Capítulo 15

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En la aldea todos corrían de un lado a otro recogiendo sus escasas pertenencias y llevándose a sus animales. Alguien había dado la voz de alarma y la aldea no había tardado en sumirse en el caos. Los magos oscuros se acercaban y con ellos los timors. No podían creer que se fuera a repetir lo mismo que hacía cien años y encima ahora los magos oscuros se habían unido a ellos. Todos achacaron el problema a que la búsqueda había sido cancelada el año pasado.

 Todos achacaron el problema a que la búsqueda había sido cancelada el año pasado

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Ámbar despertó a la niña que dormía plácidamente. «Vamos, tenemos que salvar el mundo» la apremió. Rachael se desperezó, cogió la pesada mochila que la dragona le tendía y la siguió fuera de la cueva. Llegaron al claro y Rachael se encaramó al lomo de Ámbar, que despegó nada más sentir su ligero peso sobre ella.

El suave sol de la mañana las acompañaba en su travesía. Al mirar para abajo vieron como la aldea cercana a las montañas estaba siendo atacada. El panorama era horrible, todo el pueblo estaba devastado, aunque por suerte ya no quedaba nadie para contemplar aquella terrorífica escena.

Tardaron media hora más en llegar al castillo. A Rachael el viaje le pareció bastante corto. Le gustaba la sensación que le producía la brisa en su cara. Se sentía poderosa sentada sobre el lomo de la dragona, surcando el cielo. Aterrizaron cerca de las murallas sin ser vistas.

—Yo no puedo acompañarte, soy demasiado grande para entrar ahí —aquella mañana había preparado una poción que le permitía hablar. Era una misión importante y Rachael todavía no era muy hábil con el vínculo mental.

—¿Y cómo lo voy a hacer yo sola?

—Tranquila he traído todo lo necesario —dijo mientras se agachaba a mirar dentro de la mochila. Rachael intentaba ver lo que había dentro, pero con el cuerpo de Ámbar delante no alcanzaba a ver nada—¡Aquí está!

—¿Qué es eso? —del interior de la gran mochila había sacado otra más pequeña que exhibía en la palma de su garra.

—Ábrela, dentro encontrarás cinco capas y una llave —mientras hablaba, Rachael abría la mochila— Al ponerte la capa te vuelves invisible, pero recuerda que te siguen escuchando. Y con la llave mágica puedes abrir cualquier puerta.

—¿En serio? —la niña estaba asombrada, nunca había tenido entre sus manos un objeto mágico.

Sacó una de las cinco capas. Era verde oscura, tejida en una fina tela. Se la puso y al instante su cuerpo entero se volvió invisible. Se quitó la capucha, dejando visible únicamente su cabeza. Era fantástica.

—Tu misión es llegar al calabozo, abrir las puertas con la llave mágica, entregarles las capas y traerlos de vuelta.

—Allá voy —dijo mientras se calaba la capucha.

Caminó decidida hasta el portón, en ese momento lo estaban abriendo para dejar pasar a un hombre. Rachael se acercó sigilosa a él y juntos atravesaron la puerta. Una vez dentro, la niña se puso a buscar la entrada a las mazmorras. No recordaba donde estaba, la otra vez la había encontrado por casualidad. Decidió empezar a buscar por la planta baja. Tardó menos de lo que había pensado en un principio. Allí estaba la puerta gris metálica. Miró a su alrededor, no había nadie. Empujó la pesada puerta y entró. Cogió la antorcha y bajó los escalones en silencio. Se asomó al oscuro pasillo, aquel día el guardia estaba despierto. Se le ocurrió una fantástica idea. Aprovecharía su invisibilidad para darle un susto de muerte.

El rey de MertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora