SEVEN

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Los días que Martín ha pasado solo al lado de Mauro, no han sido los mejores, que digamos... Él pensó que estar con Mauro lo haría un chico nuevo y así olvidaría esos sentimientos tan profundos, que cada día se incrustaban más en su corazón, hacia Pedro. Pero estaba completamente equivocado. Mauro es muy agresivo y solo lo incita a hacer cosas demasiado sanguinarias, incluso un día prácticamente lo obligó a tener sexo con él. Si no me dejás hacerte mío, te voy a herir peor que a todas las zorritas que tengo en el sótano, le dijo esa vez.

Martín quería volver con Pedro. Lejos de él, aquellos horribles pensamientos de querer que alguien lo mate, aumentan cada vez más. Quería que su mismo él lo matara, Martín se quería matar. Extraña a su madre y a su padre después de todo lo que pasó, pero sabía que su felicidad ya se había establecido en Pedro, entonces empezó a planear algo para poder irse de la casa de Mauro, y si es posible, poder salvar a todos los chicos que tiene secuestrados.

Entonces cuando Mauro estaba en un sueño muy profundo, Martín agarró rápidamente su celular y se fue saltando la ventana que hay en ese maldito cuarto que desde el primer día en que llegó, empezó a odiar. Ya cuando cayó al piso, corrió lo más rápido y alejado que pudo con su resistencia física. —la cual era casi nula. —Quería ver a Pedro lo más pronto posible, así que se sentó en el piso, arrecostado a la pared (ya algo lejos) y sacó su celular, marcó ese número que tanto ansiaba llamar desde hace como una semana. Repicaba y repicaba hasta que contestó.

—¿Quién putas es? —dijo somnoliento y de mal humor.

—Dime cómo llegar a casa.

Cuando Pedro escuchó esa voz que ya tanto extrañaba, hasta pensó que era un sueño, que estaba alucinando o que la droga ya lo estaba dejando demasiado mal, entonces se le abrieron los ojos como plato cuando notó que era la realidad. No lo podía creer, pensaba que ya no lo volvería ni a ver, ni a escuhar...

Se le aguaron los ojos y con la voz entrecortada dijo: —¿Dónde estás?

—Creo que es Palermo...

—¿En qué parte?

—La Plazoleta. Ya voy para allá, bebé. —dijo Martín ya consciente de su ubicación y hacia donde tenía que ir.

Pedro se encargó de cortar la llamada y lanzarse a llorar de la felicidad tal vez? Estaba tan confundido consigo mismo...

Hasta que el timbre sonó.

SIN TÍTULO         PEDRIMENTE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora