Capítulo IV

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—¿Estás nerviosa?— la pregunta de Miles ocasionó que volteara a verlo.

—No, ¿por qué lo dices?— quería saber a qué se debía.

—Porque estás sujetando mi mano muy fuerte— con una sonrisa nerviosa y una risita de la misma forma, soltó el comentario.

—¡Lo siento!— exclamó soltandolo, al tiempo en que se ruborara.

—Relajate, no pasa nada— la despeinó, haciendo que la castaña se sonrojara un poco más de lo que ya estaba, y así pasar sus manos por sus pelos desordenados, para aplacarlos algo.

Soltó un estornudo de la nada. Confusa, volteó a ver hacia atrás, sintiendo un escalofrío recorrer su columna como una serpiente helada.

—Salud. ¿Acaso te estás enfermando?

—No... Creo que alguien habla de mí...— inquirió observando al público que se juntaba más y más.

—Y hablaran más de ti si bailas.

A punto de negarse, fue tomada de los hombros y dirigida al espacio para llevar adelante la coreografía.

—Pero Miles, dime, ¿cuál es?— aun quería saber la respuesta.

—Relajate— la sacudió con cuidado, provocando que ella soltara una risita por ello —. Después de todo, tú creaste la coreografía.

Y la música se comenzó a escuchar, mientras que ellos tomaban poses. En realidad, la de ojos verdes era controlada para que tomara esa forma. Finalmente, entendió de que tema se trataba.

Poco a poco, iba tomandole mejor la mano a los pasos que hacía. Incluso llegaba a sorprenderle de lo increíble que bailaba su compañero.

La mayoría del público acompañaba con palmas, silbidos o cantando la canción. Quienes llegaban a conocerla, gritaban eufóricos su nombre, emocionados de verla en persona. Miles había tenido razón, hablarían de ella.

Esos ojos rojos observaban cada movimiento que hacía la castaña en aquella pista de baile. No tenía ni la menor idea de quién era aquel chico que danzaba junto a ella. Deseaba ser él, pero habían contras: ya no eran nada y él no sabía nada de bailar.

[...]

El resto del tiempo, la pasaban aún moviéndose, hasta que las personas comenzaban a irse. Los pocos que quedaban eran quienes querían un autógrafo o foto de la bailarina, quién sonreía amablemente de todo.

Claramente, aún también seguía el dueño de los Raging Bulls por allí cerca, observándola con una mueca positiva, tirando más a tierna. Quería, al menos, ir a saludarla y hablar como si fueran los amigos que alguna vez habían sido antes de estar de novios. Pero sabía cómo se iba a encontrar la castaña si lo hacía.

Dibujando una débil sonrisa echó un último vistazo para dar media vuelta y marcharse.

—¡Eres Shu Kurenai!

La exclamación de un niño acompañado de más, se escuchó hasta varios metros, llamando la atención de muchos.

Poniéndose nervioso, el joven hombre colocó sus manos frente a su cuerpo, como si intentaráa calmar al menor y cambiar su sonrisa a intranquila.

—¡Eres increíble!

—¡Eres un gran blader!

—¿Nos darías tu autógrafo?

—¡¿Podemos tener una batalla?!

Eran las exclamación del pequeño grupo. Por ello, más y más gente comenzó a acercarse a su ubicación rodeándolo. Su plan era salir desapercibido, pero ya todo estaba en la basura y solo constó de dar media vuelta.

—¿En serio es Shu Kurenai?

Uno de los chicos bailarines que estaba allí, preguntó entusiasta incorporándose luego de atar los cordones de una de sus zapatillas. La castaña, que había observado la escena desconcertada, ya que no sabía de quién hablaban, volteó a verlo estupefacta.

—Sí— afirmó Miles, colocándose su chaqueta desinteresado del tema. No era fanático del deporte que practicaba ese albino.

La sola idea de que la hubiese visto allí, la puso nerviosa. Estaba a menos de veinte metros de su ubicación, haciendo que su corazón latiera más rápido. Esa distancia era la más corta que habían tenido durante todos esos años.

—Creo que ya es hora de marcharme— dijo apurada _____, para comenzar a caminar.

—Oye, ¿a dónde vas? Ya que estás aquí, ¿no sería mejor que conocieras a un gran ícono?— sonreía Molly.

—Y-yo-...

Antes de que pronunciara una palabra más, fue arrastrada camino a donde se encontraba el blader.

Mientras que intentaba zafarse del agarre, la muchacha le contaba todo lo que sabía del apellidado Kurenai. Al contrario de su hermano, ella amaba aquel deporte e idolatraba a ese joven hombre.

Pero _____ Hayashi, no quería verlo aún.

ERES MI VIDA |Shu Kurenai y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora