Capítulo X

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― Maldita bruja...

El alfa cenizo gruñía y se quejaba solo camino a la gruta. Se había reunido con su madre aunque no quisiera, y como siempre que bajaba a la aldea su humor empeoraba. A penas puso un pie en el camino principal los murmullos a sus espaldas por parte de los adultos no se hicieron esperar, pero eso era algo de lo que estaba acostumbrado, desde que tenía uso de razón era señalado con el dedo sometido a crítica constante. Esto no era lo que lo ponía de mal humor en realidad, sino los malditos omegas de su pueblo. Los detestaba, pavoneándose frente a él en cada oportunidad, haciendo que sus aromas le picaran en la nariz. No odiaba sus esencias, honestamente más de una eran deliciosas, pero no tener ni un mínimo de privacidad le molestaba, estos no paraban en perseguirlo a donde quiera que vaya. Incluso en la breve reunión que tuvo con su madre, ninguno tuvo vergüenza en espiar por la ventana, y cómo no, más de uno salto de regocijo al escuchar la sentencia de su jefa. Porque si, porque para él la decisión tomada por su madre  era una sentencia. 

Volver a vivir en la aldea.

 Adiós tranquilidad, adiós privacidad, adiós libertad, adiós todo. Claro que ese no era el único problema. Ahora debía pensar que demonios haría con Izuku y el alfa pelimorado. No podía simplemente dejar al omega abandonado en la gruta e irse.

 A pesar de que intentó disuadir a su madre de que cambiara de idea, bajo el riesgo de parecer sospechoso, le fue imposible. Sus razones eran la ley, y así debían ser. El ya tenía 15 años, lo que significaba que pronto se presentaría su primer celo y cuando sucediera tendría que elegir entre los omegas y betas que lo quisieran. Estar a varios kilómetros del pueblo, alejado de todos, complicaría la tarea de encontrar alguno. 

El celo de un alfa sin un omega u beta era extremadamente doloroso. Aun recuerda los aullidos de Eijirou cuando tuvo el suyo y no quiso tomar a nadie, el estúpido dijo algo de mantenerse completamente puro para el omega con quien se casara. Aunque nadie le creyó obviamente, el pelirrojo era un casanovas nato,no podía contener su labia aunque quisiera. Sólo un idiota creería eso de que se mantuvo virgen, era una estupidez que ni los omegas hacían. Claro que había omegas que conservaban su virginidad en su aldea, pero no era algo normal, ni siquiera Denki con lo romántico que es lo era, la mayoría la perdía en su primer celo. No era algo mal visto, siempre y cuando no terminaras teniendo cachorros antes de casarte. Por esto, para prevenir cualquier embarazo no deseado, los omegas solían aliviarse mutuamente durante el celo.

Al entrar a la gruta el olor a hierba, que los días anteriores apenas podía percibirse,se había intensificado, lo que claramente significaba que el alfa herido por fin se había despertado. Tomó rumbo a la habitación donde descansaban sus invitados. A paso lento atravesó la puerta y la escena que encontró tras ella le hizo fruncir el ceño. 

Izuku y el alfa pelimorado se encontraban abrazados en el medio de la estancia mientras que el omega lloraba, tan ensimismados el uno con el otro que ninguno notó su presencia. Fastidiado y molesto por ser ignorado impuso su aroma para hacerse notar. Sólo notó que se excedió cuando sintió la mano de Eijirou en el pecho y la mirada desaprobatoria de Denki sobre él. Se tranquilizó y observó a la pareja extranjera que ahora tenían sus ojos puestos en él. Un silencio tenso se hizo presente durante algunos minutos, hasta que el pecoso habló.

― Shinsou, ellos son Bakugou Katsuki y Kirishima Eijirou, ellos nos salvaron. Y él es Bakugou Denki, él te estuvo cuidando mientras estabas inconsciente ― el omega rubio sonrió amigable.

― Sólo llámame Denki... ¡Augh! 

El rubio miró mal al pelirrojo mientras masajeaba el pellizco de su brazo. Obviamente las cosas no iban a terminar tranquilamente luego de esta incitación. Entre intercambio de pellizco, golpes y jalones de cabello, peleando cual niños, salieron a empujones de la habitación. Tanto Bakugou como Izuku estaban acostumbrados a las escenas de ese par, y si Shinsou se encontraba sorprendido, su cara naturalmente seria no lo demostró.

Katsuki  en ningún momento despegó la mirada de ambos, sin perderse del detalle del abrazo del alfa en la espalda del omega. 

― Muchas gracias por ayudarnos y cuidar del príncipe mientras yo no podía hacerlo

― ¿Príncipe? ― la ojosrubí clavo su mirada en el omega

― Lamento haber ocultado la verdad, pero tenía miedo y no sabía si podía confiar...

― ¿Entonces quién demonios eres? ― Shinsou frunció el ceño ante la grosería.

― Soy Izuku Midoriya, príncipe de Yuei y el es Shinsou Hitoshi , mi amigo

El pequeño alboroto proveniente de fuera no les permitió continuar con la conversación. Kota entró corriendo a la habitación pidiendo ser alzado por Izuku mientras le ofrecía unas zarzamoras. El omega no dudo en levantarlo en brazos y aceptar las frutas.

― Primo, la tía Mitsuki vino de visita a conocer a mi omega ― sonrió el cachorro abrazando a Izuku con fuerza

― Maldición, esta maldita bruja ― gruño el cenizo

― Cuantas veces te he dicho que cuides tu vocabulario, mocoso― su madre entró a la habitación con el pelirrojo y pelirubio agarrados de las orejas ― Ahora me van a explicar que se supone que es todo esto ― una enorme sonrisa se extendió en el rostro de la alfa.

Las reacciones para las personas dentro del cuarto fueron variadas. Dos se encontraban completamente confundidos, un pequeño cachorro ignoraba totalmente la situación y tres de ellos tragaron grueso esperando que el castigo por el pequeño engaño no fuese tan doloroso. 






Gracias por leer!

Se que no pasa mucho en este capitulo y es aburrido, pero tenía que ponerlo. Espero sigan apoyándome con sus votos y comentarios, de verdad me hace muy feliz.














Por la flor de mi alfa [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora