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Capítulo Trece

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¡Feliz Domingo! Nos leemos pronto, espero lo disfruten mucho

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¡Feliz Domingo! Nos leemos pronto, espero lo disfruten mucho. Besos, G.  (Comenten)

No creía en la mala suerte, pero en ese punto de mi vida no encontraba otra explicación lógica para lo que ocurría, por más de que mis acciones estaban enfocadas en recomponer lo nuestro, circunstancias fuera de mi alcance terminaban apareciendo en los momentos menos esperados.

El rostro de Valentina lucía inexpresivo, observaba sin parpadear a su mamá que la miraba con ojos llorosos, en un silencio que fue roto de forma brusca, cuando la bebé comenzó a balbucear.

—¡Bienvenidas! —Manuel se encargó de tomar las riendas de la situación al notar que la tensión paralizó a Valentina.

La miré ponerse de pie sin saber que pensaba hacer, fue directo hacia Valeria a la que abrazó sin mediar palabras, Sandy le subió el volumen a la música para distraernos a todos de lo que ocurría. A pesar de la iniciativa de mi hermana el ambiente seguía siendo tenso.

—¿Alguien tiene sed? Puedo servirles un trago, o cervezas —ofreció Laura con una enorme sonrisa que ocultaba la incomodidad del momento.

Las voces del resto de personas que estaban en la pequeña sala de estar comenzaron a sonar como murmullos, todos se estaban esforzando por actuar como si nada estuviera ocurriendo, todos menos yo. No podía dejar de ver fijamente a Valentina que aún permanecía en los brazos de su mamá, por la manera en la que su cuerpo daba pequeños saltos, intuí que lloraba.

De un momento a otro Valeria le quitó a la bebé de los brazos a Nessa, que de inmediato se acercó a Valentina intentando sujetar sus manos. Me puse de pie de manera automática, sintiendo un deseo casi incontrolable de protegerla, Nessa sabía que decir para lastimarla con facilidad.

—No te metas en eso —advirtió Daniel, mientras ponía el brazo frente a mí para que no avanzara.

—Necesito saber si Valen está bien.

—Está con su hermana, no tendría porque estar mal.

Por prudencia no le respondí, me guardé las muchas razones que tenía para temer por el bienestar de Valentina, él sabía que su hija mayor era una víbora, que tenía como deporte favorito pisotear a Valentina.

Mi cuerpo se tensó al ver como la abrazaba mientras Valen seguía con los brazos caídos al lado, pero llorando. La situación era en extremo complicada, sabía que mi presencia hacía de todo más difícil de lo que ya era, pero no iba a irme en un momento donde ella estaba tan vulnerable.

—¿Santi, quieres un trago?

—No, princesa, gracias —hice el intento patético de sonreír sin poder lograrlo, mi hermana suspiró a mi lado para después apoyar la cabeza en mi hombro.

—Se parecen un poco ¿Cierto?

—En nada, son completamente distintas en todos los sentidos.

Mientras Sandy se alejó busqué en ellas ese parecido del que ya había escuchado, sin encontrar similitudes en ambas, conocerlas a profundidad hacía que rechazara esa idea, ni sus ojos verdes me parecían del mismo tono, el rostro de Vannesa irradiaba frialdad, la manera de mirar era tan distinta a la calidez que desprendía Valentina en la mirada.

El desastre del que me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora