La noche llego a su fin aquel día, deje a Sebastian en el reino, la diosa luna ya lo había curado, estaba respirando, estaba con vida pero ahora hice lo que me correspondía, lo deje en una cama recostado el ya estaba despierto cuando estaba por irme.
— No te vayas Selene —me dijo triste— no se que paso pero... —dudaba de lo que iba a decir— pero ya no importa, todo estará bien.
Solo sonreí y empecé a caminar, dejando atrás mi antigua vida.
En ningún momento mire atrás, sabia que si lo hacia, no iba a poder irme.— Por favor Selene, no te vayas —llorando tomo mi mano.
— ¿De que hablas tontito? —contube mi llanto— yo voy a volver, tal vez no pronto, pero estaré de vuelta —dije sin verlo.
Camine rápido a la puerta, no quería verlo mas. Cada vez que hablaba recordaba el momento exacto en que mi mano traspaso su corazón.
Salí del cuarto y mire a mis padres. Estaban hablando con Damien, mi guardián.— ¿Qué esta pasando? —pregunto mi madre— ¿por qué piensas llevarte a la princesa?
Lo sabía, siempre lo e sabido, ella no me ve como una hija solo como la heredera que esperaba casar con algún rey para incrementar las riquezas del reino. Solo era un objeto para ella.
— Majestades, me temo que es algo que ustedes no deben saber —contesto retador Damien— ahora... duerman.
Con solo decir eso, cayeron al suelo profundamente dormidos. Salimos del palacio, solo Sebastian estaban despierto no quería que lo tocara.
— Ya sabe que hacer, princesa —dijo de rodillas.
— Lo se —movi mis manos tal y como el había dicho.
Todo estaba saliendo perfecto, pero Sebastian fue hasta donde estábamos, me hizo dudar por un momento pero no podía darme ese lujo.
— ¡Selene! —gritó tratando de detenerme.
— Hasta luego, vive feliz —respondí sonriendo casi en un susurro.
Una luz salio dispara una vez que dije eso, lograba ver como la luz se hacia cada vez mas grande, era un círculo que empezaba a recorrer hasta el ultimo rincón del reino haciendo olvidar a todos los recuerdos de que en algún momento, yo pude existir.
Pasaron cinco años cuando volví por primera vez al palacio, lo hice a escondidas de Damien, con el tiempo le agarre cariño y se fue convirtiendo en un padre para mi.
Solo tenía pensado ir a ver como estaba Sebastian, no deseaba mas. Sin embargo, en el camino a la entrada del palacio me encontré con cuatro bandidos, los cuales, estaban asaltando un carruaje con dos mujeres adentro, parecían ser una dama de edad y una joven. Al parecer habían matado a un hombre, quizás era el que iba conduciendo el carruaje.
No era de mi interés, iba a pasar de largo cuando mire que uno de los hombres saco un arma e hirió a la señora. En ese momento traía una capucha negra que me llegaba a los talones, el gorro bloqueaba mi rostro de los demás, pero yo podía verlos muy bien. Moví la capa de mis pies y fui a donde estaban.— ¿Qué mierda estas mirando? —que grosero, así no se le habla a una dama.
— ¡Por favor ayudanos! —grito la joven.
— ¡Calla! —la golpeo.
Muy bien, es momento de empezar.
— Abeskin honekin nire sorgikería ireki etta itxi egingo da --susurre.
Un cuchillo plateado se creo en mi mano, el cual, lance directo a la pierna del hombre. Callendo en la parte donde se sitúa su rodilla lo que provoco que el se quejará de dolor.
Los otros tres no dudaron en disparar, pero me moví mas rápido que ellos, logre esquivar todos no parecían ser muy fuertes, ni tampoco parecían conocer este "oficio".
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La Guardiana
FantasíaToda ternura o inocencia se desvaneció de la mirada de aquella niña, quien tenía en sus pequeñas manos la sangre de la única persona a la que quería, a quien adoraba con su alma y al que hace pocos segundos... había arrebatado la vida con sus manos...