Capítulo 13 // Caribdis y Escila

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P.O.V Elizabeth

—Estáis metidos en un lío tremendo—nos dijo Clarisse.

Acabábamos de terminar un pequeño tour por el barco, que habíamos hecho sin ganas a través de una serie de camarotes sombríos y repletos de marineros muertos.

Habíamos visto la cabina del piloto, y las torretas de artillería (el sitio preferido de Clarisse): dos cañones Dahlgren a babor y estribor, y dos cañones Brooke a proa y popa, todos preparados para disparar bolas de bronce celestial.

Allá donde íbamos, los marineros confederados nos miraban fijamente, con aquellas caras fantasmales y barbudas que relucían bajo sus cráneos.

A Annabeth y a mi les caimos bien en cuanto les dijimos que eramos de Virginia. Al principio también se interesaron por Percy, por el hecho de llamarse Jackson, como el famoso general sudista, pero lo estropeó al decirles que era de Nueva York. Todos se pusieron a silbar y maldecir a los yanquis.

Tyson les tenía verdadero pánico. Durante todo el paseo insistió a Annabeth para que le diese la mano, cosa que a ella no le entusiasmaba para nada.

Por fin, nos llevaron a cenar. El camarote del capitán del CSS Birmingham venía a tener el tamaño de una despensa, pero aun así era mucho mayor que los demás camarotes del barco.

Había mantequilla de cacahuete, sandwiches de gelatina, patatas fritas y Seven Up, todo ello servido por esqueléticos miembros de la tripulación.

A mí me incomodaba ponerme a comer rodeada de fantasmas, pero el hambre acabó venciendo mis escrúpulos.

—Tántalo los ha expulsado para toda la eternidad —nos dijo Clarisse.

—Tántalo es un tonto, no tiene idea de lo que hace —dije mientras comía algunas papas fritas.

—Y el señor D añadió que si se les ocurre asomarse otra vez por el campamento, los convertirá en ardillas y luego os atropellará con su deportivo.

—El no tiene un deportivo —dije segura.

—Bueno, entendiste la idea —dijo Clarisse alzando una ceja.

—¿Han sido ellos los que te han dado este barco? —preguntó Percy.

—Por supuesto que no. Me lo dio mi padre.

—¿Ares? —dijo extrañado él.

Clarisse lo miró con desdén.

—¿O es que te crees que tu papi es el único con potencia naval? Los espíritus del bando derrotado en cada guerra le deben tributo a Ares. Es la maldición por haber sido vencidos. Le pedí a mi padre un transporte naval… y aquí está. Estos tipos harán cualquier cosa que yo les diga. ¿No es así, capitán?

El capitán permanecía detrás, tieso y airado. Sus ardientes ojos verdes se
clavaron en Percy con expresión ávida.

—Si eso significa poner fin a esta guerra infernal, señora, y lograr la paz por fin, haremos lo que sea. Destruiremos a quien sea.

Clarisse sonrió.

—Destruir a quien sea. Eso me gusta.

Tyson tragó saliva.

—Clarisse —dijo Annabeth—. Luke quizá vaya también tras el vellocino. Lo hemos visto; conoce las coordenadas y se dirige al sur. Tiene un crucero lleno de monstruos…

—¡Perfecto! Lo volaré por los aires, lo sacaré del mar a cañonazos.

—No creo que sea suficiente con este bote —dije en un murmullo.

Elizabeth y El Mar De Los MonstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora