Capítulo 4

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El sol comenzaba a ocultarse entre las montañas y el frío se colaba en el interior de la cabaña. Encendieron el fuego y se sentaron cerca, dejando que su calor les fuera inundando lentamente. Sobrevino un incómodo silencio.

—¿Construiste tú esta casa? —preguntó Lema para romper el hielo.

—Bueno yo no, fueron mis padres.

—¿Por qué vivían aquí? —como él no contestó, Lema reformuló la pregunta—. Es decir, ¿por qué decidieron vivir en un lugar tan retirado?

Deb meditó durante un tiempo sobre como empezar a contarle la historia y cuando estuvo preparado comenzó.

—Ellos estaban enamorados, pero mi padre sufría una rara enfermedad. No era contagiosa pero no estaba bien vista, se decía que era una maldición. Mi madre quería mucho a mi padre y no podía verle sufrir, entonces decidió que lo mejor sería irse a vivir a un lugar retirado, donde no los despreciaran ni insultaran —hizo una pausa para comprobar que Lema seguía el relato—. Por lo que se trasladaron aquí, y en este mismo lugar es donde yo nací.

—¿Y tus padres? ¿Qué fue de ellos? —siguió preguntando la chica.

—Ellos murieron hace unos años, un desprendimiento de rocas los mató —dijo Deb con tono apenado—. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

La pregunta pilló a Lema por sorpresa, que tardó un tiempo en responder.

—Me he escapado de mi casa —dijo ella sin dar más detalles. No le había mentido, simplemente le había ocultado parte de la verdad.

Como ya era de noche y no tenían nada que comer se fueron a dormir. Únicamente había una cama así que tuvieron que compartirla, por suerte esta era bastante grande para los dos. Lema durmió separada de él, casi al borde de la cama, y Deb hizo lo mismo. Todavía eran un par de desconocidos que estaban empezando a enamorarse.

La trampilla situada en la puerta del calabozo se abrió con un chirrido

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La trampilla situada en la puerta del calabozo se abrió con un chirrido. Dentro había una joven sentada sobre el suelo de piedra. Al escuchar el ruido alzó la cabeza. Sus ojos tristes, enrojecidos y lagrimosos se dirigieron al frente, donde un guardia le entregaba una bandeja con escasa comida. Ella se levantó y se acercó hasta allí, pero al recogerla, algo le heló la sangre. Se quedo de pié, paralizada, como una estatua.

 Se quedo de pié, paralizada, como una estatua

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El rey de MertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora