ADVERTENCIA: La primera parte del capítulo contiene momentos Denki x Deku.
El paño húmedo limpiando su rostro logró despertarlo. Abriendo los ojos estiró su brazo hasta alcanzar la arrugada camisa de Katsuki, que había logrado traer consigo cuando los separaron. Acercó la prenda a su rostro y olfateó con desesperación. El calor en su cuerpo volvió a elevarse como tantas otras veces al percibir el aroma a chocolate y café que le enloquecía. Gimiendo buscó la mano que ahora limpiaba su pecho y estomago.
― Denki... ayu... por favor... ayúdame ― sollozó una suplica.
El rubio paró su labor, y acostándose junto al menor en la cama, como tantas veces en las últimas tres noches, le abrazó por la espalda comenzando a depositar suaves besos en su nuca. Sus manos viajaron por el pecho de Izuku repartiendo caricias mientras este gemía el nombre de su hermano con insistencia. Tomando la mano del contrario, le ayudó a darse placer hasta acabar nuevamente sudado y con el estómago sucio con su esencia.
No pasó ni un minuto cuando el llanto doloroso de Izuku se hizo oír, incluso fuera de la cabaña de celo.
― Denki, Denki... duele... mucho... ayúdame
El peliverde presionaba su pecho con fuerza sintiendo un vacío inmenso. Volviéndolo hacía él, el rubio le abrazo con fuerza para tranquilizarlo.
― Ya pasará. Shh tranquilo ― consoló acariciando su espalda.
El menor siguió llorando hasta caer dormido, exhausto. El rubio se separó y con cuidado volvió a empezar con la labor de limpiarlo. Al terminar, observó con tristeza el rostro pecoso, impasible en su sueño. Acarició con ternura los cabellos verdes una última vez antes de salir apresurado en busca de comida, esperando que el menor no despertara en su ausencia e intentara escapar nuevamente.
...
Caminaba de un lado a otro de la habitación, como león enjaulado, refunfuñando y largando improperios. Dirigiéndose hacia la puerta, gritando embravecido, la pateó con fiereza. La puerta tembló pero de todos modos no se abrió, tras ella sólo se escucharon los movimientos inquietos y nerviosos de su vigilancia. Su madre le había encerrado allí desde que había empezado su celo, impidiéndole salir por días y para asegurar que no escapase, se había encargado de situar en puertas y ventanas vigilancia permanente.
No recuerda mucho de lo que sucedió durante su celo, probablemente algo malo para merecer ese arresto domiciliario, pero no todo es un recuerdo borroso en su cabeza y eso le estaba torturando. Volvió su mirada a la cama y con lentitud se sentó en ella, tomando en sus manos las prendas de Izuku. La apretó con fuerza entre sus dedos, cubriendo sus ojos con un sentimiento difícil de comprender. Sentía el pecho inquieto con una mezcla de coraje, impotencia y preocupación. El rostro lloroso de Izuku volvía a su mente una y otra vez, haciéndole sentir miserable. Su alfa interior se sentía herido y decepcionado, un completo inútil incapaz de cuidar de su omega.
Mi omega.
Mio.
No tenía dudas, confiaba en su instinto ciegamente. Su alfa lo había elegido y en su pecho lo sentía como una verdad absoluta. Necesitaba verlo. Añoraba su rebelde cabello verde, su brillante sonrisa, sus profundos ojos esmeralda, y sus hermosas pecas, que ahora sabia no solo decoraban su rostro.
El ruido al desbloquear la puerta lo despertó de sus ensoñaciones y en cuanto vio a su madre ingresar, se levantó con rápidez de la cama para hacerle frente.
― Quiero ver a Izuku ― demandó serio.
Su madre lo miró por unos segundos y por sus ojos cruzó un brillo difícil de descifrar para el alfa más joven. Impaciente ante el silencio de la mayor se dispuso a volver a exigir su libertad, pero antes de que pudiera emitir palabra un bolso de cuero estrelló en su cara. Confundido observó a su madre, con el interrogante en su rostro.
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Por la flor de mi alfa [HIATUS]
أدب الهواةOmega y Alfa, finalmente juntos. Dos principes comprometidos desde pequeños, esperan ansiosos el día de su boda y vinculación. Los dos reinos brindan y celebran por su felicidad y prosperidad. Mas no todos reciben la noticia con alegría, sino como...