Capítulo XVI

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[...]

Sin haber podido descansar bien, se levantó antes que el joven hombre. Quería pedir disculpas por lo de anoche, demostraría que había sido bien educada. Además, deseaba mostrarle que había aprendido a cocinar, aunque fueran algunas cosas.

A la media hora, sintió unos pasos detrás de ella.

—Whoau.

Volteó notando el semblante de sorpresa de su parte, para volver a ver lo que hacía con una sonrisa orgullosa de si misma. En esos instantes en que lo había visto, tenía el cabello mojado y ya vestido con parte de su ropa habitual. Solamente le faltaba la gabardina.

—Pensé que tendría que cocinarte toda la vida— y se sentó en donde la castaña lo hacía.

—Oye— dijo un poco ofendida, cambiando la mueca en su rostro.

—Perdona, no sonó como quería que sonara. Es que... me encantaría cocinar para ti siempre.

Por unos instantes, se mantuvo quieta, sin seguir con lo que hacía. De inmediato, la confesión de anoche volvió a resonar en su cabeza. Esos eran los momentos en que se debatía si darle la oportunidad prohibida que tenía, o no. Pero, obviamente, seguiría igual.

Retomó lo que hacía.

Finalmente terminando con su labor, lo colocó en dos platos y los llevo al desayunador.

—Gracias— dijo aceptando el plato con una linda sonrisa.

—No es nada, además... es una disculpa por tu cita de anoche— desvío la mirada, al tiempo en que tomaba asiento.

—Si también lavas los platos...

—Por supuesto— lo interrumpió, al tiempo en que cargaba su cubierto y lo llevaba a su boca.

La hermosa mueca positiva de parte del albino se ensanchó.

[...]

Mientras hacía ejercicio de torso frente al espejo, comenzó a escuchar que llamaban a su celular, a parte de que la música se había acabado por ello. Curiosa, se aproximó a ver de quién se trataba. Era su mánager. Confundida a no más dar, ya que allí debían ser cerca de las cuatro de la mañana, atendió.

—¿Hola?

—¿Cómo vas con las coreografías?— interrogó de inmediato.

—Bien...— antes de acabar, volvió a hablar Madoka.

—¿Y el tema de Shu? ¿Está por ahí?

—No, tranquila. Está trabajando a estas horas. Además, él fue quien me prestó el salón del que te mencioné antes por mensaje.

—¿Qué?

—Sí...— sonó apenada, al mismo tiempo en que apoyaba parte de su rostro en su otra mano.

—Pero... ¿hay algo o no?— dijo un poco insegura.

—No. La cosa es que... anoche se me confesó— estaba avergonzada de decir eso, nunca antes le había dicho a alguien acerca de esas cosas.

—¿Qué te dijo exactamente?— preguntaba curiosa.

—Dijo que era su vida, y luego se durmió abrazado a mí...

Y la castaña mayor se quedó callada, pensando. Eso desesperaba a _____, dando ligeros golpes con uno de sus pies.

—Es el indicado...— dijo de repente.

—¿Ah?— atónita, casi exclama la más joven.

—_____, el estado más sincero de una persona, es antes de dormir. Y más si te abrazó. Sí, está mal lo que hizo en el pasado, pero eran demasiado jóvenes...— sonaba como toda madre, convenciendo de lo que había hecho su hija.

Bajó su mirada un poco apenada. Comenzaba a decir "tienes razón" en su mente, mientras que otra parte de este grita "¡lo que acordamos!". Tenía que escuchar a su corazón en esos momentos delicados, pero este se mantenía callado.

Al finalizar la llamada, no siguió con su práctica. Sentada, reposó su espalda contra el gran espejo, abrazando sus piernas que estaban cerca de su pecho. Se mantuvo en esa posición algunos minutos, pensativa.

—Te amo. No importa cuanta sea la distancia, el tiempo o cuan enojados nos encontremos, el amor que siento hacia ti jamás cambiará.

Las palabras que le había dicho esa noche de lluvia, volvían a retumbar en sus recuerdos. Su rostro, mirada y sonrisa, se dibujaban tal cual como en esa escena. Sus ojos se humedecieron, como todas las veces que lo recordaba.

—Shu...— su voz comenzaba a quebrarse. Lo tenía tan cerca y tan lejos a la misma vez.

Escondió su cabeza en el hueco que había hecho. Pero sin darle ni un minuto allí, el ruido de la puerta del departamento abriéndose la asustó. Él no regresaba a esas horas, aún falta un buen tiempo.

Con miedo, se incorporó, secando sus ojos en el trayecto. Lentamente, fue abriendo la puerta de la sala en la que estaba. De un tirón, sintió que la abrían también de afuera. Eso ocasionó que de golpe, chocara con la persona que había ingresado.

Dio un paso en retroceso, sintiendo su corazón ir rápidamente.

—Discúlpame, ¿te asusté?— preocupado, se apresuró a preguntar el apellidado Kurenai. Después de todo, se trataba de él.

Durante cortos segundos, se mantuvo viéndolo igual, hasta cambiar su semblante a un puchero a punto de romper en llanto. Eso lo alarmó más. Pero, de repente, ella se aferró a su pecho.

No comprendía que le pasaba, y quería saberlo. Con cuidado, fue posando sus manos sobre su espalda, mientras que la acercaba un poco más y la acariciaba.

—¿Qué pasa?— preguntó en un tono cariñoso, para hacerla sentir mejor. Después de todo, sus ojos que estaban ligeramente hinchados, ya que los había visto en esos instantes, no debían ser a causa de que llegara sin aviso.

—¿Por qué me haces esto?— murmuró, en medio de un hilo de voz. A pesar de eso, logró oírla.

—Hacer... ¿qué?

—Me confundes...

Los ojos rojos del joven hombre se abrieron de a par. Sabía que significaba eso; era una labor demasiado complicada, pero tenía una pequeña oportunidad y lo intentaría.

ERES MI VIDA |Shu Kurenai y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora