Capítulo 8

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Sonia volvió a su habitación entre lágrimas. Sabía muy bien que tenía que dejarla marchar pero ¿cómo dejar a la única cosa que amaba? No podía alejarse de ella, pero no tenía opciones. No podía dejar que se fuese. Se había propuesto volver a ser feliz y ahora esto, increible.
Erica, su única amiga y tenía que dejarla morir, sin tan sólo pudiera salvarla... Pero no tenía nada que hacer, no había ninguna cura. La chica de pelo castaño se quedo dormida con lágrimas en los ojos.

Al día siguiente algo cambió, algo ocurrió a la hora de la paliza.

-¿Cómo eres capaz de volver por aquí? ¿A caso eres masoquista? - Preguntó el chico rubio.
- ¿Qué me vais a hacer esta vez? -Sonia tenía una extraña sonrisa en su rostro.
- Recordarte que no tienes a nadie y...- El chico de cabello negro fue interrumpido.
-¿¡Crees que no lo sé!? ¿¡Crees que no sé que no me queda nadie en esta vida!? ¡Lo he sabido cada maldito día de mi vida! ¡No necesito que venga nadie para decirme algo que ya sé! ¡Y sí! ¡Ya puedes decir que no tengo a nadie porque lo único que quiero se va a ir para siempre!- Empezaron a caer lágrimas de sus ojos, aunque, por alguna extraña razón estaba sonriendo.

Aquellos chicos estaban sorprendidos, la fuerza de la chica les asustaba, después de todo era una chica fuerte. El chico de cabello negro les hizo un gesto con la cabeza a sus compañeros y juntos se fueron. A Sonia no le importaba, estaba nerviosa ya que no sabia si esta tarde la volvería a ver, tenía tantas ganas de abrazarla. De sentir que la tenía y de que estaba bien. Como siempre, fue detrás del orfanato y esperó ansiosa a su amiga.

Tras unos minutos esperando llegó Erica, a pesar de todo no se la veía muy afectada, aunque eso de ocultar los sentimientos se le daba muy bien y Sonia lo sabía.

-Ho...- A la chica no le dio tiempo de terminar ya que su amiga se había lanzado a abrazarla a lo cual correspondió la chica de ojos azules.
-Te estuve esperando ¿que tal estás? ¿Te sientes bien?
-Más o menos... Por cierto, te he traído una cosa.- sacó un osito de peluche de detras de su espalda.
-¿Un osito de peluche?- Sonia la miró extrañada.
-Así es, era mi juguete favorito de los pocos que tenia cuando era pequeña y...Me gustaría que lo tuvieras tú cuando... Muera- Sonrió, pero era una sonrisa falsa.
- Erica, no tienes por qué mentir. Dejame ayudarte.
-Tranquila Sonia, estoy...Estoy bien. -Seguía sonriendo pero estaba destrozada. Y eso lo comprobó la castaña cuando la abrazo y su amiga comenzó a llorar.
-Sonia...Yo no me quiero ir.
-Yo tampoco quiero dejarte, pero quiero que sepas que eres lo más importante para mi.
Tras unos minutos, Erica se recuperó y dejó de llorar para comenzar a hablar de nuevo.
-Y tú... ¿Como te ha ido el dia?
-Bueno... Hoy no me han pegado ya que me he puesto a gritarles.
- ¡Eso es estupendo! Sonia ¿te das cuenta de lo que eso significa? ¡Les has plantado cara!- Dijo la chica emocionada.
- Sinceramente ya no me importa. Sólo me importas tú.
-Sonia, sé que lo estas pasando mal por esto, pero quiero que no te afecte tanto. Me duele verte así... Ahora que empezabas a ser feliz. Me siento culpable de lo que te está pasando.
-Tú no eres la culpable de nada, es solo que me cuesta mucho creer todo esto.

La alarma comenzó a sonar. Cosa que odiaban ambas chicas. La de ojos azules se fue entre los árboles mientras que la de ojos verdes se quedó allí, abrazando fuertemente al oso de peluche.
Erica caminaba con una sonrisa, la cual fue desapareciendo hasta convertirse en un llanto. Lo estaba intentando, lo estaba intentando con todas sus fuerzas pero nada funcionaba, seguía estando rota por dentro. No podía lidiar con eso, aunque pensara que era... Bueno para todos.

Detrás del orfanato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora