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He's the wolf screaming lonely in the night
He's the blood stain the stage
He's the tear in your eye
Been tempted by his lie
He's the knife in your back, he's rage
He's the razor to the knife
Oh lonely is our lives
My heads spinnin' round and round
But in seasons of wither
We'll stand and deliver
Be strong and laugh and
Shout.
Shout.
Shout.
Shout at the devil.

Ya todo estaba bien, las discusiones anteriores habían quedado atrás por fin y todo volvía a ser como lo era antes.

Pasaban el tiempo con el otro, casi sin apartarse. Siempre.

Se amaban y harían lo que fuese para que aquel amor no terminase nunca, simplemente estaban dispuestos a ello.

Sin embargo, el temor crece. La oportunidad se desvanece, el tiempo corre y todo es un reloj de arena cuyos granos son escasos y siguen cayendo sin piedad.

Sin detenerse.

Solo caían y caían, quitándole a los dos amantes el tiempo restante.

Malditos granos de arena y la muerte que traen consigo, malditos granos de arena y el tiempo perdido.

Malditos granos de arena que te quitan todo lo obtenido y también todo lo querido.

El tiempo pasaba, quizás demasiado... demasiado rápido. Al menos para los dos.

Cumplían dos años de noviazgo y tres conociéndose, sin dudas había pasado un largo tiempo.

Roger ya no era un chico de veintiún años que aún estaba perdido, ahora tenía veinticuatro y se encontraba con un empleo estable en la mecánica de la ciudad. La paga quizás no fuese tan buena, pero estaba bien para él. Sin embargo, jamás pudo cumplir su sueño de ir a la universidad. Simplemente los recursos no bastaron.

Seguía ahorrando y ahorrando, de todas formas no alcanzaría.

Brian ahora tenía veintiséis años, ya se había graduado de astrofísica. Roger había estado allí con él apoyándolo y felicitándolo por el logro. Hubo una fiesta y una ceremonia normal, nada fuera de lo común. Acababa de conseguir un empleo de una tesis acerca del cosmos, investigaba más que nada en casa, solo debía ir una vez a la semana a presentar lo avanzado.

La vida parecía sonreírles y por fin era el día tan esperado, el aniversario.

El miedo crece, la desesperación también y los granos de arena caen y caen.

Pasaban gran parte del tiempo los dos, simplemente amándose y siendo felices con el otro.

Aquella noche Brian planeaba algo especial, por fin le propondría matrimonio.

Estaba sumamente nervioso, pero tenía todo calculado. Llegarían a cenar, estarían un tiempo así hasta que él sería directo y lo pediría.

Nada de cosas estrafalarias que simplemente entorpecen el proceso. Brian prefería ser directo y decirle a su amado lo más pronto posible que quería que pasarán toda la vida juntos.

Por siempre.

Se juntarían en un restaurante no tan costoso, alrededor de las siete.

Aquel día Roger no llegó.

Brian se encontraba preocupado, pensó que quizás sería por lo que él mismo había hecho meses atrás, pero Roger no era rencoroso, por lo que no estaba seguro de lo que le ocurría al rubio.

Se palpaba el bolsillo encontrando la pequeña caja de color negro que contenía el símbolo de unión matrimonial, el cual estaba dispuesto a entregarle a Roger aquel día.

Su celular comenzó a sonar, un número desconocido. Atendió el celular colocándolo en su oreja.

— Buenas noches —sintió una voz formal y relajada al otro lado de la línea—. ¿Hablo con Brian May?

— Con él... —dijo algo extrañado—. ¿Qué desea?

— Bueno, tenemos a su pareja Roger Taylor en urgencias. Acaba de ser apuñalado en el abdomen... creemos que se pudo haber perforado el páncreas, el estómago y otros órganos internos...

Brian quedó estupefacto, por poco se le cae el celular.

La voz lo llamaba preguntándole si estaba bien o si seguía allí, Brian simplemente tomó su chaqueta y corrió lo más rápido que pudo al hospital, pidiendo que le dijeran dónde Roger se encontraba.

Lo dejaron esperando, allí. En aquella desesperante y fría sala de espera.

— Hoy se suponía que íbamos a cenar... —musitó—. Nos... nos besaríamos... nos abrazaríamos... y... t-te propondría matrimonio...

Entre tanto, ubicó a los fieles amigos de Roger. Escuchó un alarido de dolor y tristeza tras la línea al informarle a Syd, lágrimas y lamentos al informarle a John y un silencio sepulcral, de impacto, de desolación, al contarle a George.

Tanto Leopards como amigos y familia se encontraban reunidos en la sala de espera, aunque más que nada eran de la banda del rubio. De su familia, solo estaban Clare —su hermana— y su madre, Winifred.

De su padre, nada.

El médico salió a hablar con ellos.

— Está estable —dijo, Brian y Winifred suspiraron con alivio tras oír esto—. Sin embargo, sigue bastante grave. Al parecer el cuchillo estaba oxidado, por lo que infectó gran parte de sus órganos interiores...

— Diablos —masculló Brian tapándose el rostro.

— No sabemos si sobrevivirá —dijo—. Pero... debería pasar a verlo.

Brian asintió, y Winifred le dijo que pasara él primero.

Brian hizo esto, encontrándose al rubio durmiendo en una camilla con unas cuántas vendas, sueros y otras cosas médicas que el rizado desconocía.

Quería llorar, no soportaba verlo en aquel estado.

Se acercó a él y le plantó un beso en la frente.

— Hola... —sintió la débil voz del rubio.

— Hola, mi amor... —Brian le corrió el cabello del rostro—. ¿Cómo te sientes?

— Me duele... —musitó cerrando los ojos con fuerza.

— Yo estoy contigo, bebé... —suspiró Brian tomando su mano—. Siempre lo estaré.

— Gracias, Bri...

— De nada, mi vida...

Danger [Maylor] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora