dejame pintarte

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    Aquel profesor de aspecto tan sombrío había encontrado la excusa perfecta para poder detallar mas los enigmas tan inquietantes que se ocultaban, detrás de esos orbes azules tan claros como diamantes.

  El joven de cabellera rubia como el oro y el instructor de apariencia fúnebre comenzaron a caminar por el colegio hasta al menos perderse de vista, escapando de la amenaza que se había presentado momentos antes.

-una vez mas me a salvado, y yo no he podido encontrar manera de agradecérselo, si usted no me hubiera ayudado en aquella ocasión, no quiero ni llegar a imaginar que hubiera sido de mi-el joven miro al instructor  reflejando angustia a través de sus irises azules tan cristalinos, pero aquel profesor solo se resignaba a mirarlo con sumo detalle como si estuviese contemplando una pintura famosa-

  En su recorrido por aquel colegio llegaron hasta el jardín de aquel instituto, el joven rubio miro con desánimo el cielo estrellado, mientras que aquel profesor solo se tomó el atrevimiento de posar su mano sobre el hombro de la "señorita".

-No hay que ser muy ciego para saber que algo la aflige y atormenta en cada rincón de su ser, señorita permítame saber que le agobia a su alma-Alois al sentir aquella cercanía solo trago profundo para no decaer y así no dejar al descubierto aquella telaraña de mentiras que había creado por un bien mayor, ya que le sería imperdonable si quedara expuesta.

     Un simple toque en su hombre fue suficiente como para tener ese impulso de querer correr tan lejos y volar como ave para huir de aquel lugar, que solo le traía dolor y humillación y en ocasiones mucha desesperación, todo por un rango mayor, todo ocultado tras esos orbes azules como un cielo sin nubes, ojos que habían visto mas de lo que debían y aun así callaban sus penas.

    Lo que antes había sido un conde con una herencia potencial digna de envidiar, ahora no era más que alguien fingiendo ser lo que no era, solo por un objetivo tan valioso como la vida misma, un precio tan alto que debía pagar para cambiar al mundo, de una sociedad tan pretenciosa que no duerme tranquila.

  El conde miro hacia los ojos tan oscuros y fúnebres que mostraban el reflejo de la soledad misma en sus aposentos, aquellos que con una mirada podían desnudarte el alma, aquellos orbes tan oscuros que hacían sentir un frío tan leve por dentro, ese tipo de frío que te recorre el cuerpo y te hace sentir inerte, como si ya no hubiesen latidos, como si solo se tratara de carne y huesos.

   Aquellos eran lo suficientemente fuertes como para inquietar al alma y cuerpo con solo una mirada impotente.

   Aquel profesor al sentir aquel mirar de su alumna, poso sus manos sobre los hombros de esta, y casi en modo de súplica le pidió le permitiera inmortalizar su alma en una obra de arte que pocos pudieran entender.

  le pidió fuera su musa por solo esa noche, pero la "joven" un tanto llena de temor y con su cuerpo tembloroso no supo que responder ante aquella repentina petición.

-dejame pintarte-muy inquietante y casi a modo de súplica le pedía aquel profesor una y otra vez, lo decía entre susurros casi inaudibles pero repetitivos, con un leve despero tan notable en ellos-

   La joven aun temblorosa seguía mirándole a los ojos sin formular palabra alguna, el poso sus manos sobre las mejillas y nuevamente se lo pidió, la joven pudo sentir el aliento tibio de su acompañante tan cerca de sus fríos y pálidos labios

-dejame inmortalizar tu alma en una pintura, permíteme conocer tus secretos en cada pincelada, déjame mostrar al mundo el arte tan incomprendido de la locura misma-la miro fijamente a esos orbes azules como un cielo sin nubes, y la señorita aun sin palabras trago profundo y accedió ante aquella tan extraña petición- 

   El joven sin esperar tanto la sujeto de la mano y se la llevó casi a tirones por un pasillo oscuro donde solo se podían escuchar ahora la entonación de sus tacones golpeando el suelo, la joven temblaba y el profesor se emocionaba, aquel brusco trayecto la hizo tropezar y sin uno de sus zapatos fue a parar, tiempo de buscar no le iba a dar.

    El caballero de orbes oscuros la cargo y se la llevo a paso apresurado a una habitación lejana a las demás, dejando atrás solo la evidencia de un zapato perdido, y en el camino perdió una parte de su atuendo de gala un trozo de tela que brillaba y hacia juego con la luna, al culminar tal trayectoria la joven temblaba por el frío que la inundaba.

  Aquel profesor tan desesperado buscaba pinturas y pinceles como un buscador de oro en una mina de solo carbón, al encontrarlos volteo a mirar a la joven que temblorosa trataba de abrazarse a si misma para encontrar un poco de calor, el la sujeto en brazos y la llevó a un sofá mientras le arreglaba el cabello y le despojaba de algunas prendas de ropa.

  La joven alarmada y con temor a que dicho profesor descubriera su secreto se oponía a despojarse de sus prendas de ropa, para disimular tal acto brusco y de oponencia el joven de orbes azules solo justificaba su timidez y prudencia ante un hombre que apenas acababa de conocer.

   Dicho eso el profesor solo dejo la espalda de la señorita al descubierto y dejo su corsé a medio sujetar, y apenas el pincel toco el lienzo en blanco sus manos hicieron el resto del trabajo, la joven solo se dedico a mirarlo con esos ojos que le atravesaban el alma al caballero, y vacilante jugaban con las miradas en juego mutuo que ambos inquietantes disfrutaban.

  Cada pincelada una tras otra era como una adicción tan fluyente que le brotaba por los poros el corazón le ardía y la mente le estallaba, ¿era acaso ese el veneno que lo llevaría a su perdición? Como saberlo esa era la cuestión.

  Excitante resultaba para el espectador que contemplaba cada detalle sin dejar pasar ninguno por alto, aquella piel pálida resaltada con aquellas prendas de seda violetas y color carmín eran como aquel estado de éxtasis para un pintor que jugaba con el color, cada parte cada trazo cada tono, cada camino dado por recorrer era una sensación, un recuerdo, un refugio, que mantenía libre a la cordura y presa a la locura ¿algo faltaba?.

   Algo tan fundamental como el alma le faltaba a esa pintura, pero no era el momento de adecuado para ser desencadenado, el joven dejo la pintura a medias y se levantó frente a la joven y la miraba cabizbajo sin formular palabra, solo se apartó segundos después, y sólo siguió pintando las siguientes horas, diferentes cuadros, diferentes ángulos, diferentes poses, en las que su musa era la protagonista de todas ellas, así duraron hasta que el sol toco su pequeña ventana dando indicios de que debían volver a su rutina aburrida donde no eran mas que un profesor y una alumna.

  El joven de cabellera rubia corría con desespero de retorno a la habitación entre pasillos y con un solo zapato puesto, y tocaba la puerta de su amigo frenéticamente y con temor a que alguien lo viera, estaba al borde del llanto desesperado tocando la puerta hasta ver sus dedos y nudillos sangrar y rojos de tanto maltrato al tocar.

Continuará....

colegio para señoritas (alois x claude , sebaciel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora