𝚅𝙸

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Min YoonGi.


Suspiré; yo odio los días miércoles.

Tenemos educación física por la tarde desde que comencé primer año del secundario, y lo detesto no solo porque podría estar durmiendo mi siesta de tres horas, sino porque tengo que usar un jodido uniforme especial.
Nunca me observo en el espejo del vestidor, me da nauseas ver mis piernas largas y blancas con aspecto de mujer, y verme con ese pantalón corto de color azul y blanco no me hace mucha gracia. Pero no estaba en mis manos omitir ese dia en la semana, y mi estadía dentro del colegio dependía de la clase de gimnasia porque las faltas injustificadas me estaban ahogando.

Después de dos horas en donde corrí, jugué al basquet y al fútbol e hice estiramientos, por fin era libre de las miradas estúpidas de cierto grupo de compañeros. Corrí veinte minutos antes que ellos a los vestidores, nunca me duchaba en el lugar pero estaba muy sudado y aprovechando que ellos aun no llegaban me metí bajo el agua caliente.

Ni siquiera tenía shampoo o jabón, solo era para quitarme el olor apestoso. Y una vez estuve listo me saqué con una toalla para ponerme finalmente mi ropa de siempre.

Todo eso en siete minutos.

-¡Hey, tu!-escuché la voz tan conocida de Bugum a mis espaldas. Apreté los ojos, ni siquiera había terminado de acomodar mi mochila para marcharme y los imbeciles ya estaban llegando.

-¿Qué necesitas?

-Queríamos jugar-Heechul pasó por mi lado, hablando con sorna-, ¿no te parece que hace mucho no lo hacemos?

Si, tres semanas es realmente mucho tiempo de descanso para alguien que diariamente recibía una golpiza o terminaba con la cabeza en el hinodoro. Preferiría que se quedara asi y la fecha siguiera creciendo, pero al estúpido yo se le ocurrió ducharse.

Jodida mierda.

-Tengo que irme a casa-me mostraba tranquilo, pero preso del miedo sentía que me temblaban las piernas-, hoy no chicos.

Ellos eran los matones de la escuela, con los que nadie quería tener ningún tipo de problema ni relación. Las chicas los amaban, no tengo idea del porqué. Y yo como tantos otros alumnos era uno de sus perros. Intenté una vez decirle a los directivos, pero dijeron que quizás luego me atenderían, y no paso nada.

Cuando una tercera persona entró y trabó la puerta con el seguro, supe que estaba en problenas de verdad.

» -Chicos, po-por favor déjenme ir-insistí, pero solo se rieron-. Haré sus tareas, les compraré el almuerzo; ¡no sé! Pero quiero ir-irme a casa.

-¿La perra está suplicando?-se burló uno.

-A ver que tenemos por aquí-Bogum hizo el amago de tomar mi mochila, pero reaccioné antes y se la quité antes de que el la pudiera siquiera tocar-. Oh, ¿que acabas de hacer?

Me miró fijo a los ojos y negó con la cabeza, se acercaba lentamente a mi haciéndome retroceder. Pero yo había olvidado que detrás de mi se encontraba un mounstro de metro ochenta de brazos cruzados; cuando choqué con él, mi destino final del día terminó de escribirse.

Por desgracia ellos siempre han tenido más fuerza, más maldad, habilidad y rapidez, que yo. Por lo que mientras Bogum forcejeaba conmigo por mi mochila, Sungwoon me sujetó los brazos y me hizo una llave para atarme las manos detrás de mi espalda con una soga. Vi como mis cosas caían al suelo, desde mis carpetas hasta mi ropa y rompí en un llanto desesperado, que se mezclaba con mis inservibles suplicas por piedad y ayuda.


Caí al piso de rodillas, Heechul me sostenía del cabello con fuerza y solo pude ver a una silueta acercarse ya que mis ojos estaban hinchados por las lagrimas, para luego sentir la primer patada en el estómago.

Su segundo golpe fue otra vez en mi cara, precisamente en la nariz porque sentí algo tibio bajar hasta mi cuello y solo podia significar una cosa: sangre.

-Esto solo les pasa a los idiotas como tú-vociferó Sungwoon, proporcionandome una patada en las costillas.

-Me das asco y lastima, al igual que los perros callejeros.

Me repetí una y otra vez que no debía oírlos, pero prefería aquello a que continuaran usándome como saco de boxeo. Pero Sungwoon me dejó caer de costado y ahora todos participaban con los golpes, escupiendo saliva y diciendo cosas que no entendí del todo.

Y hubiera querido que solo fuera eso, y que pararan ahí; pero no pasó y nunca lo hacía.

Lo último que recuerdo oír son gritos, pero no míos. Y todo se volvió oscuro para mi buena suerte; al menos en ese estado no podía sentir nada.

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Aman Cara ミ 𝗝𝗶𝗺𝗦𝘂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora