Capitulo 22 // ¡Es Bueno Regresar!

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P.O.V Elizabeth

Gracias a la capacidad especial de los centauros para viajar, llegamos a Long Island poco después de que lo hiciera Clarisse. Cabalgué a lomos de papá, pero no hablamos mucho durante el trayecto, y menos aún de Cronos. Supongo que los dos habíamos pasado una noche algo complicada.

No me podía imaginar lo complicado que había sido para él hablarnos de ese tema y no quería agobiarlo con más preguntas.

Es decir, yo tenía parientes indeseables e inestables psicologícamente. Pero… ¿Te lo puedes imaginar? ¿Cronos, el malvado señor de los titanes, el que pretendía destruir la civilización occidental? En fin, no era la clase de padre que invitarías al colegio el día de fin de curso.

Cuando finalmente llegamos al campamento, los centauros tenían muchas ganas de conocer a Dioniso. Les habían dicho que organizaba unas fiestas increíbles. Pero se llevaron una decepción, el dios del vino no estaba para fiestas aquella noche.

En el campamento habían pasado dos semanas muy duras. La cabaña de artes y oficios había quedado carbonizada hasta los cimientos a causa de un ataque de Draco Aionius, es decir, un dragón.

Las habitaciones de la Casa Grande estaban a rebosar de heridos; los chicos de la cabaña de Apolo, que eran los mejores enfermeros, habían tenido que hacer horas extras para darles los primeros auxilios.

Todos los que se juntaban ahora en torno al árbol de Thalia parecían agotados y hechos polvo.

En cuanto Clarisse cubrió la rama más baja del pino con el Vellocino de Oro,
la luna pareció iluminarse y pasar del color gris al plateado. Una brisa fresca susurró entre las ramas y empezó a agitar la hierba de la colina y de todo el valle, todo pareció adquirir más relieve: el brillo de las luciérnagas en los bosques, el olor de los campos de fresas, el rumor de las olas en la playa.

Poco a poco, las agujas del pino empezaron a pasar del marrón al verde. Todo el mundo estalló en vítores. La transformación se producía despacio, pero no había ninguna duda: la magia del Vellocino de Oro se estaba infiltrando en el árbol, lo llenaba de nuevo vigor y expulsaba el veneno.

Quirón me pidió que organizará turnos de guardia las veinticuatro horas del día en la cima de la colina, al menos hasta que encontráramos al monstruo idóneo para proteger el vellocino. Dijo que iba a poner de inmediato un anuncio en El Olimpo Semanal.

Entretanto, los compañeros de cabaña de Clarisse la llevaron a hombros hasta el anfiteatro, donde recibió una corona de laurel y otros muchos honores en torno a la hoguera.

A Annabeth, Percy y a mí no nos hacían ni caso.

Era como si nunca hubiésemos salido del campamento. Supongo que ése era su mejor modo de darnos las gracias, porque si hubiera admitido que nos habíamos escapado del campamento para emprender una búsqueda ilegal, se habrían visto obligados a expulsarnos. Y la verdad, yo no quería el protagonismo, resultaba agradable ser una campista normal, al menos por una vez.

Más tarde ese día, papá hizo una anuncio: las carreras de carros continuarían como estaba previsto.

Tras la marcha de Tántalo, todos creíamos que ya eran historia, pero a fin de cuentas parecía lógico volver a celebrarlas, en especial ahora que papá había regresado y el campamento estaba a salvo.


Aquella noche, los hermanos Stoll contaban una historia de fantasmas sobre un rey malvado que fue devorado por unos pastelitos demoníacos y mientras los campistas asaban malvaviscos y se reían de la historia de los hermanos, Yo pude ver una pequeña figura cerca de la hoguera principal.

Elizabeth y El Mar De Los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora