Lancé el teléfono frustrado al no obtener respuesta, Gloria había escogido el peor de los días para no atender mis llamadas. Cojeando llegué hasta mi habitación en busca de las píldoras que aliviaban un poco el dolor, Valentina las había dejado sobre el buró con una nota recordándome no exceder las dosis.
Ignorando sus advertencias tomé tres de golpe, esperando que el dolor en el hombro disminuyera de una vez. Estaba alterado, tan enojado que no podía quedarme tranquilo en casa esperando que la única causante de todos mis dolores de cabeza, cruzara la puerta.
Me vestí con dificultad, tratando de no mover demasiado el brazo derecho, nunca me había sentido tan afortunado por ser ambidiestro como en esa mañana, apresurado me preparaba para buscar a Valentina, necesitaba explicaciones, no me bastó con el montón de cosas sin sentido que salieron de la boca de mi hermano.
La prudencia con la que siempre me manejaba casi la mandé al diablo, al escuchar a Sebastián decirme que no tenía derecho de intervenir en el asunto, aunque mantuve el control y actué como si no estuviera a punto de sacarlo a patadas de mi departamento, mi hermano se dió cuenta de lo mucho que me afectó enterarme de esa forma de los planes de Valentina.
Me quité el cabestrillo mientras caminaba hacia la sala de estar, soportando el malestar que me provocaba dejar mi hombro sin soporte, tomé las llaves que estaban sobre la mesa en el recibidor y salí de mi departamento. Le marqué de nuevo a mi secretaria sin disminuir la velocidad de mis pasos, Gloria respondió al fin después de dos intentos, recorría el pasillo escuchando como había hecho todo lo que le pedí.
Le colgué antes de entrar en el elevador, un poco más tranquilo por contar con Raúl, conducir con todas las lesiones que tenía era una estupidez, sonreí a manera de saludo sin tener muchos ánimos de hablar, le di las llaves y entré al auto, ansioso por poder hablar con Valentina.
No tenía nada claro en la mente, ni siquiera sabía si era buena idea propiciar una conversación, en el estado en el que estaba, Valentina me volvía loco en todos los sentidos, quería ponerle un alto a todos los impulsos que ella despertaba, pero me resultaba imposible intentarlo. Sin hacer muchas preguntas Raúl condujo hasta la editorial, el trayecto fue corto gracias a la ausencia de tráfico, todo estaba conspirando para que llegara a Valentina de una sola vez.
—No es necesario que me esperes, no sé cuanto tiempo me lleve esto, si te necesito te llamaré —le informé a Raúl que me escuchó con atención, mientras sostenía la puerta para que saliera del auto.
Erguí la espalda antes de avanzar hacia el vestíbulo del edificio, me costaba trabajo caminar normalmente, el dolor complicaba cualquier movimiento. Ignoré una llamada de Jorge antes de entrar al elevador, no tenía humor para soportarlo, ni paciencia para sus gritos cuando se diera cuenta que no estaba tirado en mi cama haciendo el reposo indicado.
Mi lado racional me decía que todo aquello era un error, hasta mi insistencia por retener a Valentina, era poco razonable seguir sosteniendo algo que me terminaba jodiendo más, terminaba hasta atentando contra mi bienestar físico por esa debilidad que tenía con ella, debilidad que me costaba trabajo llamar por su nombre, amor.
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El desastre del que me enamoré
RomansaUn escritor difícil y una editora novata unidos por el amor. Santiago está decidido a recuperar a Valentina, para conseguirlo deberá enfrentar las consecuencias que dejó su oscuro secreto. *** Tr...
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