pero— Pero te diré esto sutilmente: no puedes usar a una persona de temática; deja de estar jodiendo y busca algo que presentar en la exposición porque yo no pienso seguir manteniendote.

— ¿Eso fue sutil? —Preguntó, arqueando una ceja pese a que el otro no lo estaba viendo.

— Dado a que consideré cortarte. Lo fue. —Respondió.

Por su tono Osamu dedució que estaba fregando su rostro hastiado, lo conocía tanto que tenía memorizado sus costumbres así como gestos. Oda solía sostener su entrecejo fruncido cuando se enfadaba, lo que estaba sucediendo en ese momento.

— Mira, —dijo, intentando apelar a su razón—me parece increíble que te hayas enamorado, en serio. O lo que sea que esté sucediendo. Pero fuiste ahí a trabajar, no a ligar. Te recuerdo que tu carrera va en picada.

— Es difícil olvidarlo si lo dices así.

— No puedo evitar sentir que ésto va a terminar mal, Osamu. —Compartió dicha sensación con aflicción— Creo firmemente que deberías concentrarte en tu trabajo e intentar evitar involucrarte en algo que no te corresponde, como lo es la vida de ese muchacho.

Dazai suspiró también preocupado a ello, pues lo sabía. Su carrera no iba como quería y en definitiva esa exposición para la que visitó las islas era su salvación. Era la oportunidad de mostrar la evolución de su trabajo, de conseguir clientes y no correr el riesgo de quedar completamente desplazado por los nuevos talentos. Más él también tenía un pero: fue ahí buscando lo que necesitaba, ese toque sentimental en sus imágenes que le daba vida a lo grabado; jamás entendió el sentimentalismo de lo inerte en una fotografía, nunca hasta llegar al lugar pues comprendió la vida que le faltaba a su trabajo cuando apreció por primera vez aquel momento congelado e impreso en un papel, aquel momento con sonido y aroma que representaba a cierto pelirrojo motivo de la destrucción absoluta de sus ideales respecto a su profesión.

Chuya era el sentimentalismo de lo abstracto.

Era claro, puro y al mismo tiempo extrañamente carismático y seductor. El toque irónico a un hecho y él quería, necesitaba, sacar de él aquella extraña emoción alojada en su pecho. La fuerza invisible que lo llevaba por el camino de su ser sensible que tanto había intentado evitar.

Por ello es que aunque sabía que su amigo tenía razón, que Oda simplemente buscaba lo mejor para él, pese a que muy en el fondo admitía que quizá se arrepentiria de no seguir el consejo del pelirrojo, a pesar de que sabía y consideraba los riesgos, no pudo evitar las palabras que salieron de su boca: como un llamado a lo insensato;

Parfum de printemps. (Soukoku, BSD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora