CAPITULO 4

2 0 0
                                    

Alonso corrió para alcanzar a Ivonne y Estela que se deslizaban en sus patines enmedio de la calle,
se abrió paso entre la chiquilleria llevando una caja en las manos.

¡ Esperenme! les grito.

Ellas lo esperaron.

¡ Miren lo que me compraron mis papás!
dijo, sacando de la caja unos flamantes  patines.
¡ Me dijeron que si me aplicaba en la escuela y sacaba buenas calificaciones
me darían este regalo y como saque puros ochos y nueves aquí están!

¡ Que bonitos!
dijeron las dos mientras el chico se sentaba en el suelo para ponerselos.

¡ Y son de los más nuevos!
dijo Ivonne.

Mi patín del diablo se le quedó a mi hermano menor,
¡ Ahora podré patinar con ustedes!
Les prometo ya no molestar!
¡ Lo juro!
¿ me ayudan para que no me caiga?
dijo el.

Entre las dos
empezaron a llevarlo.

A los pocos días y después de uno que otro tropiezo aunque se rezagaba ya avanzaba solo.

Estela detuvo sus patines al pasar por el No. 95
Carlos, José Luis y sus amigos habían llegado, se estacionaron y fueron a sentarse bajo el laurel.

Ivonne y Alonso sólo se miraron y se siguieron en sus patines sin decir nada.

No, no, no.
decía Carlos.
Pero Arturo en su brindis le calla la boca a todos los bohemios con la fuerza de su discurso,
con la fuerza del amor que se le debe a la mujer que debería..
DEBERIA- recalcó en voz alta,-
ser la mujer más importante en la vida de todos los hombres,
¡ Su madre!

Pero el amor del Seminarista...
dijo José Luis seriamente, aún cuando  pocas veces hablaba sin sonreír.
también.. es supremamente fuerte y de parte de los dos, tanto que después que el muere ella se queda sola.

¿ cómo sabes que se quedó sola?
inquirió Carlos.

¡ Eso da a entender el verso!
dijo José Luis.

Estela no tenía la menor idea de lo que hablaban pero las palabras que José Luis dijo a continuación la conmovieron tanto....
parecía que se estuviera refiriendo a ella.

El amor de ellos
Dijo José Luis
era un amor platónico.
limpio, puro,
en silencio,
Pero..
no por eso, era el amor superficial del que hablaban los bohemios.
El amor de ellos era...  callado, sufrido, abnegado, auténtico,
solo les bastaba mirar,
mirar al ser amado inalcanzable...

La entonación de su voz,
su mirada tierna, su emoción...
la niña lo miró fascinada.

Los chicos entraron en tropel a la casa mientras José Luis y Carlos  atrás de todos seguían debatiendo.

Estela se quedo ahí parada, mirándolos emocionada.

Esa fue la última vez que los VIO.
Al menos en mucho tiempo.

Un día poco después de aquella tarde desaparecieron.

El auto de José Luis estuvo estacionado varias semanas afuera de su casa, después también desapareció.

En el numero 95 todo se veía normal.
Los señores Jiménez entraban o salían,
regaban como siempre las plantas del jardín y el laurel.
Cuando las puertas estaban abiertas
a través del jardín se les veía sentados en su sala viendo televisión o con visitas.

Estela detenía sus patines frente a la casa de Carlos que vivía al final de la calle, todo se veía igual que siempre nada fuera de lo normal.

¿ Dónde están?
se preguntaba.

 El No. 95 de la calle de las floresWhere stories live. Discover now