Capítulo 6 // Tántalo

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P.O.V Elizabeth

El sol se ponía tras el pabellón del comedor cuando los campistas salieron de sus cabañas y se encaminaron hacia allí.

Mientras llegábamos, miré el árbol de Thalía a la distancia, no pude evitar querer llorar nuevamente, mi padre fue exiliado y el árbol de mi hermana fue envenenado, todo era un desastre.

Annabeth y yo nos hallábamos aún muy afectadas por lo de mi padre, ella prometió que más tarde vendría a hablar conmigo y fue a reunirse con sus hermanos de la cabaña de Atenea.

Una docena de chicos y chicas de pelo rubio y ojos grises como ella muy amigables la verdad. Annabeth no era la mayor, pero llevaba en el campamento más veranos que nadie, así pues, nadie discutía su derecho a ser la primera de la fila.

En esa cabaña esta la mayoría de la tropa fronteriza B, hace un tiempo los de la cabaña de Ares se burlaron de la cabaña de Atenea diciendo que todos eran un montón de nerds y que nunca antes habían agarrado una espada, estos se enojaron tanto que cuando se formaron los grupos de la patrulla fronteriza han tenido una gran rivalidad.

Luego vi a Clarisse, encabezaba el grupo de la cabaña de Ares. Llevaba un brazo en cabestrillo y se le veía un corte muy feo en la mejilla, pero aparte de eso, su enfrentamiento con los toros de bronce no parecía haberla intimidado.

Alguien le había pegado en la espalda un trozo de papel que ponía:
« ¡Muuuu!» Pero ninguno de sus compañeros se había molestado en decírselo.

Después del grupo de Ares venían los de la cabaña de Hefesto: seis chicos encabezados por Charles Beckendorf, un enorme chico moreno de quince años.

Era muy buen tipo cuando llegabas a conocerlo, pero nadie se había atrevido nunca a llamarle Charlie, Chuck o Charles; a diferencia de mi que lo llamaba Charlie, la mayoría lo llamaba Beckendorf a secas.

Según se decía, era capaz de forjar prácticamente cualquier cosa; le dabas un trozo de metal y él te hacía una afiladísima espada o un robot-guerrero, o un bebedero para pájaros musical para el jardín de tu madre; cualquier cosa que se te ocurriera.

Siguieron desfilando las demás cabañas: Deméter, Apolo, Afrodita, Dioniso.

Llegaron también las náyades del lago de las canoas; las ninfas del bosque, que iban surgiendo de los árboles; y una docena de sátiros y cerraba la marcha la cabaña de Hermes, siempre la más numerosa.

El verano pasado su líder era Luke, el tipo que había luchado con Thalia y Annabeth en la cima de la colina Mestiza.

Percy y yo nos habíamos alojado en la cabaña de Hermes durante un tiempo, hasta que nuestros respectivos padres nos reclamaron; y Luke se había hecho amigo mío y de Percy… pero después él trató de matarlo, cosa que pagará... eso podría jurarlo.

Ahora, los líderes de la cabaña de Hermes eran Travis y Connor Stoll. No eran gemelos, pero se parecían como si lo fueran. Nunca recordaba cuál era el mayor. Ambos eran altos y flacos, y ambos lucían una mata de pelo castaño que casi les cubría los ojos, y sus rasgos de elfo eran los típicos de todos los hijos de Hermes: cejas arqueadas, sonrisa sarcástica y un destello muy particular en los ojos, cuando te miraban, como si estuviesen a punto de deslizarte un petardo por la camisa.

Siempre me había parecido divertido las bromas que hacían a todo el mundo, claro menos a mí, porqué los dos sabían muy bien que si lo llegaban a hacer yo les metería mi lanza por el trasero.

Cuando hubo desfilado todo el mundo, entré con Percy y Tyson en el pabellón y Percy lo guió entre las mesas. Las conversaciones se apagaron al instante y todas las cabezas se volvían a nuestro paso.

Elizabeth y El Mar De Los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora