Mi amigo. ??

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(Neyssi)

Nunca me deja de sorprender la multitud de tonterías que uno hace cuando entra en el laberinto que supone mezclar el amor con el sexo, ¿cuántas barreras interiores bajamos para conseguir que el ser amado permanezca a nuestro lado? Si no, no me explico porque un tío de veintidós años como yo, varonil y con un buen físico, atractivo (o por lo menos eso es lo que me dicen) se dejara poner una venda en los ojos por su amante. Quizás en eso tuviera mucho que ver que Neymar fuera un metro setenta y cinco de masculinidad y estuviera de un bueno que te cagas. Lo que pretendía con la historia de cegarme, para mí era todo un misterio, aunque viniendo de él cualquier cosa me la podía esperar; el tío, de un tiempo a esta parte, estaba demostrando ser puro morbo y un maestro en eso de los jueguecitos sexuales.

Neymar tras comprobar exhaustivamente que no veía absolutamente nada, me cogió de la mano y me llevó hacia la cama. Una vez estuve sobre ella, me obligó a postrarme de rodillas sobre la parte superior. Sus ademanes estaban desnudos de amabilidad y tenían un enaltecido aire marcial. Una vez me tuvo contra su cabecero, empujó mi cabeza contra las metálicas barras de este. El lugar que duermo es una cama de hierro forjado muy antigua y que perteneció a mis bisabuelos, la parte superior es un entramado de barras metálicas que culminan en dos ornamentos plateados en forma de piña.

Fue dejarme castigado de cara a la pared y un apabullante silencio reinó en torno a mí, el cual unido a la completa oscuridad en la que me había sumido mi amigo, consiguieron que mi situación de indefensión fuera total. Unos eternos instantes más tarde, percibí como las fuertes manos de mi amante tiraban de mi brazo izquierdo hacia arriba. Cuando sentí como ataba mi muñeca a uno de los adornos metálicos, un escalofrío recorrió mi espalda. A continuación, volvió a repetir la misma operación con la derecha. Estuve a punto de pedirle que parara, que se dejara de historias raras, pero una voz en mi interior me gritaba que todo iba a ser un juego, que Ney nunca me haría daño. Como en respuesta a mis íntimos pensamientos, me acarició el culo, paseando despacio sus dedos por toda esa zona de mi cuerpo, haciéndome degustar, poco a poco, la satisfacción que me producía el roce de su piel sobre la mía.

—¡Jo, leo que buen culo tienes tío! A todo el mundo con los años se nos comienza a caer para abajo y a ti se te está cayendo para arriba.

Su desparpajo me tranquilizó una chispa y me dispuse a decirle algo ocurrente, pero fue salir la primera silaba de mis labios y me mandó a callar de un modo absolutamente autoritario. Aquel tono de voz y las palabras que profirió tenían que ver tan poco con el hombre del cual estoy enamorado, que no pude evitar preocuparme.

De nuevo un silencio penetrante lo envolvió todo, ni siquiera el arrastrar de unos pies, una pequeña brisa de aire propiciada por un movimiento… ¡nada!

Estaba tan aterrorizado que el tiempo perdió su sentido para mí, no sé si habían pasado segundos o minutos hasta que volví a sentir la presencia de Ney. Lo primero que percibí fue como sus rudos dedos acariciaron mi agujero, haciendo círculos sobre la piel. Seguidamente oí el ruido que produce un bote de plástico al ser aplastado, supuse que se trataba de mi bote de lubricante. Mis sospechas no podían ser más ciertas, pues la siguiente vez que los dedos de mi amante se posaron sobre mi ojete, estaban impregnados con el pegajoso gel.

La sensación que me embargó fue de lo más violenta, noté como intentaba invadir mi interior sin poder hacer nada para evitarlo. Fue como una especie de violación, pues aunque no me quería negar, tampoco me daban esa posibilidad. Mis labios seguían sin pronunciar palabra alguna, en parte por seguir el juego, en parte porque su reacción anterior me dio algo de miedo. Como única respuesta a todo lo que me estaba ocurriendo, mi pecho se infló como si fuera a estallar y una sensación nerviosa recorrió mi espina dorsal.

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