Delicado.
Se preguntó qué tanto le molestaría a un hombre el ser definido por esa palabra, quizá más de lo que creía dejándose llevar por algún pensamiento retrógrada y levemente sensible, pero era la única palabra con la que se le ocurría describir a Chuya en esos momentos... Delicado y grácil, remilgado; y mil sinónimos más que en ese momento no podría pensar.
Estaba embobado en una imagen sensible, atrapado en ese sentimiento que solo lo azotaba al observar a aquel pelirrojo.
Nakahara probablemente no estaría contento en ser descrito de aquella manera, como una imagen lábil y endeble, más, era lo que su ojo experto le indicaba. Hermoso y delicado, como una foto tomada a las estrellas. Era una forma cliché de describir la belleza, tal vez, pero era simplemente la que se adaptaba a Chuya. Brillante en tonos claros y oscuros como el cielo nocturno.
Él quería que su portafolio sea perfecto, si bien todo giraba en torno a una metáfora preparada, todavía sabía que las fotos a elegir eran un tema aparte.
Para ese momento tenía cerca de veintisiete imágenes y para ser sincero consigo mismo cada una de ellas era perfecta. Entre las más destacables se encontraban aquella que tomó a traición la primera vez que lo observó; otra donde estaba sonriendo bobamente a un tonto recuerdo mientras casi se dormía recostado por el mostrador; había una también que tomó mientras ataba listones a unos frascos. Al pensar en las expresiones de Chuya cada una podía ser comparada fácilmente a la de un modelo profesional.El pelirrojo contaba con esa elegancia en sus movimientos digna de la rama. La delicadeza sin el toque egocéntrico que otorgaba el título.
Lo sabía de primera mano por su experiencia trabajando como fotógrafo para revistas populares, cada expresión de Chuya, cada movimiento y gesto acompañado de la luz natural o los leves soplos producidos por el viento... Todo encajaba de manera perfecta en una imagen, como si él mismo hubiese sido creado medido a la perfección. Era perfecto. Sin importar como lo mirase no podía verle un fallo, no le veía un defecto, no encontraba una forma en la que su apariencia se estropeara.
Era tan delicado, tan hermoso. Una imagen que lo dejaba embelesado, arrobado. Era un cuadro que enamoraba ficticiamente.
— Lleva callado mucho rato. —Interrumpió aquella su voz su monólogo interno. Dazai apartó la mirada de su cámara cuando lo escuchó.
El joven Nakahara estaba cruzado de brazos al otro lado del mostrador, mirando de manera fija hacía donde se encontraba él, sentado al lado opuesto. Llevaba desde la mañana en ese lugar y ya casi iba a ponerse el sol, la luz rosacea y rojiza que se colaba por la ventana confirmada el tiempo ya transcurrido. Osamu levantó la mirada posandola en aquel rostro que parecía observarlo con una expresión expectante. Nuevamente, sabía que Chuya no lo veía, más esos ojos claros parecían siempre mirar a un punto perdido en el aire, a algo intangible y efímero de las personas. Se concentró en su rostro, en como las suaves resolanas del sol hacían brillar aquellos cabellos sueltos que reveldes escapaban de su coleta acostada y la luz también permitía su piel brillara con ese sudor tenue y casi seco producto de estar en movimiento todo el día.
— Estaba un poco perdido en mis pensamientos. —Admitió y el menor hizo una falsa expresión de sorpresa.
Entre las muchas cosas que había descubierto respecto al pelirrojo ese par de días estaba el hecho de que era un año menor que él; había tomado clases de alfarería desde que tenía memoria por eso aún podía hacerlo pese a su discapacidad; fue el mejor estudiante de su preparatoria y soñó con heredar el negocio familiar desde temprana edad.
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Parfum de printemps. (Soukoku, BSD)
FanfictionEn una primavera de colores pálidos un joven y nada apasionado fotógrafo se encuentra en Okinawa: un viaje de descubrimientos a un precioso lugar lleno de imágenes para plasmar; donde la fotografía más hermosa resultó ser la de un risueño hombre en...