VIII

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Ella estaba furiosa, Jimin la observaba caminar de un extremo de la tienda al otro y ni siquiera intentó ofrecerle algunas palabras de consuelo. En lugar de eso, él tomó las piezas de carne de venado, los pedazos de lo que creía que era pan de centeno y lo que parecían unas uvas. Eras dulces como las uvas, y no tenían semillas. El té de membrillo estaba bueno, pero de nuevo, no le ofreció nada a Drelindah. Ella estaba demasiado ocupada echando humo.

― ¡Soy una tonta! Estaba tan cegada por los ojos del hombre, por su figura y sus palabras... ¿cómo no me di cuenta de que él y el obispo estaban planeando derrocar al rey?―

Ella gritó la última sentencia, y Jimin le otorgó una sonrisa tranquilizadora.

―Todo era una trampa que comenzó hace varias temporadas, y yo no pensé más que en mis propios deseos. ¡Qué tonta fui!―Él rió.

―Estás siendo demasiado dura contigo misma, y ambos sabemos que de tonta no tienes nada.―

Ella se sorprendió por la absoluta sinceridad de sus palabras.

― ¿No crees que deberías esperar con mente abierta hasta que veas a la gente en las tierras de Crispin Ebudai? A lo que me refiero, Winian dijo que...―

― ¡No me importa lo que Winian dijo! El hombre es una serpiente y...―

― ¿Acaso escuché mi nombre?― el hombre en cuestión preguntó mientras entraba en la enorme tienda, la puerta fue abierta por uno de los dos hombres que la custodiaban, siendo ésta el único acceso de entrada o salida.

― ¡Exijo que nos liberéis! ¡Soy una baronesa!―

Pero Winian Anek no tenía ojos ni oídos para la Baronesa de Saraso; él estaba ahí para ver a Jimin. Sus hombres le habían contado de cómo Jimin lo había salvado, como había presionado sus labios contra los suyos, y le había devuelto la vida. Era una imagen que Winian Anek no podía quitar de su mente.

―Hey.― Jimin le sonrió.

La falta de miedo del hombre en su presencia fue demasiado para el soldado.

―¿Estáis cómodos?― Preguntó Winian, cruzando hacia Jimin, sentándose frente a él, y mirándolo a la cara. ― ¿Tenéis alimento suficiente?

―Sí, si tenemos suficiente, muchas gracias.― Jimin asintió, sentándose. ― ¿Cómo te sientes?―

―Estoy bien, Jimin Park, ― le dijo, habiéndole preguntado a Jimin cuál era su nombre mientras cabalgaban de regreso a su campamento.

―Vois os habéis asegurado que así fuera.―

Los ojos de Jimin se enfocaron en los suyos.

―Y tú mantuviste tu palabra de no lastimar a la baronesa, así que estamos parejos.―

―No, aún os debo la vida.―

Jimin suspiró, el cansancio de sus proezas comenzaban a pesarle,―Está bien.―

Hablaba tan extraño, pero como Winian no creía en el velo, pensó que Jimin provenía de las colonias más alejadas, quizás del otro lado de la salvaje Seruan Sea. Notó de pronto los cortes en los dedos de Jimin.

― ¿Qué os ha sucedido?― Jimin se encogió de hombros.

―Los anillos de tu cota de malla están demasiado afilados, y me rebané al quitártela de encima.―

―Debemos de vendarlos entonces.―

―No, está bien, ― Jimin suspiró, el suave y cálido sonido de su voz llegaba profundamente dentro de Winan.

PERRO GUARDIANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora