[...]
A la mañana siguiente, se encontraba observándolo. Temía de que siguiera reviviendo lo que había pasado en la noche. Tímidamente, se aproximó a él, poniéndose a un lado. Se encontraba preparando el almuerzo, ya que ambos se habían levantado tarde.
—Te ayudo— se ofreció, mientras tomaba un cuchillo y comenzaba a cortar unas verduras.
Los ojos rojos del muchacho se posaron sobre ella con delicadeza, y emitiendo un gran pesar. Pero lentamente, fue pintando una pequeña sonrisa.
—Gracias...— dijo bajo, prosiguiendo con lo suyo.
A la media hora y, en silencio, acabaron con esa labor para así comenzar a comer.
—Oye...— rompió el hielo el albino.
Levantando la cabeza, con la mirada incrédula, espero a que dijera lo que quería decir.
—Esta noche tengo una ceremonia de apertura de un nuevo estadio de Beyblade, y debo ir con un acompañante... ¿Quisieras ir conmigo?— levantó la mirada.
—Claro, pero no tengo nada para una ocasión tan formal— desvío sus ojos, volviendo a su plato.
—No hay problema. En un rato saldremos a comprarte un lindo vestido— sonrió.
Nuevamente, se ganó la mirada de la castaña, para volver a bajarla, ligeramente sonrojada.
De todas maneras, iría con dinero de su premio, no permitiría que él se lo comprara, ya demasiadas cosas había hecho por ella. Acompañarlo podría llegar a ser una devolución de todo eso.
[...]
A la hora de haber terminado de almorzar, fueron hacia un centro comercial. La muchacha se sorprendió de lo grande que era y de las diversas tiendas que tenía. En Japón no eran así, por eso era su reacción. Y obviamente Shu lo sabía, también era de allí.
—¿Qué tal ese local?— preguntó el albino, a lo cual la bailarina asintió, mientras lo tomaba de una de sus manos y lo guiaba hasta ahí.
El delicioso aroma de un perfume ambiental inundó sus fosas nasales, al ingresar. Habían demasiado vestidos y trajes, de todo tipo.
—¿Puedo ayudarlos en algo?— interrogó una empleada, acercándose a ellos, amigable.
—Buscamos un vestido para ella— habló el apellidado Kurenai.
—Claro, por aquí. Hay vestidos de su talla señorita— dio media vuelta para ir hacia donde estaban las prendas femeninas, siendo seguida de ambos jóvenes.
Cada que le mostraban uno, no eran de su agrado. O tenían demasiadas decoraciones, muy glamurosos, o no eran de un color que le gustase. Ese era el gran dilema.
La mujer se tuvo que retirar ya que habían llegado más clientes, dejándolos solos para que eligieran mejor.
—¿Estás segura que no te gusta ninguno? ¿O es que no quieres ir conmigo?— preguntó acercándose a ella, que examinaba uno de los muchos vestidos.
—No me gustan, es eso— dijo apenada por la segunda pregunta que le había hecho —. Si quieres, ve a dar una vuelta por ahí, así no te aburres.
—¿Y quién crees que pagará?— sonrió con un poco de diversión.
—Yo, genio— respondió divertida.
—No, lo haré yo porque es un regalo de mi parte— la tomó de uno de sus hombros para depositar un beso en su cabeza.
—No, déjame pagarlo— volteó a verlo, mezclando un puchero tierno con un poco de seriedad.
—Lo siento— respondió alzando sus manos, como si fuera inocente, para así ir a ver unos trajes.
_____ se le quedó viendo unos segundos, como detallaba las prendas masculinas.
Soltó un suspiro para seguir observando vestidos. Tomó uno entre sus manos. Algo le había gustado de este, y no sabía qué. Lo acercó a su cuerpo, posandolo sobre este, como si así lo midiera en ella.
—Ya he vuelto señorita, ¿ya ha elegido?— dijo la empleada, posandose a un metro de la castaña.
—Creo que sí— sonrió, aún observándose hacia abajo.
—¿Quiere ir a probárselo?
—Esta bien.
Se dirigió hacia los probadores. Se quitó su ropa habitual, cambiándola por aquel vestido que tanto le había gustado. Era rojo en la parte de arriba y, hacia abajo, se fue cambiando por blanco. Los tirantes eran un poco anchos, y caían hacia los brazos.
Se observó en el espejo. Obviamente, era el indicado.
Dibujó una sonrisa y se lo quitó para ponerse lo que había llegado, y salir de allí.
—¿Le aviso a su pareja que ya a elegido?— interrogó la mujer.
La de ojos verdes alzó su mirada al albino, quien seguía observando trajes.
—Él...— un poco incrédula, aún viéndolo, siguió —, no.
—Esta bien señorita— tomó con cuidado el vestido —. Sigame— y se dirigieron hacia el mostrador, así pagaba.
Tenía que admitirlo, se sentía nerviosa de que el apellidado Kurenai la viera pagando, ya que no la dejaría.
—¿Cuánto sería?— se adelantó a hablar, bajo para no ser oída por su acompañante.
—No se preocupe, su pareja ya se lo ha pagado mientras se cambiaba.
—¿Ya sabía que lo llevaría?
—No, pero se adelantó— embolsó con cuidado el vestido —. Tome, que lo disfrute señorita. Y no olvide regresar.
—Por supuesto— tomó la bolsa de la tienda, aún pensando en la estrategia del de ojos rojos.
Dio media vuelta y se topó con él.
—¿Vamos?— extendió su brazo en su dirección.
—Sí...— dijo pensativa, sin percatarse que lo había tomado para salir de allí.
A los metros de la tienda, lo soltó, confundiendolo un poco.
—¿Qué sucede?
—Nada. Solamente te dije que no lo pagaras tú— lo miró un poco molesta —. ¿Cuánto es para que te lo devuelva?— soltó un suspiro.
—¿No recuerdas la parte de regalo?— pasó una de sus manos por sus hombros, acercándola a él mientras seguían caminando.
____ Hayashi, rodó sus ojos, haciendo como si ignorara aquel abrazo. Pero en realidad, le agradaba, cosa que provocó que dibujara una pequeña sonrisa.
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ERES MI VIDA |Shu Kurenai y tú|
De TodoEl tiempo, pasa. La distancia, se extiende. Las situaciones, suelen cambiar. Y el amor, sigue estando arrinconado. Ambos ya viven sus vidas como las podrían considerar normales. Él era el dueño de un famoso equipo de Beyblade y ella era una excelent...