VI

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Narra Eliza
Jake aún no despertaba. No era extraño, pues no todos los días eres poseído por una fuerza que no tenías ni idea que existía y lograbas salir sano y salvo. Eliza procuraba no perderlo de vista por dos principales razones: la primera era porque estaba preocupada de que lo que sea que lo hubiera poseído volviera y la segunda era porque no quería que Jake intentara asesinarla otra vez.
- ¿Cómo está? – Preguntó el capitán Humbert mientras navegaba
- Sigue con fiebre – respondió Eliza mientras movía su mano lentamente de la frente de Jake
- Tiene suerte, no muchos son poseídos y viven para contarlo. Mi primo Samuel fue poseído una vez, tuvieron que partirlo en dos para controlarlo – Humbert se quedó viendo al infinito – Mi tía tuvo que coserle todo el abdomen
- Que alentador – dijo Eliza sarcásticamente – Y capitán ¿a qué se refería cuando dijo” ellos ya vienen”?
El rostro de Humbert se ensombreció repentinamente y hablando casi en un susurro dijo:
- Hay cosas en este mundo que ustedes no podrían entender y créeme no quieres averiguarlo
Eliza creyó prudente no seguir indagando más sobre el tema. La forma en que el alegre capitán Humbert dijo aquello de alguna forma hizo que se le pusiera la piel de gallina. Regresó su atención a Jake y se fijó que extrañas marcas de un color verde azulado se formaba alrededor de la yugular. Estas se expandían a un ritmo sorprendente y cuando llegaron a la sien, Jake despertó gritando de dolor mientras con las manos se rasgaba todo el cuerpo desesperado.
- ¡Jake! Cálmate, respira – decía Eliza desesperada al ver a su amigo de infancia en este estado y no saber qué hacer para ayudarlo.
- Ten, has que beba esto – Humbert le ofrecía un frasco de vidrio con un líquido de un color rojizo.
Eliza dudo un poco pero finalmente aceptó el frasco y vertió el líquido rojizo en la garganta de Jake y el cayo inconsciente, pero tras unos minutos, despertó aparentemente bien.
- ¿Qué fue eso? – dijo asustado Jake.
- Mi teoría es que fue un ser sobrenatural intentando adueñarse de tu cuerpo intentando quedarse con todo tu ente en sí.
- ¿Eso qué significa?
- Podrías ser ahora de su propiedad o también podría ser el despertar de un legado, sinceramente no sabría decirlo con seguridad.
Jake se quedó mirando la desgastada y vieja madera del Luna Menguante. Eliza se sentía igual de perpleja que él. Ellos ya tenían suficientes problemas como para que se sumara este, ya comenzaba a pensar que aquel viaje en busca de respuestas no había sido la mejor idea. El resto del viaje lo hicieron el absoluto silencio, ninguno tenía la fuerza suficiente ni las ganas para continuar una conversación normal, cada uno estaba concentrado en sus pensamientos hasta que Humbert anunció en voz alta:
- Allí está su destino, la capital de los Lycans: Wolfberg.
Delante de ellos efectivamente se encontraba la imponente capital, la ciudad donde Lycon había surgido desde la peste de los barrios bajos hasta ser el gobernante, casi dios viviente, de todos los Lycans. Allí se encontraba su fortaleza: Wolf Stone, que tenía unas orgullosas torres casi tan altas como el cielo, de hecho, a Eliza le volvió una historia que le había contado Jake, la cual era una leyenda humana sobre la torre más alta de Wolf Stone; por un malentendido ellos habían llamado a la torre: La Torre de Babel.
Wolf Stone era más antigua que el gobierno de Lycon, hasta incluso más antigua que la primera guerra de las razas, la había construido Tryger el terrible, el cual antes era llamado Tryger corazón valiente debido a que había liberado a los licántropos del yugo de los preceptores, pero después de ser amado por su pueblo en su vejez se convirtió en el más sádico y horrible gobernante que jamás existió, ganándose su apodo.
A pesar de estar a lenguas de la ciudad, se escuchaba el bullicio de los centros de comercio, siendo esta la capital de los Lycans era obvio que fuera la más grande y más bulliciosa y que en ella se encontraban Mercaderes, Vándalos, Cuenteros (Que eran los favoritos de Jake) y Diplomáticos de otras razas cada uno con una historia y un motivo que los traía a la ciudad. Eliza solo esperaba que su noticia no afectara la paz de todos los que habitaban en reino de Lycon.

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