Capitulo 8 // Carrera de Carros

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P.O.V Elizabeth

Los siguientes días en el campamento fueron... diferentes, a comparación a lo que estaba acostumbrada. En primer lugar, Percy tenía problemas para acostumbrarse a tener un hermano.

Cuando acompañe a Percy para ver a Tyson instalándose en la cabaña de Poseidón, a Tyson le entraba la risa floja cada quince segundos y Percy parecía un poco incómodo.

—¿Percy, mi hermano? —decía Tyson como si le hubiese tocado la lotería.

En cuanto a mí, en fin, el grandulón me caía bien, pero eso no quitaba el hecho de que causaba uno que otro problema en el campamento, que luego yo tenía que reparar.

Ya había leído los mitos sobre los cíclopes, e incluso recordaba que con frecuencia que eran hijos de Poseidón, pero nunca había reparado en que eso los convertía en parientes de Percy, eso me dejó pensando, ¿Cuantos medio parientes tengo? Es decir, mi padre no es el dios más leal a su esposa que digamos.

Y luego estaban los comentarios de los demás campistas.

—¡No es mi hermano de verdad! —protestaba Percy cuando Tyson no andaba por allí — Es más bien un hermanastro del lado monstruoso de la familia, como un hermanastro de segundo grado… o algo así.

Nadie se lo tragaba.

Annabeth y yo hicimos lo posible para que se sintiera mejor. El nos propuso que nos presentáramos juntos a la carrera de carros y tratáramos de olvidar así nuestros problemas.

No me malinterpreten: los tres odiábamos a Tántalo y estábamos muy preocupados por la situación del campamento, pero no sabíamos qué mas hacer.

Hasta que se nos ocurriera un brillante plan para salvar el árbol de Thalia, nos pareció que no estaría mal participar en las carreras.

En la tarde siguiente, mientras Annabeth me enseñaba algo de arquitectura mientras estábamos cerca del lago, unas graciosas de la cabaña de Afrodita que pasaban por allí me preguntaron si no necesitaría un lápiz de ojo…

—Ay, perdón. De ojos, quiero decir.

Si las bromas también eran dirigidas hacia mí, solo por ser amiga de Tyson.

—No hagas caso, Eli —refunfuñó Annabeth, mientras las chicas se alejaban riendo —Mejor sigamos con la lección y después discutimos el diseñó del carro.

Yo asentí.

Se preguntarán por qué discutiríamos el diseño del carro sin Percy, pues bien, ellos dos estaban peleados por una tontería, cuando los intenté detener Percy pensó que me puse en contra suya y también se enojó conmigo, pero en fin, Percy dijo que haría su carro el solo.

Durante los dos días siguientes Annabeth y yo nos dedicamos a construir el carro y también a hacer una que otra actividad juntas en el campamento.

Silena Beauregard, la chica más guapa de la cabaña de Afrodita, me hizo el favor de ser mi instructora para mi primera lección para montar un pegaso.

Siendo el hija del dios de los cielos no sabía cómo iban a reaccionar los caballos en mi presencia. Mi padre tenía una vieja rivalidad con Poseidón, de modo que yo procuraba mantenerme alejada de los caballos, pues estos eran creaciones de Poseidón.

Ahora, los caballos no hicieron nada malo, en cambio se comportaron bastantes amigables, quizá fuese porque mi padre les permitía volar libremente en el cielo, de manera que los pegasos venían a ser una especie de… territorio neutral.

Pronto descubrí que podía captar sus pensamientos gracias a mi madre, esta habilidad me era de mucha ayuda, no me alarmaba cuando mi pegaso echaba a galopar sobre las copas de los árboles o cuando se lanzaba a perseguir por las nubes una bandada de gaviotas.

Elizabeth y El Mar De Los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora