Capítulo XV

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[...]

—¿Cómo estuvo tu cita?

Sin despegar la mirada de su celular, recostada en el sillón más grande del living, preguntó la bailarina.

—Terrible— indicó desarmando el nudo de la corbata que le había hecho ella, seguido de quitarse la parte superior del traje, quedando solamente con la camisa.

—¿Habrá segunda?

—Por supuesto que no— dejó eso sobre el respaldar de un sofá individual, mientras volteaba a ver a la castaña —. ¿Por qué lo hiciste?

—¿Hacer qué?— alzó su mirada, dejando de lado su teléfono.

—La cita, ¿por qué la organizaste? Vi que te has metido a conversar con ella por mi celular— dijo un poco molesto.

—Oye, estar soltero toda la vida no te conviene, Kurenai. ¿Has visto cuántas chicas tienes por detrás?— hizo un movimiento de brazos, indicando lo que decía.

El albino soltó un pesado suspiro, pasando una de sus manos por sus cabellos, al mismo tiempo en que se despojaba de sus zapatos.

Aún no creía que intentaba distanciarse de él. Había una razón: su antigua relación que había acabado mal, y lo que sucedió después de eso. Pero, ya había madurado, más que antes, y entendía mejor sus sentimientos y demás.

Tomó asiento del otro lado del sillón, reposando sus codos sobre sus rodillas, y su cabeza, estaba un poco agachada. En cambio, la castaña lo había visto en todo momento.

—Y... ¿tú has tenido suerte?— preguntó volteando sus ojos a verla.

—¿En qué?— estaba algo confusa.

—En el amor... Yo, ya lo sabes. Es que me es complicado olvidarte— una tierna sonrisa se dibujaba en sus labios, mientras aun la veía —. Después de todo, eres mi vida...

No esperaba tal confesión. Sus ojos verdes se abrieron de a par, sintiendo su rostro arder. Sus miradas estaban conectadas, sin aviso de que se separarían.

Esas simples palabras la habían descontrolado por completo, dejándola sin saber que hacer o que decir al respecto. Su corazón iba demasiado rápido.

Aún sin reaccionar, el albino comenzó a acercarse a ella. Lo único que logró hacer, fue retroceder, aunque fuera un centímetro. No más. Y fue cuando el apellidado Kurenai la abrazó por la cintura, echando su cuerpo sobre el suyo, mientras que escondía su cabeza en su cuello.

—O-oye— tartamudeó a los segundos, sintiéndose un poco incómoda por la posición de sus piernas separadas y dobladas.

—Dejame un rato así... Estoy cansado... No sabes cuánto odie esa cita...— hablaba, pegando su aliento a la piel de la bailarina. Los latidos ya no tenían control alguno, y se avergonzaba de que él los sintiera.

[...]

Sin saber que hora era, abrió sus ojos, aún sintiendo un peso sobre ella. Todavía estaban en la misma posición.

Intentó removerse, para quitárselo de encima, pero era inútil. Soltó un pequeño suspiro, prestándole atención a la tranquila respiración del joven hombre. La confesión de más temprano aún seguía dando vueltas por su cabeza.

No debía darle otra oportunidad, ya había acordado eso con su yo del pasado. Pero era una complicada labor si se trataba de él, Shu Kurenai.

Lentamente, alzó una de sus manos para acariciar con cuidado los cabellos blancos del blader. No debía ser mala, después de todo, el muchacho le había dado un techo —a pesar de que ya había tenido—, un salón, las comidas del día, etc. Siempre había sido así con ella. Obviamente, le debía una grande.

—¿Qué sucede?— adormilado preguntó. Se había despertado.

De un momento a otro, su mano ya no lo tocaba más, estaba al aire, mientras mordía el interior de sus mejillas.

—Por favor, ya pesas— habló bajo para no molestarlo en su estado.

Una risa ronca se escapó de Shu, provocando que el pulso de la castaña se acelerara.

—Esta bien— a duras penas, se incorporó, aún luciendo una sonrisa cansada —. Que descanses— se despidió, retirandose al tiempo en que se llevaba por delante sus zapatos.

—Igualmente.

Cuando se aseguró de que había llegado bien, porque ya no se sentían sus pisadas, se volvió a tirar en el sillón. Comenzaba a retractarse.

Extendió su mano a la mesa de centro, en busca de su celular. Al tomarlo, chequeó que se trataban de las cuatro de la mañana. Se removió un poco hasta finalmente encontrar una posición más cómoda, e intentar seguir durmiendo.

ERES MI VIDA |Shu Kurenai y tú|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora