Capítulo 16. Irritabilidad.

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Jane

 Me levanté el lunes a las cinco de la mañana a causa de los chillidos del muñeco. Pues sí, aparte de ser un fastidio, el muñeco también era un reloj, lo cual lo hacía aún más insoportable. Me bañé y arreglé y luego le di el biberón. Estaba desayunando algo de cereal cuando bajó Joe todavía medio dormido.

—Papá parece estar pegado a las sábanas todavía —comprobó echando una ojeada a su alrededor.

Me encogí de hombros. Me daba lo mismo. Todo me daba lo mismo. Ni siquiera era capaz de concentrarme una hora seguida sin tener que ocuparme del mocoso, que genial vida. Eché la cabeza hacia atrás y miré a mi hermano, abstraída.

—Pero ¿qué mosca te ha picado? —quiso saber Joe.

—Pasa que a mamá le encanta ir a trabajar. ¡No dejaría el despacho aunque papá se lo suplicara de rodillas! Así que tenemos que seguir viviendo como esclavos domésticos. Tengo un hermano pequeño que parece un fantasma, y desaparece cada que le viene en gana porque nuestro inepto padre no se da por enterado, fuera de eso siempre está con el perro tonto que trajiste que parece un caballo.

>>Por si fuera poco, tengo que encargarme de ese tonto robot que llora cada cinco minutos, ¡no puedo pestañear sin que tenga que cuidar de alguno de los ineptos que viven en esta casa!, y el imbécil de mi hermano mayor, se la pasa en la casa de un estúpido idiota que está arruinando mi vida. Así que, Joseph Jimenez, no me vengas a preguntar que mosca me pico porque no tienes derecho a cuestionar mi humor.

Joe me miró con cierto temor.

—Wow, yo… me hubiera quedado callado. ¿Sabes qué? Olvidemos esta cuestión… me iré a bañar. —Se empezó a alejar y luego pareció acordarse de algo, se volvió hacia mí de nuevo. —Pero… ahora que lo pienso. Nicholas no tiene nada que ver con esto…

—¿Qué no tiene…?—lo interrumpí con la cara hecha fuego.

—No, no tiene nada que ver —me interrumpió esta vez —Si te dieras la oportunidad de conocerlo, creo que te agradaría.

Lo miré con la boca abierta —Sí, claro.

—De verdad. Además, creo que ustedes son más compatibles de lo que se imaginan. Por eso es que no se toleran, porque hay algo escondido entre ustedes.

Lo miré escéptica —¿Algo como qué? ¿Una declaración de amor? No seas imbécil, no toleraría a Nicholas ni aunque viviéramos bajo el mismo techo, ya tengo bastante contigo. Así que... ¿Por qué no dejas de hablar estupideces y te vas a bañar? El colegio empieza en media hora y no quiero llegar tarde.

Joe se encogió de hombros y se fue. Diez minutos después, cuando yo estaba todavía sentada ante el mesón viendo un punto fijo en la pared y pensando en las estupideces que acababa de decir mi hermano, baja Joe totalmente vestido.

—¿Sigues ahí? Yo pensé que te habías robado mi auto y ya habías salido.

—Primero, mis padres dijeron que debías compartir tu auto de vez en cuando conmigo. Así que deja de lado la palabra “robar” Y segundo, si sigo aquí, tengo un inepto hermano al que debo esperar.

Joe arqueó una ceja —¿Ahora me llamas inepto porque te digo las verdades que necesitas oír?

Me bajé del mesón —No, te llamo inepto porque hablas estupideces. Ahora, vámonos.

Joe tenía esa sonrisita burlona en el rostro que tanto odiaba. Se acercó a la fuente de fruta, que después de la oferta que había descubierto mi padre más bien merecía el nombre de «fuente de plátanos», cogió un plátano y me lo lanzó.

Prohibido EnamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora