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Capítulo Seis

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—¿Puedes dejar el maldito celular?  Debes prestarme atención, esto es serio Sebastián

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—¿Puedes dejar el maldito celular? Debes prestarme atención, esto es serio Sebastián.

—Ya te entendí. Lo único que no comprendo es porque tengo que hacerme cargo de tantas cosas ¿Conoces el término delegar obligaciones?

Me di por vencido con facilidad, respiré hondo tragándome todo lo que quería decirle, recordé que con mi hermano debía que tener paciencia, después de todo me estaba haciendo un favor, no podía pedirle mucho.

—Intenta hacer esto lo mejor que puedas, estaré ausente solo el fin de semana, aunque puedes llamarme si surge algo yo prometo estar pendiente de mi teléfono.

—¿Qué importante puede surgir un fin de semana? Estás loco... Se supone que vas a descansar, de lo único que deberías estar pendiente es de Valentina, estaba muy preocupada por ti.

—Todos exageraron —respondí restándole importancia al asunto del accidente, instintivamente me llevé la mano al cuello, donde todavía sentía algo del dolor a causa del golpe.

Tres golpes en la puerta llamaron la atención de mi hermano, que había estado pendiente de todos mis movimientos, Gloria asomó la cabeza unos segundos después.

—Señor lo busca alguien, se que no tiene cita pero dice que es importante.

—Creo que ya es hora de irme —dijo Sebastián mostrándose apresurado por irse.

—Espera... ¿Quién es? —pregunté viendo a mi secretaria.

—La señorita Rincón.

—¿Por qué no dejaste pasar a Valentina? Sabes que ella puede entrar cuando quiera.

—Porque no soy Valentina, soy la otra Rincón —sonó esa horrible voz detrás de Gloria.

Sebastián se puso de pie igual de sorprendido que yo, con la vista puesta en la puerta entreabierta, Gloria dio un paso hacia atrás, permitiendo que Vannesa avanzara dentro mi oficina, a pesar del poco tiempo que compartí con ella, aprendí a conocerla, a leer sus ojos mentirosos y entender cada gesto en su rostro.

Vannesa estaba enojada, había un brillo de rabia contenida en sus ojos, que me causó una sensación de incomodidad insoportable. Sus pasos resonaron en mi cabeza, fueron cuatro, cortos y lentos, se quedó de pie frente a mí, sonriendo de esa manera que solía hacerlo cuando estaba a punto de soltar su veneno.

—¿Quieres que llame a seguridad? —habló Sebastián a mi lado.

—Esto no es contigo... Amiga —susurró lo último en tono de burla, mi vista se clavó en ella, en los rasgos delicados de su cara que podían engañar a cualquiera, detrás de su bonito rostro estaba una verdadera arpía— ¿Qué mierdas es esto Santiago? ¡Desde cuando le escribes cursilerias a alguien! —gritó sorprendiéndome, me lanzó mi agenda que no supe como llegó a sus manos.

El desastre del que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora