Kyüseishuu

I will

¡Volvemos al fluff! Espero que no os muráis de diabetes por mi culpa (;

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Después de aquella tarde de besos y caricias con el rubio, algo que sinceramente no puedo creer que haya hecho. Se me suben los colores de solo imaginar la pasión que mostraban esas gemas rojizas cada vez que se posaban con mis esmeraldas. Nunca creí que podría sentirme tan cómodo junto a alguien en ese tipo de situación tan íntima.

Siendo completamente sincero siempre tuve algo de miedo a acabar solo por el resto de mi vida. He pasado por mucho y cada vez que me miro a un espejo y veo todas las cicatrices y heridas que me cubren... me siento pequeño. No me creo particularmente atractivo y nunca creí que alguien pudiera interesarse en mi después de verme.

Desperté en la cama junto al rubio quien me abrazaba la cintura no lo suficientemente fuerte como para doler, pero sí para evitar que escapara. Eso me hizo reír levemente y me tapé la boca con rapidez, pues no quería despertarle y que borrara esa expresión tan suave de su rostro.

Con mucho cuidado quité su brazo de mi cintura y me deslicé lo más lentamente que pude por la cama hasta el suelo. A paso tranquilo caminé hacia el baño y comencé a desvestirme, dirigiendo inconscientemente mi mirada hacia el espejo donde mi reflejo me devolvió el gesto. Paré unos segundos para observar la peor de mis cicatrices. Mi brazo derecho todavía hay días que me duele, al igual que todo el lado derecho donde una enorme cicatriz reposa. Suspiro y decido seguir con mi propósito inicial: tomar una rápida ducha. Sé que si Kacchan despierta y no me ve ahí es capaz de la próxima vez atarme a la cama para evitar que salga de ella. En estos días he comprendido que tiene una forma algo particular de demostrar sus sentimientos, sobre todo los que tienen que ver con el cariño y la preocupación. Es por ello que, aunque al principio me molestara que no quisiera dejarme salir... luego comprendí que su actuar estaba influenciado por la preocupación y eso le hace ver adorable ante mis ojos.

No tardé mucho en terminar, sinceramente no soy de a los que les gusta pasar horas bajo el agua caliente. Yo mientras más rápido mejor. Salgo y comienzo a secarme con una toalla. Es entonces que oigo la puerta abrirse y por ella entra el rubio todavía algo medio dormido. Nuestras miradas se cruzan y siento mi cara enrojecer a niveles insospechados. Sé que sus ojos se posan sobre mi cuerpo y eso me pone nervioso por otros motivos que no son la vergüenza, bueno a parte de ella.

Sé que ahora me preguntará por ellas... aunque sé que no me forzará a hablar. Él sabe lo difícil que es conversar de algo que te hace sentir incómodo y nunca me obligaría a decir algo si no me siento capaz de hacerlo. Es ese mismo pensamiento, el saber que el ojirubí aprecia la confianza, lo que me da los ánimos suficientes como para explicárselo todo.

El tiempo pasa increíblemente lento. Me cuesta forma las palabras y sé muy bien que mis ojos se han aguado hace mucho tiempo. Intento con todas mis fuerzas contener esa salada sustancia, pero finalmente, cuando voy llegando al final de mi relato, siento como estas comienzan a desplazarse con libertar por mi rostro. Mis sollozos aumentan cuando él me abraza con fuerza, su calidez envolviéndome enteramente, y me siento tan seguro en sus brazos que no puedo evitar enterrar mi cara contra su pecho y respirar profundamente su aroma. Ese que me hace delirar y estremecer.

Cuando se aparta levemente para que nuestras miradas se encuentren siento mi corazón palpitar más rápido de lo habitual. Esa intensidad que veo en sus rubís... es mucho más estremecedora que antes cuando nos besábamos. La forma en que sus orbes brillan con tanta determinación me deja sin aliento.

- ¿Kacchan? – susurro su nombre no sabiendo muy bien lo que sucederá ahora. Él solo me sonríe, una pequeña y prácticamente imperceptible sonrisa, pero con solo ese gesto siento que me desmayaré. El rubio es un hombre espectacular y cuando me sonríe de esa forma, tan suave y sincera... es como si miles de mariposas revolotearan en mi estómago.