Aterrizaje Forzoso.

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Capítulo 1

Dos décadas después de que Rakanisu hubiera sido expulsado de Nakomia.

Había realizado infinidad de paradas en distintos planetas para repostar y obtener provisiones para su viaje, los conocimientos que obtuvo sobre las galaxias y lugares que le rodeaban junto a sus respectivas costumbres eran enormes, mas ninguna de las paradas le había acabado de agradar, no lo suficiente como para asentarse al menos. Tras abandonar un planeta enano llamado plutón en el que no fue capaz de encontrar vida retomó su viaje por ese mismo conjunto de planetas. Uno de ellos era especialmente llamativo; tenía un resaltante azul que acaparaba la mayor parte de la superficie y contaba con colores muy vivos, ahí debía haber algo. Y en efecto, el planeta al que Rakanisu se dirigió no era ni más ni menos que la Tierra, un pequeño planeta del que no había prácticamente información. Tras una leve expedición comprobó que la atmósfera y la temperatura eran óptimas para si mismo, aunque prácticamente todas lo eran pues los daki contaban con mucha resistencia frente a los factores medioambientales. Finalmente se decidió a dar el paso y entró a la Mesosfera terrestre, capa donde apareció un inesperado error que no había previsto. El argón de la atmósfera había reaccionado con los materiales que formaban su cápsula, dejando un error fatal que bloqueó gran parte de los controles vitales de esta. En un desesperado intento de no estrellarse el akoniano usó sus reducidos conocimientos para intentar realizar un aterrizaje forzoso, aunque el terreno no era para nada el indicado…
Se encontraba precisamente sobrevolando una ciudad, aunque, sin poder remediarlo acabó cayendo en plena calle y dejando trozos de su nave dispersos por los treinta o cuarenta metros que la cápsula recorrió rebotando por el suelo. Afortunadamente Rakanisu era duro de pelar y, aunque no salió ileso, logró sobrevivir, también gracias a los sistemas de emergencia de la nave, que le protegieron en el momento del impacto con paredes acolchadas. Dentro de la nave había un ser mareado y desorientado, que no tardó poco en caer desmayado, pero fuera… fuera se había dado la alarma total de amenaza extraterrestre. Rápidamente llegaron escuadrónes y escuadrónes de soldados armados con espadas, lanzas, alabardas y escudos. La gente de a pie cuchilleaba alrededor de aquel enorme trozo de metal mientras los soldados la rodeaban para no dejar salir a lo que pudiera haber en su interior. Tras unos minutos aparecieron tres individuos con uniformes de rango superior que se aproximaron más a la nave.

     — Esta parece ser la entrada del vehículo, jefe.— Comentó un encapuchado, bastante bajito, miembro de los recién llegados, señalando la puerta.
     — Lo es, seguro. Drill, abre un agujero para que podamos entrar.— El qué dió la orden parecía ser el mandamás entre todos los allí presentes; era un hombre de metro ochenta y robusto de unos treinta años. Tenía un pelo marrón desordenado que junto a su mirada pérdida y oscura le aportaba una apariencia algo extraña, digna de una persona excéntrica. A simple vista se veía que su diestra no era una mano normal, tenía unas proporciones desorbitadas desde su muñeca hasta las puntas de sus dedos y de sus nudillos salían unas enormes garras. El tercero, quién se hacia llamar Drill, un jóven de estatura y complexión media con cabello largo azabache y ojos azules, asintió y se colocó justo al lado de la cápsula. Al alzar su brazo se pudo divisar perfectamente que no era un brazo normal, tenía un taladro mecánico incrustado. Este comenzó a girar y armar el carácteristico estruendo de esta herramienta, comenzando a abrir un boquete en la puerta. En poco tiempo había dejado ya una entrada más que suficiente para un hombre.
     — Soldados, inspeccionad todo el interior y si encontráis algo raro gritad. — Volvió a ordenar el jefe a sus subordinados. Estos obedecieron y comenzaron a revisar toda la nave, que contaba con bastante extensión. Tras media hora llegaron a la sala central, lugar donde Rakanisu yacía. El soldado que lo encontró no se atrevió a gritar por miedo a despertar a aquel ser así que salió a toda prisa a avisar a sus superiores.
     — ¡N-No os vais a creer lo que había ahí dentro, e-era un monstruo!— El soldado estaba muy exaltado. Sus superiores en cambio, estaban sorprendidos pero moderadamente, ya se esperaban algo así de una nave espacial.
— No te preocupes soldado, no va a pasar nada, pero ahora nos tienes que llevar al lugar donde lo has encontrado.— Sentenció el líder. El soldado asintió y guió a los tres altos cargos hacia la sala central. Una vez allí el ambiente se volvió algo extraño. El ser estaba allí indefenso e inconsciente, pero aún así ninguno era capaz de dar el primer paso para acercarse, al fin y al cabo no sabían de que diablos se trataba. Finalmente el encapuchado sacó una jeringuilla.
     — Esto debería tranquilizarlo. Si logro inyectarsela no habría peligro… — Comentó.
     — ¿Ya estamos con tus cosas científicos tronco? En fin, tu sabrás, yo no me acerco.— Dijo Drill.
     — Trae esa cosa, yo se la inyectaré.— Propuso el jefe con un tono de voz confiado. El más bajo le hizo entrega de la jeringa. Como dijo, se acercó sigilosamente e inyectó el líquido al completo. El alienígena parecía estar vivo pero no dio señales de movimiento ante todo aquello así que se imaginaron que sería seguro retirarlo de ahí.
     — Toma, llévatelo para investigarlo, Ratata. Nosostros nos quedaremos aquí y procederemos igual si nos encontramos alguno más así que danos todas las jeringas que lleves encima. —  Ratata, que era el encapuchado le otorgó a su líder lo que le había pedido y retiró con la ayuda de un par de soldados el cuerpo de aquel ser, que era bastante grande.
— Toma, llévatelo para investigarlo, Ratata. Nosostros nos quedaremos aquí y procederemos igual si nos encontramos alguno más así que danos todas las jeringas que lleves encima. —  Ratata, que era el encapuchado le otorgó a su líder lo que le había pedido y retiró con la ayuda de un par de soldados el cuerpo de aquel ser, que era bastante grande. Una vez transportado a la base central de aquellos hombres se tomaron medidas cautelares con el especímen y fue atado de pies y manos con cadenas de acero a la pared, pues no cabía en las mesas de experimentación por su gran altura. Una vez los soldados abandonaron el laboratiro se pudo ver una capucha cayendo por el suelo. Aquel ser había revelado su verdadera identidad; Se trataba de una rata humanoide de ojos achinados e inyectados en sangre con un pelaje café rodeando todo su cuerpo. Unos amarillentos y puntiagudos, como si de alfileres se tratasen, colmillos de roedor resaltaban también en su faz. Poseía una alargada nariz abigotada junto a unas grandes orejas muy características de las ratas. ¿Su peinado? Una cresta de pinchos hacía atrás al más puro estilo punk. El hombre roedor se aproximó a la pared donde había atado a Rakanisu y lo observó con detenimiento. Antes de hacer ninguna investigación a fondo quería verlo al detalle por fuera.
     — Su pelaje es bicolor como el de un dálmata, que curioso… Un con esta apariencia debe de ser inteligente ¿Hablará Delta? — Tras la colonización de miles de planetas por parte de la policía interestelar, organización dedicada a mantener la paz en el universo, el Delta, un idioma sencillo de aprender y de hablar fue obligadamente enseñado por todo el espacio, dando lugar a un idioma universal que Rakanisu conocía a la perfección.
     — En fin, procederé a investigarlo más a fondo.— Justo mientras decía aquello se dio cuenta de algo muy curioso; « ¿No estaba herido por la caída este bicho? Pero aquí no hay ni rastro de esas heridas…»  Pensó. Brioso se desplazó por su laboratorio en búsqueda de unos robustos guantes como medida cautelar y un bisturí. Sin dudarlo realizó un leve corte en el antebrazo del alienígena para comprobar su reacción. Observando atentamente pudo divisar como la herida se cerraba a una velocidad pasmante, aquel ser tendría una regeneración unas treinta veces superior a la humana. La expresión del roedor era de completa alucinación, si conseguía extraer las capacidades de aquel especímen y trasladarlas a los soldados sería un gran avance para la conquista global pero eso a él le daba igual, lo que verdaderamente le interesaba era poder trasladarlas a sí mismo. Recorrió nerviosamente todo el laboratorio rebuscando entre cacharros para encontrar uno que le sirviera para experimentar con Rakanisu. Este sin embargo parecía no estar de acuerdo con ese plan pues acababa de retomar su consciencia y encontrarse en ese lugar atado le había asustado. Pudo divisar a aquella rata caminando por el laboratorio y decidió esperar haciéndose el inconsciente hasta que se acercara. Tal y como trazó en su plan, Ratata se acercó para tomar una muestra de sangre del extraterrestre mas cuando se aproximó para realizar la extracción se dio cuenta de un perturbador detalle, la cadena que sujetaba el brazo derecho del alienígena estaba fundida, quedando este libre. Para cuando quiso darse cuenta ya era demasiado tarde, Rakanisu bajó su mano en un fugaz movimiento para colocar la yema de su dedo índice en la nariz del roedor, dándole una gigantesca descarga de cientos de voltios que lo dejó completamente paralizado y chamuscado, cayendo finalmente al suelo. El dúal aprovechó para fundir el resto de cadenas y ponerse en pie, debía abandonar aquel lugar cuanto antes pero no sabía como hacerlo. Por su mente rondaron dos planes; El primero consistía en simplemente freír a todo lo que se interpusiera entre él y la salida y el segundo, un poco mas precavido, era intentar escapar de un modo algo más sigiloso, quizá usando algún camuflaje si era necesario. Se desplazó hasta la puerta del laboratorio y pegó la oreja, nada parecía oírse al otro lado. Se decidió a abrirla dando paso a un largo y algo oscuro pasillo con una nueva puerta doble al final. Al llegar al final si que comenzó a escuchar conversaciones humanas del otro lado, pudiendo reconocer fácilmente que hablaban en Delta.Con esa simple información ya pudo saber que era un planeta colonizado por la policía interestelar así que si lograba encontrar a algún oficial de esta podría ayudarle. Sin muchos miramientos abrió la siguiente puerta que esta vez daba a una especie de hall o sala central de aquel lugar desde el que se podía divisar la salida, su objetivo. Era enorme y había gran cantidad de soldados que inmediatamente fijaron su atención en él y que sin pensarlo dos veces cargaron sus armas y se pusieron a la defensiva. Algo que le extraño bastante fue que no eran iguales al roedor que se había encontrado antes, estos no tenían pelaje por todo el cuerpo, ni grandes orejas, ni cola… Era extraño.
     — ¡Es el alienígena! ¡Tened cuidado, no sabemos que puede hacernos!— Pudo ver en sus palabras y en que nadie se atrevía a dar un paso al frente hacia el que le temían. Incluso parecía haber algún oficial entre la multitud de soldados que tampoco hizo nada así que simplemente comenzó a andar hacia delante y utilizó una técnica que le había funcionado en todos los lugares en los que había estado.
     — Aquel que se atreva a moverse morirá.— La voz de Rakanisu retumbó telepáticamente la mente de todos aquellos hombres dejando sus pelos de punta. Ninguno tuvo la valentía de moverse tras aquello. Una vez había abandonado el establecimiento militar no dudó en salir corriendo sin rumbo por la ciudad que había frente a él, escuchando algunos gritos de fondo.
     — ¡Ha huído, avisad al jefe! ¡Ponedlo en busca y captura!— Sabía que estaba en problemas pero no tenía mucho miedo, había comprobado que esos seres eran inferiores a él. Tras varias horas huyendo quedó exhausto y se hizo la noche así que decidió pasarla refugiado en una especie de vertedero que había por la zona. Se hizo un hueco entre la basura para poder descansar y se quedó ahí mismo dormido. Los soldados estuvieron toda la noche patrullando por la ciudad y colgaron carteles por doquier. La noticia circuló rápido y todo el mundo comenzó a hablar de ella. En una taberna de mala muerte de las afueras dos hombres se encontraban bebiendo en una mesa redonda cuando uno de ellos preguntó.
     — ¿Es cierto que se ha escapado un alienígena?
     — Si… Eso dicen— Contestó sin mucha convicción otro de ellos mientras clavaba una daga en la mesa de madera, aunque no era una daga normal si no que contaba con dos puntas, una a cada lado de la empuñadura.
     — De hecho yo lo he visto. — Afirmó tranquilamente un hombre cuya cara estaba tapada por una máscara azul que solo dejaba ver sus ojos.
     — Pero que dices tío… No es momento para una de tus bromas
     — No es broma, mirad. A dos manzanas de aquí hay un vertedero ¿No, Ching?— Preguntó el enmascarado
     — Sí, claro…— Respondió el hombre de la daga.
     — Pues mientras pasaba por al lado me pareció oír algo raro así qué me asomé a mirar. Ese fue el momento en el qué pude verlo, estaba ahí echado entre la basura, la verdad es qué es un buen escondite. — Tras la declaración un hombre que se encontraba jugando con un yoyo de pie apoyado a la pared junto a la mesa se pronunció.
     — Vamos a por él chicos.
     — Con calma Tutu, ahora nos acercaremos pero no interactuaremos con él, solo veremos a dónde se dirige ¿Si?— Propuso el hombre de la máscara a lo que el resto de los presentes asintió. Cuando acabaron de beber se dirigieron a aquellas inmediaciones e hicieron guardia toda la noche para no perder de vista al alienígena. Al saludar el alba, Rakanisu se despertó. Al abrir sus ojos vió algo que le hizo dar un bote hacia atrás; había una especie de monstruito observándole fijamente entre la basura. El bicho pudo darse cuenta de que habían notado su presencia y decidió salir de su escondrijo.
     — ¡Zom… bu!— Aquel ser tenía la apariencia de un niño humano pero con una gran diferencia; su carne era de color verdosa y estaba putrefacta y llena de cicatrices dando la apariencia de un muerto viviente. El ser se lanzó directamente para abrazar al alienígena que no supo muy bien como reaccionar pues no parecía realmente algo peligroso pero nunca se sabía.
     — Dime pequeño ¿Qué haces aquí?
     — Zooombu…
     — ¿No sabes hablar?
     — ¡Zombu!— El pequeño negó con la cabeza. Puede que no pudiera hablar pero desde luego si que podía entender, luego era inteligente.
     — ¿Así que solo sabes decir Zombu? ¿Es qué es tu nombre?— Ante la pregunta el de piel verdosa asintió. Realmente no es que fuera su nombre pero siempre que encontraba personas estas le llamaban Zombi así que se le había quedado la variación Zombu y aprendió a decirlo.
     — En fin pequeño, yo he de partir, ha sido un placer conocerte. — Zombu se abrazó con más fuerza a Rakanisu y negó con la cabeza, él había sido el primero en no sentir asco al verle. Rakanisu resopló y pensó:
«En fin, que más dará si se quiere venir conmigo, quizá sería algo cruel dejarlo aquí tirado… »
Separó al pequeño de sí mismo y le dijó:
     —  Está bien, está bien, puedes venir conmigo, pero tienes que hacerme caso si te digo algo ¿Eh?— Zombu asintió y juntos comenzaron a descender por los montones de basura. Dado el diferente sentido del olfato de Rakanisu no se había dado cuenta del horrible olor que aquel lugar emitía pero entre la basura se pudo dar cuenta de algo muy turbio que no había visto la noche pasada dada la oscuridad; Aquel lugar estaba lleno de cadáveres, pero no cadáveres normales si no cuerpos con deformidades horribles, cicatrices y extremidades amputadas, por un momento eso pareció el mismísimo infierno. Aquel vertedero a las afueras era donde el ejército de la ciudad se desprendía de sus experimentos fallidos. Rakanisu abandonó el lugar con un mal sabor de boca ¡Había dormido entre jodidos cádaveres!

     — Ahí está ¿Lo veis? Sigamosle— Comentó el enmascarado a sus tres compañeros que ya se habían quedado dormidos.
     — ¡EEEEY, VENGA, DESPERTAD CHICOS! — Gritó mientras salía corriendo para seguir a Rakanisu. Los demás se despertaron y torpemente salieron corriendo también.
     — Como no, una mañana más que me despiertan los gritos de Einar…— Comentó Tutu algo cabreado.
     — Si no te hubieras quedado dormido no te habría tenido que gritar.— Replicó Einar, el hombre de la máscara azul a lo que el adverso chasqueó la lengua con indignación.
     — Bueno qué si, callaos ya y mirad eso…— Dijo Ching señalando con su cuchillo a Rakanisu y Zombu que se habían encontrado de frente con un par de soldados patrullando.
     —¡E-En nombre de esta ciudad, Kingshill, y en nombre del ejército X le pedimos q-que se entregue!— Dijo uno de los atemorizados soldados mientras ambos apuntaban con sus lanzas al extraterrestre.
     —Escuchad, no quiero haceros dañ- — Justo cuando se iba a pronunciar recibió consecutivos disparos de pistola en sus piernas y espalda, incluso los soldados se quedaron pasmados, Zombu también recibió varios disparos en la cabeza, cayendo desplomado al suelo.—
     —Gracias por distraer a este bicho soldados.— Agradeció quién había accionado el percutor con sus propias manos, Ratata, que esta vez aparecía de nuevo con su capucha y algunas vendas por su cuerpo pues los movimientos involuntarios que realizó tras la descarga eléctrica de Rakanisu le habían dejado algunas contusiones.
     — E-Es el comandante Ratata y está usando sus armas del diablo…  Ese bicho no tiene nada qué hacer, el comandante puede matar a seres humanos sin nisiquiera tocarlos…— Mencionaron con admiración los soldados. Ante aquellos disparos Rakanisu quedó bastante dolorido, pero permaneció en pie y se dispuso a cargar con sus propias manos energía para dispararla contra el roedor, o al menos aquella era su intención pero una repetida ofensiva que dejó aún más balas en su cuerpo consiguió detenerle.
     — Vas a pagar por lo que me hiciste maldito extraterrestre.—  Tiró sus dos pistolas vacías al suelo para sacar un subfusil uzi que utilizaría para freírlo a balazos allí mismo. Cuando se disponía a disparar escuchó con sus grandes orejas un movimiento proveniente de un tejado justo al lado de donde se encontraban. Al mirar divisó a una persona vestida con un Shinobi Shozoku (Traje ninja) completamente blanco que le acababa de lanzar un cuchillo. Sin mucho tiempo de reacción retrocedió lo justo para que no le diera en plena cara, si no que golpeó su brazo, haciendo que tirara el arma. El hombre del tejado se dejó caer hasta el suelo y sacó de las fundas de su espalda dos alargadas espadas con las que se dispuso a atacar a Ratata.
«En este estado y sin todo mi armamento no puedo derrotar a este cabrón, hora de la retirada.»
Pensó de forma inteligente el hombre rata, que ya sabía a quién se enfrentaba. Salió corriendo ágilmente de forma cuadrúpeda y a gran velocidad. Los dos soldados patrulla también intentaron huir sin éxito, pues el hombre que había lanzado el cuchillo los alcanzó sin mucho esfuerzo y rebanó sus cabezas con dos cortes limpios de una forma casi sobrehumana. Ambos cadaveres cayeron al suelo, recubriendolo en poco tiempo de un intenso color carmesí.
     — Así que él también estaba siguiendo al alienígena… Menudo capullo.— Comentó Einar. Aquel asesino era muy famoso en la ciudad porque nadie jamás había logrado derrotarlo ni tampoco se sabía nada sobre su identidad.
     — Es mejor que nos retiremos de aquí, no conviene que estemos cerca cuando llegue el ejército X… — Advirtió Tutu.
     — Si, tienes razón, retiremonos— Sugirió Ching, siendo obedecido por sus dos compañeros y retirandose del lugar.
     — Tú, alienígena… ¿Como lograste escapar de la base general del ejército X? Debes poseer un gran poder.— Rakanisu no le prestó mucha atención a su salvador pues estaba concentrado en Zombu, que había recibido varios disparos mortales y estaba lleno de sangre.
     — ¿O-Oye? ¿Pequeño, estás vivo? Dime algo… — Puede que lo acabara de conocer, pero era el primero que no le había tratado como un bicho raro y verlo morir de esa forma le dio bastante pena, algunas lágrimas brotaron de sus ojos, no debía haber permitido que le acompañara un ser tan vulnerable, había muerto por su culpa y eso le presionaba por dentro. El espadachín decidió no decir nada más, le había molestado ser ignorado pero no tenía tiempo que perder de cháchara, los soldados estarían al llegar y no podía quedarse allí.
     — Siento lo de tú colega, pero asumelo, está muerto, ahora escuchame. Los soldados llegarán en unos minutos así que debo retirarme, tu deberías hacer lo mismo. Nos volveremos a ver, alienígena.
— E-Está bien… Gracias por salvarme.— Dijo restregándose las lágrimas, debía permanecer fuerte. El espadachín asintió y se retiró corriendo a toda velocidad. Rakanisu se levantó, dejando a Zombu en el suelo, dispuesto a irse. De repente, sintió un brazito rodeando su tobillo; al bajar la vista pudo divisar a Zombu aferrandose al él completamente lleno de sangre, pero como por obra de magia ya no tenía la cara desfigurada por el disparo.
     — ¡Zombu!— Dijo el pequeño con energía y una sonrisa, al parecer él también era duro de pelar. Sin pensarselo dos veces, el mayor tomó al herido Zombu entre sus brazos y emprendió su huida.

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