― Majestad, Alteza, el carruaje esta listo para partir.
― Muchas gracias, Ken. Dejo el resto a tus cuidados ― habló Inko
― No se preocupe, Majestad. Mantendré todo en orden durante su ausencia ― respondió Ken Ishimiya un gigantesco beta, principal consejero y jefe de guerra del rey Yagi.
Ya era hora de marchar al que sería su nuevo hogar, Endeavor. Shoto y su padre fueron los primeros en partir , hace dos días. Ahora era su turno. Junto a su madre y una sirvienta omega emprendieron la marcha rodeados de una escolta de alfas, todos ellos vinculados y entrenados para su seguridad.
...
Izuku miraba ensimismado el paisaje, mientras su madre dormía. Por lo general, los carruajes le sentaban muy mal, prefería mil veces cabalgar en su yegua con el viento golpeando su cara. Lo hacia sentir libre y no encerrado en una jaula con cojines. Aunque estaba un poco mareado, el nudo en su estomago no permitía que devolviera todo el desayuno por la ventanilla, como normalmente haría. Desde que dejaron el castillo y se adentraron en los caminos que bordeaban el bosque Kosei, un mal presentimiento se había instalado en su pecho y estomago.
Recordar la palabras de Shoto, no mejoraba su situación en absoluto. Por lo que, en un intento por calmar sus nervios pidió a la omega rubia que le sirviera un poco de vino. La sirvienta se apresuro a entregarle una copa e Izuku vació el contenido de un solo trago. El efecto del alcohol no tardó en llegar, relajando sus músculos y atontando su cabeza. Pero la verdad, se sentía un poco extraño. Se sentía débil, como si hubiera tomado una botella entera de vino y no sólo una pequeña copa. Se lo atribuyó a la rapidez en que bebió el líquido pero enseguida descartó la idea al observar la siniestra sonrisa de la omega mientras sostenía un cuchillo en su garganta.
El olor a feromonas de miedo llenaron el reducido espacio en segundos y el amargo aroma despertó a Inko preocupada, pero antes de comprender que sucedía una daga fue clavada en su estomago. Izuku intentó socorrer a su madre, pero el cuchillo en su cuello lo impidió. La omega rubia había presionado más haciéndolo sangrar. Izuku gritó y el carruaje se detuvo al instante, pero nadie vino. En el exterior se podían escuchar sonidos de luchar y gritos agónicos. El peliverse observó como uno de los cristales del carruaje era teñido de rojo y uno de sus escoltas era atravesado por la espalda con una espada.
Cerró los ojos con fuerza por unos segundos hasta que sintió un roce en su pierna. Era su madre, quien extendía su mano hacía él. Izuku la sostuvo con fuerza, con los ojos llenos de lágrimas.
― Izuku, mi bebe. Tengo un poco de frío ¿sabes?, pero no te preocupes tu padre ya viene. Me traerá mi capa, no te preocupes... Él ya viene... ― Sus ojos se cerraban sin quererlo, pero en ningún momento dejó de repetir que Yagi vendría.
― Por favor, por favor, ayuda. Ayuda a mi madre. Me quieres a mi ¿no es así? Haré lo que quieras, pero ayudala ¡está muriendo! ¡por favor!
Izuku lloraba con fuerza sin poder evitarlo. Sentía como el agarre de su mano poco a poco perdía fuerza y la voz de su madre se convertía en un susurro entrecortado cada vez más silencioso.
La sirvienta lo miró extrañada, como si no entendiera a lo que se refería. Dirigió su mirada a la reina y su mirada se lleno de fascinación. Luego, volvió a ver al príncipe y formuló una inmensa sonrisa, provocando un escalofrió al pecoso.
― Esta bien. La ayudaré ― respondió alegre y utilizando el cuchillo con que lo amenazaba, apuñaló el corazón de la omega.
― ¡Noooo! Madre, madre, madre ― El peliverde intentaba inútilmente detener la hemorragia de su pecho, manchando sus manos de sangre. Sintió como con cada segundo que pasaba la vida de su madre se escapaba entre sus dedos.
La rubia observó todo con perversa diversión. Con rudeza empujó al pecoso contra el asiento y acarició su rostro con una inusual delicadeza, como si intentara no dañarlo. Izuku sólo atinaba a reprimir sus sollozos.
― Su rostro lleno de lágrimas es muy lindo, Alteza, pero... ― La rubia tomó la mano del omega y obligó a pasar sus dedos llenos de la sangre por su cara, siguiendo el camino de lágrimas ― Así esta mejor... es tan hermoso, príncipe.
Izuku cerro los ojos asqueado y asustado cuando sintió la lengua de la omega recorrer su rostro. De un momento a otro, la puerta del carruaje se abrió. Un alfa con aroma sal marina, rubio con una cicatriz la frente, miraba estático la repugnante escena frente a él. El omega lo identificó de inmediato como uno de los suyos, parte de su escolta, Jin Bubaigawara.
Jin quitó a la rubia de encima del peliverde, y la lanzó con fuerza fuera del carruaje. La naturaleza de Izuku lo dominó, buscando refugió en el alfa y llorando desconsoladamente, se aferró a su pecho. El rubio lo rodeó en brazos y lo ayudó a salir.
― Eres un bruto, Jin
― Tu eres una idiota, Toga. Mataste a la reina de Yuei. Shigaraki se pondrá furioso.
― Nunca me dejan divertir. Shigaraki sólo quiere al príncipe, y no le toqué un pelo. Ahí esta vivito y coleando ¿no?
― Mejor cállate y vamos. Ahora Tendremos que apurarnos. Por tu culpa seguro el rey Yagi ya sintió que su omega esta muerta y vendrá en camino.
Izuku escuchaba todo horrorizado. Se soltó del rubio, temblando. Sus piernas se sentían ligeras, quizás por el vino o por la cantidad de emociones y pensamientos que golpeaban su cabeza. Miró a su alrededor lleno de cuerpos tendidos. Intentó correr, pero sólo logró hacer unos pocos metros hasta que sus piernas fallaron, haciéndolo caer.
Jin se acercó a paso calmado y alzándolo en brazos se encaminó hacia su caballo. Izuku se removía intentando liberarse, pero su brazos estaban débiles. En un último acto desesperado, el peliverde trepó hasta el cuello el alfa y lo mordió con todas sus fuerzas, hasta sentir el sabor metálico de la sangre en su boca. El rubio grito soltando al omega, quien perdió el aire al golpear su espalda contra el duro suelo.
Aun no lograba incorporarse cuando el agudo dolor en su clavícula lo hizo aullar. Toga había clavado un cuchillo en su hombro sin dudarlo, tendiéndosele encima.
― Te gusta meterte con los alfas de otros ¿no, bastardo? Toda su sangre me pertenece, hasta la más mínima gota, maldita perra. Esa sangre es mía...
― Toga, mi amor, cálmate ― intentó tranquilizarla Jin pero la omega no escuchaba.
― ¡Sólo mía! ― quitando el cuchillo del hombro del pecoso se dispuso a volver a atacar.
Izuku se cubrió con sus manos como defensa, esperando el golpe, pero este nunca llegó. En su lugar, escucho el grito ahogado de la rubia y como el peso de ésta sobre él desaparecía. Una flecha había atravesado el brazo que empuñaba el cuchillo de la omega.
Gracias por leer!
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Por la flor de mi alfa [HIATUS]
FanfictionOmega y Alfa, finalmente juntos. Dos principes comprometidos desde pequeños, esperan ansiosos el día de su boda y vinculación. Los dos reinos brindan y celebran por su felicidad y prosperidad. Mas no todos reciben la noticia con alegría, sino como...