Snow flowers bloom with eternity [SwissAus | Edelweiss] [Hetalia]

19. What's Left and crumbled

No sé porque es tan difícil

Estoy siendo dejado atrás, mi corazón todavía busca por ti

Recordando tu tacto, recordando tu calidez

Cargando tristeza en mi corazón

[...]

Memorias de ti permanecen vividas para ser revividas

Querido, cuando duermo te necesito aquí

Serenade by Kanon

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Los días siguientes a su encuentro con Roderich, se mostró algo torpe y distraído en sus actividades diarias, pensando en el estado del hombre tras aquella extraña visita a su territorio. ¿Cómo debía interpretar que el austriaco fuera a sus tierras cuando se encontrara en su momento más frágil? ¡No es como si quisiera saber las razones! ¿Y qué tenía que interpretar? Su vecino no le concernía en absoluto y sin embargo, sus sueños se vieron todavía más invadidos por anhelos que justificaba como efecto del estrés de días ocupados.

(Su hermana no tardó en intentar cuestionarlo, sin mucho éxito por supuesto.)

Lily no podía asegurar si lo que le sucedió a su hermano debió ser un suceso muy malo, o en algún sentido bueno, aunque tenía la certeza de que fue importante; influir en el comportamiento de Basch no era una tarea en absoluto sencilla.

Basch, por su parte, se sentía absolutamente ridículo visitando con más frecuencia de la necesaria, y la usual, aquel campo de edelweiss que crecía sin falta en esa ladera. La cual donde (la casualidad debía tener un sentido del humor bastante cínico) él y Roderich,(siempre, de alguna manera), terminaban por encontrarse. Cabe decir, que el suizo se sintió menos molesto de lo que debió, irritándose tremendamente al darse cuenta de ello.

Y al parecer, esa nueva costumbre también tomó la voluntad de Roderich, pues no fue mucho tiempo después en qué éste volvió a encontrarse en aquel lugar a los pies de los Alpes. Basch iba a cuestionarlo, debía invitarlo a que se fuera, tenía que...

Empero, Suiza simplemente se sentó en silencio, exasperado con su incapacidad de hacer lo que el deber le dictaba (según todos esos siglos en que se esforzó en olvidar lo que fue imposible de desaparecer de sus recuerdos).

Las tardes entre ellos se extendieron en plácidos silencios; tan llenos de una naturalidad notoria, que Basch por un momento se preguntó si en algún momento dejaron la costumbre de ver como normal la presencia del otro.

En la ausencia de palabras que pesa para ambos, pues sentimientos y viejas confesiones que quedaron en cartas nunca enviadas comenzaban a emerger, pero ninguno hacía amago de actuar por esas cavilaciones. Suiza pensó lo mucho que varios gestos y maneras de la infancia del austriaco, aún se mostraban en todos esos recatados aspavientos, de modales que eran más bien una forma de disimular lo que en verdad moraba en la esencia de quien realmente era Austria; lo sabía por qué lo conocía perfectamente desde que era, no más que un simple territorio sin otros deseos más que vivir días tranquilos.

Basch no puede evitar sentir una pequeña dicha, casi un alivio, de que Austria mantuviera esa inherencia de su propio carácter, aunque fuera un poco (a pesar de no saber si eran tan solo vestigios de esa inocencia, otrora candidez que avocó su vida por proteger; fracasando de tal manera que, en el fondo, no pudo perdonarse).