Capitulo 21

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Cuando me desperté, mi reloj marcaba que eran después de las 10.

Eso no podía ser verdad. El centro comercial abría a las 10, y mi papá nos despertaba a Todd y a mí a las 8 porque siempre estaba emocionado sobre sus planes para el día, entonces no podía esperar a decirnos.

Froté mis ojos para salir de la cama, decidiéndome que Todd había cambiado mi reloj como venganza por llevarme la otra noche, y fui al baño. Raro, la abuela no estaba quejándose por su cabello o maquillándose, pero disfruté no tener que esperar para usar el baño por una vez.

Después de que me vestí, fui a ver si la abuela estaba en el cuarto de Todd, pero no estaba. Me dirigí hacia la sala, pero también estaba vacía. Ni siquiera estaba Todd allí, y las sábanas donde dormía estaban dobladas en un extremo del sofá.

—¿Hola? —dije, empezaba a estar nerviosa ¿Dónde estaban todos? ¿Y desde cuándo Todd era limpio? ¿O no estaba en el sofá?

—Hey —dijo Todd, asomándose por la puerta de la cocina—. ¿Puedes venir, por favor?

Ahora sabía que estaba dormida. Todd y yo nunca íbamos a la cocina, y él nunca decía "por favor". La última vez que lo dijo fue durante la cena que tuvimos después de que se graduó de la universidad: "Por favor, pásame las papas, Kate", y después le pregunto a mamá y papá si podía mudarse.

—¿Por qué dices ―por favor‖? ¿Y por qué debería ir dentro de la cocina? ¿Acaso metiste el carro por la puerta del garaje otra vez?

—Graciosísimo. Sólo entra a la cocina ¿puedes? —dijo, y me dijo la palabra "mama"

—M... —empecé a decir, pero entonces él volteo la cabeza y me dio otra mirada, la misma que me dio la noche en que brinqué en lo que sea que estaban haciendo papá, mamá y la abuela, y terminé con las botas moradas.

Una de esas miradas de las-cosas-están-mal-entonces-ayúdame-a-hacer-algo.

Entré a la cocina y me detuve, paralizada. Mamá estaba sentada en la mesa. Sus ojos estaban rojos, como si hubiera estado llorando.

—¿Mamá? —dije.

—Tu abuela está de compras, entonces pensé que nosotros podíamos... deberíamos... hablar ahora —dijo, señalando la silla que estaba frente a ella. Las palabras sonaban como si fueran de mamá... pero su voz... pero su voz sonaba tan decaída.

—¿Qué está pasando? —dije, sentándome, y mirando a Todd. Él estaba mirando el piso y, juro, que se veía tan mal como mamá.

Me senté.

—Esto es difícil de decir —dijo mamá, y después habló de cómo las cosas habían cambiado desde que papá había dejado el trabajo (como si no lo hubiera notado), y cómo faltaba el dinero (como si tampoco lo hubiera notado), y que, a veces, a pesar de tratar todo muy duro, cosas feas pasaban.

No dije que eso también lo sabía, porque tenía un presentimiento de que hablaba de la visita de la abuela.

De hecho, una vez también tuve un presentimiento que mi vida se iba a poner peor.

—Tendremos que mudarnos —dijo mamá, y empezó a llorar. ¿Mudarnos? ¿Dejar la casa? ¿Mi cuarto, el pasillo que había hecho hacia abajo, el baño donde Anna y yo habíamos intentado aclararnos el cabello con peróxido de hidrógeno, la cocina donde Todd y yo habíamos dicho quién iba a tener la última pieza de pastel... dejar todo? ¿Perder todo eso? No. No podía haber escuchado bien. Pero, al mirar a mamá, y viéndola llorar, sabía que tenía que hacerlo.

—Pero la abuela... la escuché decir que te ayudaría —dije.

—¿Qué? —dijo mamá, quitándose las lágrimas, su voz con fuerza.

—Te oí hablando con ella una mañana —dije—. Escuché que te ayudaría, pero no a papá. Entonces ¿por qué no nos ayuda con la casa?

—No se lo puedo pedir —dijo mamá, con la voz dura.

—¿No puedes?

—Tu padre y yo... necesitamos dinero para mandar a Todd a la universidad —dijo mamá—. No podemos pedir un préstamo porque tenemos demasiadas tarjetas de crédito, pero no podemos utilizarlas. La cosa es que mi madre nos dio dinero para la educación de Todd cuando él nació, pero las cosas se enervaron y nosotros... hicimos lo que teníamos que hacer —se aclaró la garganta—. Eso es por lo que no se lo puedo pedir. No quiero que sepa...

—Pero...

—Para —dijo mamá, alzando la voz—. Mira, yo... lo intenté, usando nuestros ahorros y consiguiendo otro trabajo, pero entre pagar el mínimo de las tarjetas de crédito, la hipoteca, y todo lo demás, nos quedamos atrás. Muy atrás. Si vendemos la casa ahora, podríamos ser capaces de pagar la mayor parte de lo que debemos.

—¡Pero la abuela puede ayudar! Tiene dinero, y...

—¿Y crees que mi mamá nos lo dará así como así? —Dijo mamá—. ¿De verdad crees eso sin ataduras? ¿Que ella no estará recordándonos constantemente cómo nos gastamos el dinero que era para Todd?

—Podría... —Si ponía mucho vino en su refresco de dieta primero.

—No voy a discutir esto contigo —dijo mamá—. Tu padre y yo tenemos que vender la casa, y tanto que será difícil para todos, es algo que todos tenemos que hacer. —Se levantó—. Un agente de bienes raíces viene en unas horas, y necesito que ayudes a limpiar ¿Podrías por favor...?

—No —dije, y también me paré, tirando mi silla hacia la mesa—. No puedo creer lo estúpidos que son mi padre y tú. Eso es. Dije estúpido. Y si quieres la casa limpia, hazlo tú, pero eres la única que lo arruinó y perdió...

—Hey —dijo Todd, mirándome furioso—, no...

—Cállate —dije—. Me tendré que mudar porque tú perdiste cuatro años aprendiendo el abecedario eructando sólo para venir aquí y no hacer nada.

—Conseguiré un trabajo —dijo Todd, su voz dura y su cara llena de furia. — Él fue hacia mamá, la abrazó, y dijo: —Volveré tan rápido como termine de limpiar el patio trasero.

—Ve —dije, mirándolo—. ¿Ahora conseguirás trabajo? Creo que es mejor conseguirme uno también. Oh, espera, ya tengo uno. De hecho, voy tarde...

—Tu padre te dio el día —dijo mamá—. Él... nosotros... pensamos que sería más fácil para ti...

—Cierto, mamá. Quieres decir que es más fácil para él. Él no tiene que dar las malas noticias. Vendrá esta noche a casa y pretenderá que todo está bien. De hecho, apuesto a que él está contento de que la abuela no esté aquí, porque no le dirás lo que está pasando, y él cree que nadie más se lo dirá. Bueno, ¿adivina qué? Le diré todo...

Todd me agarró por el brazo y me jaló fuera de la cocina —Detente —dijo, prácticamente jaloneándome.

—Déjame —dije, y lo empujé—. Todo esto es tu culpa, y lo sabes.

—¿Crees que no lo sé? —dijo—. Escuchar que soy la razón por la que perdemos la casa se siente...

—No me importa cómo te sientes. No, espera, sí me importa. Espero que te sientas terrible. Espero que te sientas tan mal que...

—¿Que desee conseguir un trabajo en lugar de venir a casa? ¿Tal vez preguntándome por qué les dije a mamá y papá cuando estaban molestos que la titulación ya estaba? ¿Adivina qué, Kate? Siento todas esas cosas. — Fue hacia la cocina y sacó la gerga (trapo para limpiar), regresando y restregándomelo—. ¿Pero sabes qué? Esto no es sobre mí y, lo creas o no, ni siquiera es sobre ti. Mamá está realmente triste, y no pudo prepararse para el agente de bienes raíces. Por lo tanto, cállate, crece, y ayuda.

Lo miré, sin palabras, y empecé a llorar. No por lo que me dijo, sino porque él también estaba mal, y eso, más que otra cosa, me hizo darme cuenta que esto pasaría. No importaba si yo quería. No importaba si era justo. Lo que yo pensara o quisiera, no en esto.

No en nada.

Perfect YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora