Capítulo 10

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Al día siguiente, todo fue normal, Sonia fue hacia su punto de encuentro y esperó ansiosa. Sus ojos brillaron cuando vio aparecer a Erica pero parecía un poco débil.

-¿Te han hecho pruebas o algo?
- No, tranquila, solo un análisis de sangre, estoy bien.- Eso tranquilizó un poco a Sonia.
-Menos mal.- La ojiverde expuso una amplia sonrisa. -Hoy me he traído una pelota que tenía en mi cuarto ¿vamos a jugar?
-Claro.- Dijo la ojiazul sonriendo.

Todo iba bien hasta que la pelota se fue entre los árboles.
-Voy a por ella.- Sonia desapareció buscando con la mirada la pelota. Tardó un poco ya que se había ido lejos, regresó cosa que nunca hubiera hecho si supiera lo que le esperaba. Erica estaba en el suelo, inmóvil.
-N-no, esto no, por favor, esto no.- Dijo Sonia con la cara pálida y lágrimas cayendo sobre sus mejillas mientras cogía a Erica entre sus brazos.- No permitiré que te alejes, no ahora.
Sonia cargó a Erica y corrió lo más rápido que pudo hasta el hospital, en la recepción no había nadie así que gritó lo más fuerte que pudo.
-¡Ayúdenme! ¡Qué venga alguien, por favor!- En seguida salieron unos enfermeros que se sorprendieron al ver a Erica, se suponía que ella estaba en la habitación.
Llegaron más médicos y Sonia no paraba de pedir ayuda, los médicos llevaron a Erica a quirofano para ver si podían hacer algo... Pero era demasiado tarde para eso.
Sonia estaba esperando en una sala hasta que llegó un enfermero.
-¿E-está bien? ¿Habéis podido hacer algo?- Aquel hombre solo negaba con la cabeza y el corazón de Sonia se rompía en mil pedazos.
-Llamaré a la madre para informarle de la pérdida.-Se fue y Sonia se quedó allí, sentada, con la mirada perdida hasta que vio que pasaba una camilla por la puerta, y en seguida supo que era ella. Quería verla, pero no tenía fuerzas.

Sonia se sentía culpable, si tan sólo no hubiera dejado a Erica sola, si le hubiera dicho que volviera al hospital, tal vez estaría viva... Pero no, estaba muerta, y la muerte es algo que no se puede cambiar.
Se levantó, con la mirada perdida en aquel pasillo por el que había pasado su amiga, fue hacia la puerta y se fue.
-N-no puedes haberte ido ¿verdad? Tú sigues aquí, conmigo. T-tú no has muerto... ¿Verdad?- Con esas últimas palabras las lagrimas brotaron de sus ojos mientras entraba en su habitación y miraba el osito de peluche de Erica.- ¿A quien engaño, Erica? Estas muerta.- Dijo sin parar de llorar.

Pasaron los días, aquellos chicos ya no le hacían nada desde aquel día pero, ¿que importaba? La única persona que tenía en su vida se había ido y no iba a volver. Sonia solo miraba el camino por el que antes caminaba con una sonrisa para encontrarse con ella, fue hacia allí y comenzó a llorar. Podía escucharla, aún veia su sonrisa, sentía que estaba allí.
Cerraba los ojos y la escuchaba hablar, esa dulce voz era como un sueño del que nunca quería despertar.
-Duele tanto estar sin ti, me había dicho tantas veces que esto pasaría... Pero no puedo aguantar. Es como si algo estuviera en mi pecho, quiere salir pero no puede, los pensamientos que no me dejan dormir y estas malditas lágrimas que salen de la nada, es horrible... Vuelve, por favor.- Con estas palabras abrió los ojos y la imagen de aquella bella sonrisa desapareció.- Vuelve...

Detrás del orfanato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora