[...]
El olor a comida siendo preparada, llegó a despertarla.
Lentamente, parpadeó, notando que se encontraba en un lugar desconocido. Pero recordó lo que había sucedido la noche anterior. Estaba en su departamento. A pesar de ello, ignoró todo pensamiento para sentarse y observar más allá del respaldar del sillón, en donde estaba la cocina, preparando el desayuno el muchacho.
Estaba vestido con una camisa rosa, arremangada hasta los codos. Sobre está, un chaleco claro sin mangas con los bordes amarillo de la misma tonalidad. También llevaba un pantalón negro, y unas botas blancas, y decoradas con rojo.
Fastidiada de ella misma, alzó sus ojos hacia arriba, cayendo de espaldas, nuevamente, al sillón.
—¿Vienes a desayunar?— la pregunta de Shu, la sobresaltó un poco.
—¿Y tú cómo sabes que estoy despierta?— interrogó volviendo a sentarse, al mismo tiempo en que su semblante mostraba molestia, como si fuera una niña, y ladeaba su cabeza un poco.
—Vi como te tiraste justo a tiempo— comentó dándose vuelta.
Tomó un repasador y se limpió sus manos, para voltear a verla.
—¿Y?— insistió, esperando su respuesta.
—Ya voy...— dijo a regañadientes, como si fuera su hija. Tomó sus vestimentas y fue al baño.
Aquel aroma había despertado su apetito de tal manera que ya sentía como sus tripas rugían. Hizo sus necesidades, se lavó la cara y manos para finalmente cambiarse. Al estar lista, salió.
Fue hasta el sillón para arreglar su cama improvisada, y dejar su pijama bien doblado allí. Finalmente, sin hacer más tiempo, se dirigió hacia el desayunador, tomando asiento en una de las altas butacas.
A los pocos segundos, un plato se le fue dejado enfrente suyo. El olor emanante era tan exquisito, que se le hacía agua la boca. Aún cabizbaja, ya que observaba la comida, alzó la mirada a ver al de cabellera blanca, que sonreía. Rodó los ojos y tomó uno de los cubiertos.
Con el primer bocado, fue suficiente para confirmar que estaba demasiado rico.
—¿Qué tal?
Lo miró unos instantes para volver a bajar la mirada, ligeramente sonrojada.
—Nada mal— siguió comiendo.
El albino dibujó una sonrisa divertida. Sabía a la perfección que le había gustado, pero quería escucharla hablar.
Aunque su actitud era distinta, comenzaba a darle vida al departamento, animando más al joven hombre. Tomó su plato para ponerlo frente al de la castaña, y comenzar a desayunar también.
_____ se sentía un poco incómoda, pero lo disimulaba perfectamente, era lo que creía.
Cuando ella terminó, se levantó y lavó lo que había ensuciado. Se dirigió al sillón, para tomar su celular, que se le había muerto la batería durante la noche. Soltó un pequeño suspiro pesado.
Lentamente, volteó a ver al apellidado Kurenai.
—Pasaré a tu habitación a retirar mis cosas y dejarlas aquí. ¿Sabes?— anticipó lo que haría.
—Esta bien. Adelante, como te sientas cómoda— volvió a sonreírle.
Ignorando eso, fue en busca de lo suyo, reacomodandolo todo. En camino de vuelta al living, iba rebuscando su cargador en su mochila, mientras que tiraba de la maleta como le era posible.
—¿Dónde puedo conectarlo?— luego de haber dejado lo que llevaba consigo, volvió a él, mientras que enseñaba el cargador y su celular.
—Tienes un adaptador cerca del televisor, aquí en la cocina o para aquel lado— señaló hacia uno de los costados de la gran habitación.
Los ojos verdes de la muchacha, observaron un poco más el lugar para encontrar uno e ir hasta allí. Tendría para un buen rato. Cuando terminase de cargar, se marcharía a seguir buscando salón para practicar. Quería pasar el menor tiempo posible en ese lugar.
Mientras estaba sentada en el sillón que había utilizado de cama, se percató de que Shu se estaba preparando para salir, colocándose una gabardina negra con bordes rojos. Lo vio unos segundos más para voltear a ver a otro lado.
—Si te vas a quedar, puedes encender el televisor. También puedes recorrer el departamento como si fuera tu propia casa, ¿si?— dijo, mientras se dirigió a la puerta.
En respuesta, se ganó la mirada de la bailarina.
Sin más, se despidió y salió de allí.
Desde donde estaba, escuchó como tomaba el elevador y se marchaba.
Estando finalmente sola, se dejó caer mejor en el sitio en el que estaba sentada. En realidad, dudaba de que se hubiera quedado realmente sola. Se refería a cámaras.
Se incorporó y comenzó con la búsqueda de estás. Recorría habitación por habitación, rincón por rincón. Pero nada. A pesar de ese descubrimiento, aún no se sentía cómoda. Estaba en su territorio.
Volvió a tomar asiento, estirando una de sus manos para tomar el control remoto, que estaba sobre la mesita de centro, y prender la gran pantalla.
Estuvo así durante un largo tiempo, ya que se había quedado viendo una película que transmitían en uno de los canales. Cuando esta concluyó, lo apagó, levantándose a ver su celular. Finalmente había terminado. Lo desconectó y tomó la llave que le habían entregado para salir.
Luego de algunos minutos, de haber salido y estar en la entrada del edificio, soltó un suspiro de alivio. Observó la hora. Faltaba poco para el medio día. No tenía ni la menor idea de a donde se había marchado el de cabellera blanca, quizás a los Ragings Bulls. Pero aún así, no lo veía llegar temprano.
Y emprendió camino a seguir la búsqueda.
ESTÁS LEYENDO
ERES MI VIDA |Shu Kurenai y tú|
De TodoEl tiempo, pasa. La distancia, se extiende. Las situaciones, suelen cambiar. Y el amor, sigue estando arrinconado. Ambos ya viven sus vidas como las podrían considerar normales. Él era el dueño de un famoso equipo de Beyblade y ella era una excelent...