8. Broken apart

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No era la primera vez que Basch iba a una guerra. ¡Maldición! Su vida consistía, en las últimas décadas, en casi únicamente tomar su espada, y hacer frente a cualquiera que estuviera deseando cruzar sus tierras con intenciones nada amistosas. Para su desgracia, muchas de esas batallas fueron en contra de esos bastardos de aquella interminables familia de Habsburgo; ¿Por qué no dejaban a su gente tranquila? ¿Cuál era su insistencia de continuar asediando? Al final ya había dejado de saber de Roderich en algún tiempo; sus promesas cayeron en palabras vacías cuando este dejó de ir a verlo como acordaron años atrás. Por extraño que fuera, aún continuaban con las cartas que se volvían cada vez más escasas.

Tal vez la intención de esa estirpe no solo sería fragmentar su territorio, si no cualquier lazo que pudiera tener con la nación con la que creció, con quien estuvo antes, incluso, de que hubiese alguien que se nombrara señor de las tierras de Austria. ¿Con qué derecho...? Ya nada de eso importaba; su gente era lo más importante, a pesar de lo asfixiante que era enterrar sus afectos.

Los días que precedieron a la batalla definitiva, la primera donde tenía el presentimiento Roderich sí pisaría el campo de batalla para enfrentarlo, no fueron más que un cúmulo confuso de horas, de minutos, que aumentaban su angustia, su culpabilidad de seguir poniendo al austriaco en un lugar tan importante, de todavía preocuparse de su bienestar como siempre.

La noche antes de marchar al enfrentamiento que pondría final a esa guerra, y con seguridad, a las intenciones abusivas de esa corrupta familia, Basch no pudo más que observar el techo rehuyendo de sus pensamientos, incapaz de dormir.

Extrañamente, los cielos claros los acompañaron cuando recorrió planicies descubiertas para llegar a donde el ejército de Austria avanzaba; los generales del suyo le informaron lo que sabía le esperaba, lo que más había temido, aquella certeza que anheló, se convirtiera en un error.

—Vienen hacia acá, lo mejor es esperarlos para cerrarles el paso —le dijo uno de los soldados de más alto rango al adolescente que guiaba el ejército con impresionante aplomo—. Señor...

—Sí, te estoy escuchando —dijo Basch intentando distraerse con la plácida vista del verdor de los campos y los vientos suaves.

— ¡Por supuesto! —Exclamó nervioso el general—. También nos informa que viene con ellos, a la cabeza, un joven de su...edad. ¿Puede ser...?

—No necesitamos perder tiempo con suposiciones; organicen la escuadra para detener la ofensiva y planear la nuestra —interrumpió, dedicándole una mirada que heló la piel al soldado—. Yo me encargare de ese joven.

No hubo más intercambio de palabras, los batallones se posicionaron con rapidez en espera del enemigo. El primer frente suizo mostró resultados favorables al aminorar las primeras escuadrillas ofensivas frontales con apoyo de algunos suyos dispersos a los laterales. Basch no sonrió, la guerra era, y sería, lo que más había detestado desde que nació en sus tierras; la nación simplemente esperó la presencia que menos quería ver.

Ya anticipó la llegada pronta de Roderich para enfrentarlo; lo que no esperaba, lo que más le horrorizó, es que aquel que cabalgaba altivo, frío, con mirada imperturbable, no fuera, no se pareciera ni un poco, a aquel chiquillo que aún le dolía querer, a esa existencia que se descubrió con desesperación todavía amar.

Quien fuera que le miró con ojos violetas e inexpresivos no era su Roderich, no podía ser ese chiquillo al que cargó tantísimas veces en su espalda mientras le sonreía.

—Ro... —estuvo a punto de llamarlo en un hilo de voz, pero se detuvo a tiempo.

El joven lo miró sin decir nada, únicamente lo contempló con temple frío e indiferente, con ojos que sintió egoístas y totalmente desconocidos, como si fueran meros extraños que ocurrieron de encontrarse durante esa guerra. Además de ese intercambio tan doloroso para Basch, no hubo más diálogo que ambos bajando de sus monturas, y tomando sus espadas.

Snow flowers bloom with eternity [SwissAus | Edelweiss] [Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora