Capítulo 18 // Polifemo

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P.O.V Percy

—¡He atrapado a Nadie! —decía Polifemo, regodeándose.

Nos deslizamos hasta la entrada de la caverna y al asomarnos vimos al
cíclope, sonreía con aire malvado y sostenía un puñado de aire. El monstruo agitó el puño y una gorra de béisbol cayó al suelo planeando. Allí estaba Annabeth, sujeta por las piernas y retorciéndose boca abajo.

—¡Ja! —dijo Polifemo—. ¡Repulsiva niña invisible! Ya tengo otra muy peleona para casarme. ¡A ti te voy a asar con salsa picante de mango!

Annabeth forcejeaba, pero parecía aturdida. Tenía un corte muy feo en la
frente y los ojos vidriosos.

—Voy a atacarlo —susurré a Clarisse—. Nuestro barco está en la otra parte
de la isla. Tú y Grover…

—Ni hablar —dijeron los dos al unísono.

Clarisse iba armada con una lanza rematada con un cuerno de cordero que había sacado de la colección del cíclope.

Grover había encontrado un hueso de muslo de oveja con el que no parecía
demasiado contento, pero lo blandía como si fuese una porra.

—Atacaremos juntos —gruñó Clarisse.

—Sí —dijo Grover. Y pestañeó atónito, como si no pudiera creer que hubiese
coincidido en algo con Clarisse.

—Está bien —dije—. Plan de ataque Macedonia.

Ellos asintieron. Los tres habíamos pasado los mismos cursos de
entrenamiento en el Campamento Mestizo.

Sabían de qué estaba hablando. Ellos se deslizarían a hurtadillas y atacarían al cíclope por los flancos mientras yo atraía su atención por el frente. Seguramente, aquello significaba que moriríamos todos, y no sólo yo, pero no por eso dejaba de agradecer su apoyo.

Blandí mi espada y grité:

—¡Eh, tú, bicho horrible!

El gigante giró en redondo.

—¿Otro? ¿Tú quién eres?

—Deja a mi amiga. Soy yo el que te insultó.

—¿Tú eres Nadie?

—¡Eso es, apestoso barril de moco! —No sonaba tan bien como los insultos de Annabeth, pero fue lo único que se me ocurrió—. ¡Yo soy Nadie y a mucha honra! Ahora, déjala en el suelo y ven aquí. Quiero sacarte el ojo otra vez.

—¡¡Raaaarrr!! —rugió.

La buena noticia: soltó a Annabeth. La mala: la dejó caer de cabeza sobre
unas rocas, donde quedó inmóvil como un muñeco de trapo.

Un grito a la lejanía se escuchó y Polifemo se quedó parado justo en la entrada de la cueva, Elizabeth lo estaba esperando con sus llamas, ella cayó en picado a la cabeza de Polifemo con su lanza, el impacto fue lo suficientemente fuerte para que la lanza se incrustarse en su cabeza, pero no quedo ahí la cosa, Elizabeth alzó un brazo al cielo y dijo:

—¡Zeus, préstame tu poder para vencer a mis enemigos!

En cuanto dejo de hablar el cielo se nublo y un potente rayo calló justo en la lanza, antes de caer al suelo Polifemo dijo:

—¡Maldito seas mil veces, Nadie!

Si ese rayo no frió el cerebro de Polifemo al menos lo dejo inconciente.

Tomamos a Annabeth y salimos corriendo de ese lugar, Polifemo aún no estaba muerto pues aún no se desintegraba y no había tiempo de rematarlo. A la lejanía el cíclope se paró de nuevo y nos comenzó a seguir, al pasar un puente intentamos tirarlo pero no lo logramos a tiempo.

Elizabeth y El Mar De Los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora