IX

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El viaje a las montañas les tomó el doble del tiempo que Winian había anticipado, ya que cada vez que tomaba el tiempo para mostrar a algún sobreviviente de alguna de las atrocidades del Rey, Drelindah Holt desmontaba de inmediato para hablar con el hombre o con la mujer que había señalado. Era extenuante. Ella se sentaba en las casas, pequeñas chozas que ocupaban la ladera de la montaña, escuchaba y hacía preguntas. Jimin había decidido escribir las reseñas, dibujar retratos para acompañarlas y, desde luego, anotar los nombres. Y aunque para Winian era satisfactorio escuchar su versión de los eventos ser corroborados, el proceso de escuchar a la gente hablando de sus vidas les tomaba horas y algunas veces días de su itinerario. No había manera de quejarse, sin embargo, pues todo estaba sucediendo tal como Crispin Ebudai y el Obispo Dumal habían deseado.

Desafortunadamente, entre más tiempo pasaban sus hombres con Drelindah y Jimin, más a gusto se sentían en su presencia. Él observaba diariamente como las miradas de sus soldados se volvían órdenes, las órdenes se convertían en peticiones, las peticiones se volvían frases y de ahí sólo eran bromas, historias y risas. Ninguna de sus advertencias a sus hombres de que se mantuvieran en guardia funcionaba, especialmente con Jimin.

Esa tarde mientras estaba parado cerca del fuego, Winian observó como Drelindah y Jimin se sentaban en las mesas compartiendo la comida con sus hombres y hablaban. Dos de sus soldados se sentaron hombro con hombro junto a Jimin, otro le servía agua a la baronesa. ¿Cómo se suponía que iba a liderar un destacamento cuando todos se habían vuelto tan buenos amigos?

―Jimin atendió al último grupo de enfermos, ― el segundo al mando de Winian, Braedhn, le dijo caminando frente a su líder para situarse a su lado. ―Necesitas controlarlos a él y a la baronesa antes de que todos los hombres los sigan de regreso a Saraso.―

―Somos forajidos ahora, ellos no se irían, ― Winian dijo, volteándose a ver a su segundo al mando. ― ¿No es cierto?―

Braedhn entrecerró los ojos. ―La baronesa es una mujer y una líder, así que sienten el deseo de protegerla y llevársela a sus camas; su hombre Jimin es un sanador, y escucha mucho más de lo que habla. No puedo nombrar a alguno de tus hombres que no haya caído ya en sus redes.―

Winian tampoco podía, incluyéndose a sí mismo.

―Yo la haré mía si se queda mucho más tiempo, ― Braedhn dijo, mirando a Drelindah reírse de algo que alguno de sus hombres había dicho.

―Y yo me quedaría con el sanador, ― Markus, otro de los hombres de Winian, dijo mientras se acercaba a su líder y a su segundo, ―Si puedo ganárselo a Niall.―

―Niall, ― Winian se volvió para mirar a Markus. Este se encogió de hombros.

―Parece que tu escudero le ha tomado un gusto al sanador, lo sigue a todos lados casi como un perro... incluso ahora, míralo. Lo ha encontrado.―

Los ojos de Winian regresaron a Jimin y al encontrarlo divisó a Niall. Vio al enorme soldado juguetear con el cabello de Jimin, su mano deteniéndose en los obscuros rizos, mirando como el sedoso cabello se deslizaba por sus dedos.

― ¿Tú qué opinas?― Marcus se rió, señalando a Braedhn.

Winian se volteó a mirarlo.

― ¿Perdón?―

―Él me está tentando a mí, no a ti, ― Braedhn le dijo, y Winian notó la malvada sonrisa.

―Repito: Abandonamos a Crispin Ebudai a su destino, yo reclamo al sanador y tú a la baronesa. ¿Qué opinas, Braedhn Sron?―

Winian decidió ignorar la sugerencia de que sus hombres iban a desertar, en lugar de eso caminó hacia Drelindah y Jimin. Su cara se iluminó cuando lo vio, la genuina sonrisa y sus ojos suaves. Atónito, le devolvió la sonrisa cuando ella juguetonamente le golpeó el brazo. A ella le gustaba. Su mente daba vueltas mientras ella reía, disfrutando su atontada expresión. ¿Cuándo, en el nombre de los cinco dioses, había eso sucedido? ¿Cuándo su ira y su indignación se habían transformado en afecto genuino?

PERRO GUARDIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora