"La tercera es la vencida" - StarLord 1/1

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– ¡Explosivos!
La pantalla de mi casco se empañaba por la respiración agitada; las tropas disparaban al fuego enemigo en post de encontrar la maldita gema que ninguno de nosotros había visto nunca, después de ver morir a tantos soldados me preguntaba si realmente valía la pena defender un pedazo de mineral que podía ser destruido en cualquier momento. Me incliné cargando mi arma corriendo por el pasillo para dejarme deslizar por debajo de la puerta antes de que esta se cerrara.
Me levanté rápidamente apuntando con dos armas al soldado que apuntaba también en mi dirección dejando el orbe justo en medio de ambos.
– Bájalas.
– Damas primero – Respondió el alto sujeto sin dejar de apuntarme.
– Bájalas – Repetí sintiendo que no podía respirar dentro del casco – Ahora.
– Claro que no ¿Cómo sé que no vas a dispararme? – Cuestionó con un tono de voz que me parecía familiar.
– ¿Eres de terra?
– Ya no – Me guardé las armas quitándome el casco para obtener aire limpio, bajó de inmediato sus pistolas apretando el botón de su casco para que esté se retallera – ¿Sia?
– ¿Peter? – Alcé la mirada para encontrarme con los ojos pardos del pelirrojo que le observaba atónito – mierda...
– Sia – Susurró mi nombre con una sonrisa ilusionada – ¿Qué haces aquí? ¿Estás del lado de los malos?
– ¿Quienes son los malos?
– Ronan – Lo observé entrecerrando los ojos – Sia.
– ¿Por qué es el malo?
– Uhm buena pregunta – Ironizó colocando su palma sobre la mejilla como si pensara – ah de ser porque quiere destruirlos a todos.
– Ash, Peter...
– Tienes que venir conmigo. Es la tercera vez que nos encontramos... Hicimos una promesa – Me recordó dando un paso adelante, dejó su caer las manos a los costados de su cuerpo bajando la mirada a mi boca. Lo sabía, era toda la verdad, había estado esperando por este momento – No puedes estar con los malos.
– ¿Qué sugieres?
– Tomamos el orbe y nos largamos de aquí, tú, yo, la Milano – Terminó de acortar distancia mientras yo sonreía – Sabes que lo quieres – alcé la mirada para observarlo detenidamente ¿podía ser más hermoso?
– ¿Es la tercera vez?
– Diez malditos años, bebé.
– ¿Aún quieres que vaya en tu nave?
– Como el primer día.
Con un rápido movimiento tomó mi cintura acercándome a él mientras en el exterior las bombas y disparos resonaban ¿Esperar diez años por un primer beso? La explosión a mis espaldas derrumbó las enormes puertas de piedra haciendo que me estirara a tomar el orbe al tiempo en que Quill me tomaba de la mano corriendo por el camino desde el que él había venido.

Había conocido a Peter Quill hace diez años gracias a Yondu Udonta, quien me había contratado a mí y a mi nave, de ese entonces, trabajando en conjunto a la Milano y su tripulación, para que les ayudáramos a recuperar un tesoro usurpado desde Novacorp.
Yo tenía diecisiete años, y había sido sacada de un orfanato en terra para pasar a formar parte de las milicias terranas; por aquel entonces, caí perdidamente enamorada en los ojos del hijo de Yondu, pero la notoria diferencia de edad lo detuvo de cualquier intención romántica que hubiéramos tenido; una vez terminada la misión y recuperado el tesoro, Peter me obsequió un teléfono intergaláctico por el que nos comunicamos por años, de ahí nació la promesa, de que si nos encontrábamos otras dos veces, en cualquier lugar de la galaxia, y ambos deseábamos estar juntos, así sería. Diez años habían pasado rápido.
Gamora me estrechó con fuerza ofreciéndome una amplia sonrisa entusiasmada, su rostro se volvió serio cuando le estiré el orbe y ella lo tomó alejándose de inmediato para alejarse.
– ¿La tercera es la vencida no? – Se rió Rocket viéndome divertido – realmente no pensé que este momento llegara.
– ¿Qué pasa Drax?
– No te ves igual.
– Han pasado diez años – Respondí pasando ambas manos por los costados de mi cabeza rapada.
– Ese peinado te hace ver como un hombre – Sonreí asintiendo al tiempo en que se alejaba – no entiendo porque tenía que cortar su cabellera tan larga, se veía mucho mejor – se fue refunfuñando junto a la extraña mujer con antenas.
– ¿Dónde voy a quedarme? – Se giró en su silla para observarme ofreciéndome una sonrisa.
– Puedes quedarte en mi camarote, yo me quedaré aquí hasta que...
– Llévame a tu maldito camarote, Peter – Lo Interrumpí dando un paso atrás cuando se acercó para caminar delante de mí en el pasillo.
Se quedó en la puerta dejándome pasar delante de él, la habitación tenía la cama desarticulada y un par de libros y revistas en el suelo, lo escuché cerrar la puerta tras de él, los pasos resonaron hasta quedar a mis espaldas, se inclinó dejando un par de besos en mi cuello pasando sus manos alrededor de mi cintura con firmeza, me giró rápidamente tumbándome de una vez en la cama.
– Deberíamos tomar una ducha antes – Dije deteniendo las manos que se metían por debajo de mi camiseta.
– No estés arruinándolo – Se rió acercándose a besar suavemente mi boca, un escalofrío erizó cada centímetro de mi piel – Promete que vas a quedarte esta vez – Abrí los ojos encontrándome con su mirada brillante sobre mí.
– Peter...
– Me dejaste en Knowhere después de que perdiste en teléfono...
– Era la segunda vez.
– Podrías haberte quedado – Interrumpió con una mirada demandante – sé que me amas, es por eso que no entiendo porqué te fuiste – me acarició el rostro cuando se dio cuenta de que no había respuesta – ni siquiera tú lo entiendes – Volvió a acercarse besándome, su lengua lamió la punta de mi labios para adentrarse en mi boca estrechándose suavemente contra mi, bajé la mirada luego de sentirlo deslizar un círculo alrededor de mi dedo.
– Estás demente – Sonreí al ver el pequeño anillo brillando en mi dedo.
– Pero por ti, desde hace años. Respóndeme.
– Sí – Me sonrió, estrechándome con fuerza para repartir numerosos y sonoros besos en mi rostro.
No volvería a irme.

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