Capítulo 15 // Luka

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P.O.V Percy.

Por fin había encontrado algo en lo que era bueno de verdad.

El Vengador de la Reina Ana respondía a todas mis órdenes. Yo sabía qué cabos tensar, qué velas izar y en qué dirección navegar.

Todo parecía perfecto: el viento a favor, las olas rompiendo contra la proa... Pero ahora que nos encontrábamos fuera de peligro, sólo conseguía pensar en lo mucho que echaba de menos a Tyson y en la inquietante situación de Grover.

Tampoco conseguía quitarme de la cabeza mi estúpida manera de complicar las cosas en la isla de Circe. De no ser por Annabeth y Elizabeth, aun sería un pequeño roedor agazapado en aquella jaula junto a un puñado de piratas peludos.

Navegamos toda la noche.

Annabeth intentó echarme una mano en el puesto de mando, pero navegar no era lo suyo. Tras unas cuantas horas de balanceo, su cara se puso de color guacamole y bajó a tumbarse en una hamaca, Elizabeth se había encerrado en el camarote del capitán y pidió que no la molestamos, parecía enojada por alguna extraña razón.

Yo observaba el horizonte. Divisé monstruos más de una vez. Vi un penacho de agua tan alto como un rascacielos elevándose a la luz de la luna. Luego una hilera de púas verdes se deslizó entre las olas: un reptil, o algo así, de unos treinta metros de largo, no tenía muchas ganas de averiguarlo.

Poco después de medianoche, Annabeth subió a cubierta. Precisamente en aquel momento pasábamos junto a una isla con un volcán humeante. El agua en
torno a la orilla burbujeaba y despedía vapor.

-Una de las fraguas de Hefesto -dijo Annabeth-. Donde construye sus
monstruos de metal.

-¿Como los toros de bronce?

Ella asintió.

-Da un rodeo. Y ponte a una buena distancia.

No necesité que me lo repitiera. Nos alejamos de la isla y muy pronto no fue más que un borrón de neblina roja a popa.

Miré a Annabeth.

-El motivo de que odies tanto a los cíclopes... o sea, la historia de cómo
murió Thalia de verdad... Cuéntame, ¿qué ocurrió?

Apenas veía su expresión en la oscuridad.

-Está bien. Tal vez tengas derecho a saberlo -dijo por fin-. Aquella noche, mientras Grover nos llevaba al campamento, se confundió y tomó varios desvíos equivocados. ¿Recuerdas que te lo contó una vez?

Asentí.

-Bueno, pues el peor de esos desvíos nos llevó a la guarida de un cíclope en
Brooklyn.

-¿Cíclopes en Brooklyn? -pregunté.

-No podrías creer la cantidad de cíclopes que hay, pero ésa no es la cuestión. Aquel cíclope nos tendió una trampa; logró que nos separásemos en el laberinto de pasillos de una vieja casa de la zona de Flatbush. Además, era capaz de imitar la voz de cualquiera, Percy. Igual que Tyson a bordo del Princesa Andrómeda. Uno a uno, nos hizo caer en la trampa. Thalia creyó que corría a salvar a Luke. Este creyó que me había oído gritar a mí pidiendo socorro. Y yo... yo estaba sola en la oscuridad. Tenía siete años. No sabía cómo encontrar la salida.

Se apartó el pelo de la cara.

-Recuerdo que llegué a la habitación principal. El suelo estaba cubierto de
huesos. Y allí estaban Thalia, Luke y Grover, atados y amordazados, colgando del techo como jamones. El cíclope había empezado a encender una hoguera en medio de la habitación. Saqué mi cuchillo, pero él me oyó. Se volvió y sonrió; empezó a hablar, y de algún modo averiguó cómo era la voz de mi padre. Supongo que la arrebató de mi mente. Me dijo: « No te preocupes, Annabeth. Yo te quiero. Puedes quedarte conmigo. Puedes quedarte para siempre»

Elizabeth y El Mar De Los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora